AQUELLAS CIMARRAS CINÉFILAS

La pujante industria de las salas de cine, todavía no amenazada por la televisión, descubrió que era un buen negocio ampliar sus horarios y comenzar las funciones a las 11, especialmente en el pleno centro de Santiago, donde deambulaban desocupados, vendedores y otros laburantes sin horario fijo, además de estudiantes universitarios y secundarios. Estos últimos, cimarreros. Promovieron asi las escapadas masivas desde los liceos y también el amor al cine.

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