RYAN O’NEAL (1941-2023)

Hijo de un guionista y una actriz, su vocación iba por el boxeo, pero su apostura física tomó la delantera y terminó colocándolo rápidamente delante de las cámaras, sin que mediara una preparación profesional sistemática, ni una suma de experiencias que lo prepararan para alcanzar el estrellato, que llegó antes que su madurez alcanzara a procesarlo.

La caldera del diablo, un melodrama televisivo extraordinariamente popular en los sesenta (que igualmente dio nombre a Mia Farrow) lo hizo famoso y también un personaje difícil. Hizo llorar como nadie en Love story (1970), un éxito mundial que incluso lo llevó a ser candidato al Oscar. Peter Bogdanovich lo colocó de protagonista de una comedia satírica ¿Qué hay de nuevo doctor? junto a Barbra Streisand, en la que él ridiculizaba su famosa frase de la película anterior: “Amar es nunca tener que pedir perdón”. Con el mismo director alcanzó otro éxito notable en Luna de papel, en la que su hija de diez años, Tatum, encarnó a una pequeña ladrona que fumaba y que le permitió ganar el Oscar a la mejor actriz secundaria. Le seguió la obra más lograda de su carrera, Barry Lyndon de Stanley Kubrick que, en muchos aspectos, parecía una biografía y, peor aún, una profecía del destino personal del actor. Después reconoció que se sentía afeminado actuando y que no soportaba que otro hombre le diera instrucciones.

Sus adicciones al alcohol y las drogas, sus problemas de carácter, que produjo conflictos profesionales y familiares de envergadura, más sus escándalos amorosos lo empujaron a aceptar trabajos cada vez de menor fuste. De su último período es significativo su rol en la serie televisiva Bones, en la que era el padre, ladrón arrepentido, de una investigadora policial.

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