Jafar Panahi (Mayaneh, Irán, 1060) sabe una que otra cosa acerca de la vida en prisión. Él mismo ha estado detenido en distintas ocasiones, la más reciente en el 2022 con una condena que se extendió por siete meses bajo los cargos de realizar propaganda contra el régimen iraní. Discípulo del legendario Abbas Kiarostami y conocido por su enfoque neorrealista, su más reciente película, It was just an accident (2025), es un filme que bebe de esta experiencia sin mostrar un solo metro cuadrado de celda, mas si de los efectos duraderos que este tipo de estructura puede tener en la psiquis de las personas, incluso años después de lograr la anhelada libertad.
Los créditos iniciales muestran a una familia tradicional: un padre, una madre (presumiblemente embarazada) y una sobreestimulada hija, quienes viajan de noche por la carretera. Su camino se detiene cuando el auto, manejado por el padre, atropella a un perro que se le cruza, causando discordia entre la niña y sus padres. “Fue solo un accidente” le asegura su madre, quien pone la responsabilidad en el plan de Dios.
Lo que en un comienzo parece ser un drama familiar, orgánicamente se va transformando en un thriller de venganza cuando el padre, Eghbal (Ebrahim Azizi), debe pedir ayuda en un taller para reparar el motor de su auto. Su cojera llama la atención de Vahid (Vahid Mobasseri), quien lo reconoce por el característico sonido de la prótesis que tiene en una de sus piernas. Para los ojos (y oídos) de Vahid, Eghbal es el oficial del gobierno que lo torturó años atrás mientras estuvo en prisión.

Casi sin pensarlo, Vahid lo secuestra y lo lleva en su van por la carretera con la intención de enterrarlo vivo en el desierto. Eghbal, sin embargo, insiste que él no es el hombre que busca, sembrando la duda en Vahid. ¿Qué tal si se equivocó? ¿Qué tal si este no es el mismo hombre que le arruinó la vida? Desesperado, decide contactarse con otras víctimas para que lo ayuden a reconocer si el hombre que tiene en sus manos es o no es el infame oficial.
Así es como llega a Shiva (Mariam Afshari), una fotógrafa que espera dejar atrás su pasado mediante su trabajo. Está tomando fotos para el matrimonio de Golrokh (Hadis Pakbaten), a quien conoció durante su encarcelamiento. Y aunque duda de acompañar a Vahid en esta encrucijada, una Golrokh completamente afectada (y vestida de novia) la arrastra y a su futuro esposo (Majid Panahi) a la van de Vahid para reconocer al hombre que habita en sus pesadillas. Finalmente, se les une Hamid (Mohamad Ali Elyasmehr), un hombre impredecible e iracundo, una bomba cuyo detonante es el nombre del oficial que podría estar entre ellos.
En la solemne tradición de 12 hombres en pugna (Sidney Lumet, 1957) los personajes discuten cuál debería ser el destino más apropiado para Eghbal, considerando que ninguno está 100% seguro de su verdadera identidad. Mientras algunos proponen proceder con cautela, otros como Hamid, prefieren matar a un hombre desconocido que permitir que exista la más mínima posibilidad de que su torturador siga con vida.
Con esta intrincada premisa, Panahi propone un ejercicio moral que deja al descubierto el ciclo de violencia que continúa consumiendo a Irán y a su pueblo, pero que inevitablemente puede extrapolarse a democracias frágiles o derechamente a regímenes totalitarios en todo el mundo.

Presenta el debate entre estos personajes con la sutileza de una comedia negra cuyo humor bordea lo siniestro, escalando en tensiones con la maestría de alguien que puede controlar a pulso secuencias extensas y agotadoras, pero ricas en valor y significado. Esto le permite, por ejemplo, que los intercambios entre personajes tengan doble función pues a la par que representa un grupo debatiendo un problema moral, es también sinónimo del debate interno dentro del propio individuo y sus contradicciones frente a este. El cine de Panahi hoy se pregunta hacia dónde debe dirigirse tanta ira acumulada, si hacia los sistemas o hacia las personas. Para alguien cuyos problemas con la justicia de su país son evidentes, es notable la madurez y empatía con las que se conduce detrás de la cámara.
“Fue solo un accidente” asegura la madre, porque así sucede con los que se cruzan por el camino de quienes ejercen el poder. Son un mal necesario. Sus vidas son desechables, intercambiables, pueden quedarse a la deriva en la carretera o pueden vivir encerrados. Pueden incluso seguir viviendo en otra cárcel, la que construyen el tiempo y la memoria. La escena es la misma pero se ve completamente distinta.
Con un elenco formado en su mayoría por actores novatos, filmada en la clandestinidad sin un permiso oficial de la República Islámica de Irán y mostrando a sus actrices sin hijab (obligatorio según las leyes del país), It was just an accident es una proeza dentro y fuera de la pantalla que no solo fue estrenada en el Festival de Cine de Cannes 2025 sino que se llevó la codiciada Palma de Oro a la Mejor Película. PP
It was just an accident. Director: Jafar Panahi. Reparto: Vahid Mobasseri, Mariam Afshari, Ebrahim Azizi, Hadis Pakbaten, Majid Panahi, Mohamad Ali Elyasmehr. Casas productoras: Jafar Panahi Productions, Les Films Pelléas, Bidibul Productions, Pio & Co, Arte France Cinéma. Drama. Duración: 105 min. Irán, Francia, Luxemburgo, 2025.
