EL IRLANDÉS

Cuando la jubilación se acerca desde un rincón del ego, se asoma la tentación de los testimonios, de los discursos de despedida y de las planchas de bronce. Los grandes creadores, esos humanísimos humanos, le llaman testamento estético a esta comprensible tendencia.Encaminado por la edad, el prestigio, los colaboradores y su propia cuna modesta, Scorsese se deja arrastrar por la posibilidad de la grandeza, del canto del cisne, de la pontificación sobre sus propios temas.

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