El más respetado y desconocido de los grandes cineastas del mundo ha fallecido a los 89 años, después de 16 años de viudez de su amada esposa Danièle Huillet (1936-2006).
Con vocación cinéfila desde joven, se formó como asistente de dirección de Abel Gance, Jean Renoir y Robert Bresson, de cada uno de los cuales obtuvo materiales para su cine radicalmente despojado y sobrio, inteligente e intransigente. Decidió huir de su natal Francia para no hacer el servicio militar e ir a luchar contra los argelinos. Se instaló en Alemania donde realizaría la primera parte de su obra, en la que siempre su esposa tendrá un rol fundamental como co-creadora.
Su cine fue ganando en austeridad mientras se hacía más complejo. Su Crónica de Anna Magdalena Bach (1967) será uno de los vértices de su carrera y el resultado de más de una década por intentar filmar con sonido directo, en los espacios reales para las que las obras fueron creadas, la interpretación de 27 composiciones de Bach. Un verdadero documental sobre músicos del siglo XVIII que recogió el aplauso unánime y que dará la medida de su capacidad de observación analítica. Le seguiría una muy brechtiana versión de Othon (1969) de Corneille y la ópera de Schoenberg Moisés y Aarón (1974) filmada en exteriores. América, relaciones de clase (1984) será una rigurosa adaptación de Kafka y luego una serie de adaptaciones de Diálogos con Leuco de Cesare Pavese, que tendrán distintas versiones y longitudes.
Su excesivo rigor formal, con actores completamente vaciados de emociones, largos planos-secuencia y con ritmos buscadamente lentos, lo transformaron en un autor difícil e intelectual, provocador y materialista. Pero no faltó innovación en sus propuestas extremas y una profunda reflexión sobre los mecanismos de la representación cinematográfica.PP