LA COLONIZACIÓN DE TIERRA DEL FUEGO SEGÚN FELIPE GÁLVEZ

Tal vez no es casual que tres películas chilenas recientemente estrenadas, tengan en común la idea del colonialismo instalada en sus formas de narrar la historia. Nos parece, que de esta manera lo hacen  El Conde (2023) de Pablo Larraín, Rotting in the sun (2023), de Sebastián Silva y Los colonos (2023)  de Felipe Gálvez.

Qué poseen en común, además de estar dirigidos por directores nacidos y criados en Chile, que hoy viven en el extranjero?: que más que ser películas hechas desde Chile hacia el mundo, corresponden claramente a la lógica del mercado de corte internacional, porque poseen un fuerte sentido comercial. Son obras para todo el mundo, tanto en las temáticas como en las formas en que cada una aborda y desarrolla su tema particular. Las tres. Esto se corrobora, entre otras cosas, por el uso protagónico del idioma inglés como elemento central de las narraciones en off que poseen, y quizás, también por los componentes en su producción.

Cada una, con sus cuestionamientos y sus estilos, va en la misma dirección: instalarse desde el cine chileno como referentes a nivel internacional y posicionar a sus directores, como de origen chileno que filman para el mercado mundial.

De este corpus, la que me resulta más interesante  es Los colonos de Felipe Gálvez. Su trama está ambientada en la Patagonia Austral, a comienzos del siglo XX. Allí, un rico terrateniente ovejero –el portugués José Meléndez- busca una nueva ruta para sacar sus ovejas desde el fin del mundo. Esta motivación caracteriza principalmente al Colonialismo de orden comercial, en lo que se podría denominar “ampliación de mercados”. Esto permite vislumbrar que, entre otros, los motivos orden económico serán muy relevantes en la película, potenciando su argumento, aunque solo actuaran de forma subterránea, por decirlo así, debido a que otras formas de colonialismo ocultaran la relevancia de estas dinámicas económicas, parte importante en los orígenes de las tensiones plasmadas en la trama del filme.

Menéndez, buscando sacar su inmensos piños de ovejas hacia los mercados europeos, contrata a un cowboy traído desde California, un experto en “cazar indios”. Por lo tanto, el referente cinematográfico del filme es el género del western, aplicado a la historia particular de la Patagonia chilena en los inicios del siglo pasado.

Lo que Los colonos recoge del western, salta a simple vista. En primer lugar los amplios espacios para que la figura del cowboy-colono se pueda desarrollar en ese espíritu de libertad que proponen los campos abiertos,  de la misma forma  es reconocible en el género del oeste. Vale decir, espacios amplios, donde el caballo es el medio de transporte ideal y apropiado para las labores de trabajo y para la dinámica de vida en general.

Lo anterior es complementado con el  uso de los accesorios clásicos de dicho personaje: cabalgadura, ropas adecuadas para la vida al aire libre y el extremo clima del sur de Chile y, quizás el elemento más valioso que termina completando su representación, el arma de fuego, herramienta de la cual hace uso y abuso para solucionar casi todo tipo de conflicto, como queda claro desde las primeras escenas.

Como si eso no bastara, para terminar de armar la performance del cowboy-colono, está la presencia del indio o de los pueblos originarios de Tierra del Fuego. Estos completan el cuadro clásico de un western.

La estética de Los colonos, en especial mediante las decisiones de la dirección de fotografía, está bellamente trabajada. La textura de la imagen y el tono de color, los planos usados, llaman particularmente la atención y retrotraen, por su vínculo, a las grandes películas del género filmadas en los años cincuenta del siglo pasado. Entre sus recursos, el gran plano general aporta todo el marco geográfico y de entorno, aumentando la épica de la historia. Recordamos, en especial, los filmes de John Ford, Anthony Mann, y Howard Hawks y bajo esta mirada resultan atractivos los tonos celestes del cielo y los cromas marrones, paleta de colores de muchos western, incluso del último filme de Martin Scorsese, Killers of the flower moon (2023). Desde esa perspectiva estética y estilística, así como desde la representación de los personajes principales, es posible elogiar la directa vinculación de Los colonos con el western.

También existen ciertos paralelismo o asociaciones con otras películas chilenas contemporáneas, tales como Tierra del Fuego (Miguel Littin, 2000), Rey (Niles Atalla, 2017), Blanco en blanco (Theo Court, 2019), Cacique mulato, la leyenda de Chumjaluwun” (Jorge Grez, 2023), así como con algunas de la década del 60/70: Tierra quemada (Alejo Álvarez, 1968), Caliche sangriento (Helvio Soto, 1969), Frontera sin ley (Luis Margas, 1971) y La tierra prometida (Miguel Littín, 1973), por nombrar las más destacadas. Todas, poseen un aire de western y aventuras, vinculadas a los conflictos de territorio y las naciones originarias.

El contenido profundo y trascendente de Los colonos está sustentado en las variantes conceptuales de las dinámicas colonialistas aplicadas en el mundo. Por lo tanto, resulta relevante exponer algunas de sus características. El filme, nos parece, presenta un tipo particular de colonización llamado colonialismo de asentamiento caracterizado, entre otros aspectos por ser “aquel en que la territorialidad y el acceso al territorio se constituyen como el elemento esencial e irreductible, implica la rápida ocupación de grandes expansiones de territorios, característica de la actividad pastoril capitalista” (Moreno Durán, Estado, soberanía y resistencia indígena. La colonización ovina de Tierra del Fuego y la resistencia selk´nam, 1881-1911, 133).

Destacan así, la dominación, explotación, uso de la fuerza militar y, fundamentalmente, la idea de posesionarse y confiscar la tierra y sus recursos. Desde este nudo central en la trama se proyectan, de forma transversal y mediante tres macroideas, las diversas formas en que el colonialismo se presenta y desarrolla en el filme.

La primera de ellas, la más obvia de todas, es el colonialismo clásico, puesto en marcha por las fuerzas del poder (las elites) y representado en el filme por de Menéndez (Alfredo Castro), el terrateniente, un rico ovejero patagónico. Este personaje da vida a la anécdota central: ir en búsqueda de la ruta hasta el océano Atlántico para las ovejas, ampliando su zona de poder en todo lo basto y ancho que posee esta geográfica. La lana de las ovejas de Menéndez, obedeciendo al surgimiento, en términos de Marx y Engels, de un “mercado amplio y global, donde las materias primas lejanas, exóticas, deben llegar a los centros industriales de producción, en particular hacia Europa”. Para llegar allí, Melendez necesita una  ruta alternativa, motivo central del filme.

Este es el colonialismo directo y más específicamente, el colonialismo de asentamiento, que muestra su rostro más clásico y atroz: el de la muerte, la cacería, el desplazamiento forzado.

Históricamente, en “el caso de Tierra del Fuego, hacia la década de 1870 se dio inicio al poblamiento por parte del ‘hombre blanco’, mediante el establecimiento de los salesianos en la misión. Posteriormente, se llevó a cabo la explotación económica de la isla, primero de los placeres auríferos y, en seguida, a partir de la década de 1880, con el inicio de la colonización ovina”. (Moreno Durán, Matías, 137).  Ese es el contexto de Los colonos.

La segunda mirada sobre el colonialismo que propone la cinta es de orden territorial. Dentro de las acciones clave de la dinámica colonialista está la idea de la usurpación de la tierra y del uso de sus recursos, en sentido basto, en beneficio de las elites económicos y políticas. Como indica Moreno Durán, la “necesidad de mayores y mejores tierras de pastoreo mantiene la colonización en un constante proceso de expansión sobre los territorios ancestrales selk’nam. Sobre estos se aplicaron las ‘lógicas de eliminación’ inherentes a este tipo de colonialismo, con el fin de ocupar el territorio”.

En esa lógica, se establecen dos fuerzas icónicas y antagónicas al interior del relato del filme, representadas por dos animales, el colonizador que desplaza al autóctono. Tal como si fuese un duelo del antiguo Oeste, el guanaco y la oveja se disputan los verdes prados de Tierra del Fuego y cobra lógica las imágenes iniciales de la película: un hermoso guanaco pastorea en campos que parecen no tener fin y, en corte directo, un piño de ovejas avanza. Los humanos y las miles de ovejas que colonizan esos campos, dejando a los habitantes originarios sin su fuente principal de alimento. Porque, una vez que las ovejas se apropian de los territorios, ya no hay vuelta atrás. Una suerte de colonización aparentemente no violenta, propone la cinta, donde la flora y la fauna nativa son arrasadas por las ovejas que simbólicamente desplazan hacia los márgenes tanto a la naturaleza originaria como a los indígenas. Estos, sin embargo, acostumbrados a la caza como forma de vida y subsistencia, encuentran un animal de fácil captura y que les proporciona abundante carne y además lana, aumentando las tensiones en el territorio y que llevará a los terratenientes y ovejeros, a la caza de humanos. Menéndez dirá “estos indios me comieron todas las ovejas” y el Mestizo (Camilo Arancibia) la saboreará con vehemencia.

La tercera mirada sobre el colonialismo que presenta la obra, es lo que podría nombrarse como metacolonialismo, un colonialismo dentro de otro, expresado mediante los personajes de habla inglesa; Maclenan (Mark Stanley), militar inglés y Bill (Benjamín Westfall), mercenario estadounidense. Esta situación se amplifica y dramatiza con la aparición de grupos de mercenarios ingleses que deambulaban en la parte argentina de la Patagonia. En esta faceta el colonialismo, nuevamente, deja ver su peor cara: la del sometimiento y castigo del Imperio Británico hacia el personaje de Bill.

De esta forma asistimos a una de las vueltas del circulo vicioso de la dinámica colonialista, la  de estar constantemente sometiendo a los otros, aquellos distintos. Los colonos, atractiva y potente historia desarrollada de manera muy correcta con las formas del western, recurre a parte de la historia nacional, dramatizando los hechos y ajustándolos hacia la dinámica de ese género y, de paso, permitiendo una extensión y desarrollo internacionales, avalados por la gran presencia de productoras extranjeras involucradas en su producción de la película. La trama, por lo demás, justifica la gama de personajes extranjeros y el uso constante y fluido del idioma inglés.

Este primer largometraje de Felipe Gálvez deja una lectura directa sobre el proceso de colonización que se entronca con la frase de Moreno Durán: “Desde el momento en que comienza la colonización y dominación en un determinado territorio, el grupo subalterno o dominado dará muestras de descontento y tratará, de diversas maneras, de defender sus intereses ante el dominador”.

Los colonos. Dirección: Felipe Gálvez. Guion: Antonia Girardi y Felipe Gálvez. Elenco: Camilo Arancibia, Mark Stanley, Benjamín Westfall, Alfredo Castro, Marcelo Alonso, Sam Spruell, Mishell Guaña, Adriana Stuven, Mariano Llinás, Agustín Rittano, Luis Machín. Dirección de fotografía: Simone D’Arcangelo. Montaje: Matthieu Taponier. Dirección de arte: Sebastián Orgambide. Ficción. 97 min. / Digital / Color. Premios: Premio Fipresci, Un Certain Regard, Festival de Cine de Cannes, Francia, 2023; Premio Jury du syndicat français de la critique de cinéma, Festival Biarritz Amérique Latine, Francia, 2023. Coproducción Chile-Argentina-Dinamarca-Francia-Reino Unido-Suecia-Taiwán. Casas productoras: Don Quijote Films, Rei Cine y Snowglobe Films. 2023.

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