“Conocí a Mauricia en los funerales de mi amiga Paola, en esos días, escuché a cantar a Mauricia, me sentí cautivada por sus versos y reconocí en ella una profundidad inesperada y este canto ancestral me atrajo de nuevo como un imán”, dice la voz en off de la directora, mientras las imágenes muestran a Mauricia Saavedra en su trabajo de cosecha campesina. Esos primeros minutos introducen en el universo que retratará el documental: un viaje sobre el duelo, el dolor y la resiliencia.
Como una semilla que se esparce con la esperanza de brotar, Mauricia narra sus recuerdos de infancia al escuchar a su abuela tocar la guitarra y su fascinación por ese universo musical. Aunque su abuela no quería traspasarle ese talento, por impulso de su patrona comienza a educar su oído. Así, la tradición se transmite de generación en generación, aunque el camino esté lleno de obstáculos: desde la falta de aceptación social hasta la violencia machista y el peso del patriarcado.
Siguiendo los pasos de Violeta Parra, quien desde los años 50 recorrió los campos de Chile recopilando canciones e historias del folclor popular, Mauricia viaja por el Maule conversando con distintas mujeres para conocer sus trayectorias y motivaciones. El documental presenta a María Eugenia Manríquez, que canta a los santos y al amor; a Amalia Céspedes, que entona su dolor por el engaño; a Ana Julia Roja, que canta sobre la tortura y la represión de la dictadura militar —que hizo desaparecer a su padre y hermano en Colonia Dignidad—; y a Doralisa Gómez, que carga con el trauma de la violación por parte de su padre. Todas ellas transforman el dolor, la violencia y el abuso en canto, haciendo de este arte un acto de resistencia frente a la vida.
“Me costó mucho reconocerme como cantora, y puedo decir que mi pueblo me llama cantora por la guitarra, por la perseverancia…”, reflexiona Amalia, sintetizando parte de la tesis de la directora: mostrar el proceso de reconocimiento de estas mujeres. La tradición oral campesina femenina ha sido poco explorada por el arte, en contraste con las voces masculinas. En ese sentido, resulta significativo cómo las luchas feministas han abierto espacios y representaciones antes invisibilizadas, especialmente en territorios más conservadores.
Una decisión destacable del documental es mostrar a las mujeres en la cocina, con planos de sus acciones cruzados por el sonido de sus testimonios. Este contrapunto resignifica un espacio históricamente impuesto por el patriarcado, convirtiéndolo en una metáfora visual del dolor y la resistencia.

LAS COMPLEJIDADES DE LA VIDA
A medida que avanza este primer largometraje de una documentalista especializada en temas vinculados a la música, el campo y las mujeres, se revelan nuevas capas de Mauricia: la complejidad de asumir y aceptar el amor por otra mujer en una comunidad conservadora y profundamente católica. “Asumir una condición distinta de lo que se esperaba de mí: que me casara, que tuviera hijos”, confiesa Mauricia. Pero, aunque suene a cliché, el amor es más fuerte. Quizás el momento más luminoso del documental llega cuando le canta a su querida Paola, “su cogollito de alelí”.
Yo no canto por cantar emociona por su profunda honestidad. Está construido a partir de relatos íntimos y canciones que reflejan la poesía de la vida campesina, con sus luces y sombras, su naturaleza y sus dolores. La guitarra se vuelve una amiga, una confidente, una vía de escape frente a la opresión, tanto dentro del hogar como fuera de él.
Quizás la única debilidad del documental sea su voz en off que, en algunos momentos, funciona bien —especialmente en la relación con la protagonista—, pero en otros resulta redundante. Aun así, la belleza del canto y el sonido de las guitarras en ambientes naturales compensan con creces estas pequeñas falencias, generando una fuerza musical y emocional que potencia su narrativa.
“Yo no canto por cantar” es la frase que Víctor Jara escribió en su canción Manifiesto – ni por tener buena voz, canto porque la guitarra tiene sentido y razón – la elección del título, por tanto, no podría estar más justificada.PP
Yo no canto por cantar. Dirección: Ana L’ Homme. Producción ejecutiva: Ana L’ Homme y Eduardo Fuenzalida. Co-producción: Carlos Castro (Colombia). Dirección de fotografía: Patricio Alfaro. Sonido: Delphine Joly, Paula Díaz y Fernando Gaitán. Montaje: Sofía Pulido. Casa productora: León Alado Producciones. Documental. Duración: 80 min. Chile y Colombia. 2024