TRES MIRADAS AL PASADO QUE RESUENAN EN EL PRESENTE

En el particular y convulsionado 2020, el streaming se convirtió en un importante aliado para la difusión del cine en tiempos pandémicos. Entre las decenas de nuevas producciones que Netflix estrenó, figuraron tres películas estadounidenses que abordan historias del pasado que –sin haberlo planificado originalmente así–terminaron aportando a la reflexión sobre el presente de ese país, puntualmente en el marco de las agitaciones sociales que se gatillaron a lo largo de Estados Unidos a partir de mayo, con la muerte de George Floyd.

Se trata de 5 sangres, El juicio de los 7 de Chicago y Campamento extraordinario.

De las tres producciones, solo una fue originalmente concebida como un estreno directo en Netflix, donde debutó en junio de 2020: 5 sangres, la esperada y muy comentada nueva película de Spike Lee, centrada en cuatro afroamericanos que pelearon en la guerra de Vietnam y volvieron luego de décadas a ese país para intentar encontrar los restos de un compañero de armas fallecido en combate. 

Las otras dos tenían planificado un estreno en cines y, de hecho, alcanzaron a exhibirse en pantalla grande: el documental Campamento extraordinario y El juicio de los 7 de Chicago.

La primera, que cuenta con los Obama como productores ejecutivos, y que aborda la lucha de las personas con discapacidades para que sus derechos fueran reconocidos por las leyes estadounidenses, tuvo su estreno mundial en enero, en el Festival de Sundance, donde obtuvo el Premio del Público y, tras otras incursiones en certámenes, pasó a estar disponible en Netflix en marzo. 

El juicio de los 7 de Chicago, la segunda película como director del cotizado y premiado guionista Aaron Sorkin, centrada en el polémico proceso judicial, a fines de 1968, contra un grupo de personas acusadas de conspirar para incitar a los violentos disturbios callejeros durante la Convención Nacional Demócrata de ese año, debía tener estreno mundial en cines a fines de septiembre, como una de las principales cartas para el Oscar, pero a causa la pandemia finalmente fue adquirida por Netflix.

Más allá de si convencen o no por completo a los cinéfilos, las tres fueron nominadas al Oscar, tanto por su perfil como por las temáticas que abordan y también por el historial previo de sus directores, en el caso de las dos ficciones, aunque ninguna logró hacerse de la estatuilla.

En cuanto al documental, independientemente de su incuestionable calidad, la nominación llegó también avalada por el hecho de ser producido por los Obama, quienes ya estuvieron detrás de la sólida American Factory, ganadora el 2019 como Mejor Largometraje Documental y que siguió un camino similar al de Campamento extraordinario, debutando mundialmente en Sundance y siendo premiada en la competencia, para luego debutar en Netflix.

El juicio de los 7 de Chicago 5 sangres son proyectos que datan de hace más de una década y que, en un principio, iban a ser dirigidos por Steven Spielberg y Oliver Stone, respectivamente, quienes, presumiblemente, habrían realizado cintas muy coherentes con sus filmografías previas, aunque suponemos que los resultados habrían sido muy distintos de lo que podemos ver ahora. 

No vamos a comparar los tres filmes, porque cada uno tiene sus particularidades, pero es muy interesante descubrir las conexiones y filiaciones que se pueden encontrar entre ellos, desde las reivindicaciones sociales y los cuestionamientos a las decisiones de las autoridades, o las resonancias actuales de los acontecimientos de fines de los 60 y principios de los 70, hasta las figuras históricas aludidas en las tres, puntualmente Martin Luther King y lo que encarnaron sus ideales.

Tráiler de El juicio de los 7 de Chicago.

EL JUICIO DE LOS 7 DE CHICAGO

Tres años después de su ópera prima en la dirección, Molly’s Game, Sorkin vuelve a demostrar que como realizador tiene fortalezas y potencial, pero es menos infalible que en su faceta de guionista y dramaturgo.

Sorkin lleva más de tres décadas con éxitos, que van desde su obra teatral y posterior guion fílmico A few good men hasta el Oscar que obtuvo hace casi 10 años por el notable guion de La red social, pasando por hitos como los Emmys que recibió por la serie The west wing, o sus sólidos trabajos en títulos como Moneyball (2011) y Steve Jobs (2015), entre otros.

Entre las fortalezas de Sorkin, más allá del guion, resalta su habilidad como director de actores. En lo que se supone es una historia coral, que de todos modos permite que destaquen más algunos personajes por sobre otros, no debería sorprender que en el elenco se luzcan especialmente prestigiosos veteranos como Mark Rylance (el lúcido abogado defensor William Kunstler) y Frank Langella (el implacable y notoriamente parcial juez Hoffman), o incluso Michael Keaton, en apenas dos escenas y 10 minutos, encarnando al ex fiscal general Ramsey Clark; pero quien sorprende es Sacha Baron Cohen encarnando al emblemático activista Abbie Hoffman, porque a la irreverencia y desenfado que habitualmente caracterizan sus roles cómicos, ahora agrega mayores matices para conformar un personaje más complejo de lo que parece.

Más allá de las batallas verbales y diálogos ágiles que caracterizan los guiones de Sorkin y que están dentro de lo que uno podría esperar en una película como esta, que tiene elementos en común con títulos donde él ha sido guionista y que funcionaron como radiografía de las autoridades y quienes ejercen el poder (incluso poniéndolas en tela de juicio), su segundo film funciona y es efectivo en términos generales, pero de todos modos queda la sensación de que Sorkin pudo dar más.

Aunque se inicia con un dinámico montaje paralelo que durante siete minutos sirve para presentar a los personajes y contextualizar cómo se desarrollaron los hechos previos a la Convención Nacional Demócrata que cinco meses después desembocarían en el juicio, y pese a que logra mantener un ritmo fluido durante las más de dos horas de metraje, lo que Sorkin filma se siente un poco esquemático y se encierra en las convenciones de los dramas judiciales más típicos (las mismas que sólo unos pocos cineastas han conseguido superar en producciones de este tipo, como el gran Sidney Lumet), además de desaprovechar personajes que daban para mucho más, como el activista Bobby Seale, fundador y miembro de los Panteras Negras, octavo enjuiciado en este proceso.

Para ser una película que habla de la libertad de expresión y pensamiento, El juicio de los 7 de Chicago es más correcta y tradicional de lo esperable, casi didáctica; tiene una adecuada ambientación de época y consigue que lo dramático se equilibre con los toques de humor de algunos personajes y situaciones, pero no es todo lo potente, vibrante y estremecedora que pudo ser, especialmente tomando en cuenta su final plano, abrupto y extremadamente tradicional. 

Sorkin y el reparto, en un momento del rodaje.

5 SANGRES

Probablemente menos satisfactorio para el espectador masivo, y bastante más inclasificable que el promedio de lo que habitualmente ofrece Netflix, pero a la vez mucho más ambicioso y arriesgado, es lo nuevo de Spike Lee, lo que no es de extrañar, porque a lo largo de su filmografía de más de tres décadas el cineasta estadounidense no se ha caracterizado precisamente por obedecer a esquemas y guiarse por las convenciones.

Teniendo como precedente inmediato la aplaudida El infiltrado del KKKlan (BlacKKKlansman), premiada desde su estreno mundial en el Festival de Cannes 2018 hasta los Oscar, obviamente había expectativas por el regreso de Lee y por su primera película para esta plataforma.

Más aún en esta ocasión, considerando que por una increíble coincidencia, su debut fue apenas pocas semanas luego de la muerte de George Floyd, en medio de un ambiente social muy convulsionado a nivel mundial y de los enfrentamientos entre manifestantes y la policía a lo largo del país en el marco de las protestas y el “Black Lives Matter”.

Buena parte de los cuestionamientos y reivindicaciones que aparecen en torno a lo racial en algunas de sus cintas más recordadas que abordan centralmente estas temáticas están presentes en 5 sangres, con un sentido contemporáneo que la hace sentir aún más vigente y urgente.

Con una trayectoria tan extensa y prolífica, por momentos quizás errática pero siempre atractiva, Spike Lee nos ha entregado títulos memorables como Haz lo correctoMalcolm X La hora 25, pero también trabajos menos redondos (Summer of Sam, 1999) e incluso fallidos (el remake de Oldboy, de 2013), en los que de todos modos siempre se pueden rescatar elementos.

Este nuevo trabajo podríamos ubicarlo a medio camino de esos extremos, porque si bien ha recibido entusiastas elogios, también se le han criticado muchas cosas.

La anécdota original de los cuatro amigos que regresan a Vietnam a recuperar los restos de “Stormin” Norman, el camarada que los inspiró e iluminó durante esa guerra en la que no encontraban mucho sentido a estar peleando en representación de un país que no los respetaba como afroamericanos ni reconocía sus propios derechos, y con quien conformaron un grupo que se llamaban a sí mismos ‘los sangres’, es sólo el punto de partida.

La película propicia un diálogo entre el pasado y el presente, una idea que alcanzaba contornos estremecedores en algunos momentos de El infiltrado del KKKan, pero que acá es incluso más explícita y directa: 5 sangres abre con un ágil montaje en el que desfilan iconos afroamericanos como Muhammad Ali, Malcolm X, los atletas que hicieron el inolvidable y desafiante saludo puño en alto en las Olimpiadas de 1968, Angela Davis, Kwame Ture (quien aparece como personaje en El infiltrado del KKKlan) y Bobby Seale, el líder de los Panteras Negras, que también es uno de los personajes de El juicio de los 7 de Chicago

De hecho, una marcha en la Convención Nacional Demócrata de 1968 que dio origen al argumento de esa misma película aparece también entre lo que se ve en los minutos iniciales, donde además figuran algunas de las imágenes de la guerra de Vietnam que se convirtieron en símbolo, saltando al Saigón de la actualidad, donde los cuatro ‘sangres’ se reencuentran para emprender su misión.

Al final de la película –justo luego de que hemos visto en la actualidad un grupo de personas apoyando el movimiento Black Lives Matter– aparece Martin Luther King en un momento del mismo discurso que aparece en un fragmento al inicio de El juicio de los 7 de Chicago.

Tráiler de 5 sangres.

Más allá de los ajustes de cuenta con la historia que nos acostumbramos a no cuestionar hasta tiempos recientes –en una escena en que el joven vietnamita que les sirve de guía menciona a George Washington como ejemplo, uno de los ‘sangres’ le dice que no hay que olvidar que el primer presidente de Estados Unidos tenía 123 esclavos, un planteamiento muy acorde a estos tiempos de estatuas públicas derribadas– o de los contrastes entre el Vietnam del pasado y el actual –en un momento los protagonistas se burlan de la proliferación, en la principal ciudad del país asiático, de franquicias eminentemente capitalistas como McDonald’s– Lee quiere abarcar mucho más, partiendo por el oro escondido que quieren recuperar los ‘sangres’ además de su misión original.

Y es en esa ruta donde se podría decir que la película se extravía, porque tiene un rumbo y un ritmo muy marcados y definidos hasta casi justo la mitad de sus dos horas y media de duración, cuando se vuelve más errática, con personajes secundarios que prácticamente están de más y que no tienen mayor desarrollo, como los tres integrantes de la organización humanitaria que encuentra y desactiva bombas terrestres.

Tal vez ese extravío no es sino el reflejo del proceso interior del personaje más complejo y memorable de la película: Paul, el más inestable de los ‘sangres’, quien reconoce sin problemas que votó por Trump a pesar de los comentarios de sus amigos, y anda con su gorra roja de Make America Great Again (las críticas y burlas sobre el mandatario estadounidense aparecen en más de un momento del film).

“Es extraño cómo la guerra nunca termina para los involucrados”, comenta alguien en un instante, y Paul es un ejemplo de esto, ya que las secuelas de lo vivido hace décadas parecen acentuarse cada vez más en su personalidad: puede verse simpático y bonachón y, al minuto siguiente, parecer amenazador; tiene ataques de pánico, ve fantasmas y es quien más lamenta la muerte de Norman (quien aparece por momentos casi como una figura mística, más aún considerando que lo interpreta el popular protagonista de Black Panther, Chadwick Boseman, fallecido dos meses después del estreno de esta película).

Al igual como en La hora 25 veíamos de qué manera los errores del pasado repercuten en el futuro de los personajes, Paul trata de seguir adelante en un mundo que parece haberle dado la espalda, con rabia acumulada como ya hemos visto antes en más de un personaje de la filmografía de Lee. 

El rol estremece al espectador gracias a una notable interpretación del veterano Delroy Lindo, en su cuarta colaboración con Lee y la primera película que los reúne desde los años 90; Lindo tiene un momento particularmente potente, en un monólogo de cuatro minutos en plena selva, donde mira a cámara y de verdad parece estar desquiciado y enfrentando a sus demonios internos.

Hay drama, pero también hay humor y simpatía en la camaradería de los ‘sangres’, aunque además hay una tensión bien lograda en ciertas secuencias (por ejemplo, una que involucra el riesgo de pisar una mina). Y aunque él mismo cae en algunos estereotipos y reduccionismos, como en la forma en que retrata a los caricaturescos guerrilleros vietnamitas, el realizador aprovecha para abordar los clichés del cine bélico y la mirada del cine estadounidense a Vietnam.

Así como en un momento los ‘sangres’ hablan del Rambo de Stallone y los personajes de Chuck Norris, también son ineludibles los guiños a la legendaria Apocalypse Now: los protagonistas van a un club que tiene el nombre y afiche de la película, en una secuencia suena la inmortal Cabalgata de las valquirias de Wagner, que la cultura popular asocia con la cinta de 1979, e incluso en los agradecimientos finales aparecen los nombres de Ford Coppola y Brando. Los cinéfilos más acuciosos o memoriosos reconocerán referencias a clásicos como El tesoro de la Sierra Madre y El puente sobre el río Kwai.

En lo formal, Lee tiene varios aciertos: apoyado por la fotografía de Newton Thomas Sigel, trata de manera diferente en lo visual el presente y los flashbacks, tanto por el formato utilizado como por la tonalidad y colores, y además trabaja con mucha libertad introduciendo elementos que complementan lo narrativo, como cuando filma las emisiones radiales de Hanoi Hanna.

En cuanto a la banda sonora, su habitual colaborador, el compositor Terence Blanchard, ofrece resultados mixtos, porque en algunos momentos de su partitura tiene fragmentos muy sugestivos, como cuando recurre a voces, pero en varios instantes la música se siente más solemne y grandilocuente de lo necesario, casi como un subrayado que se pudo evitar. 

Pero acá el nombre que más resalta es el del gran Marvin Gaye, porque siete de sus canciones más recordadas figuran de manera destacada en diversos momentos, ya sea por ejemplo en la irresistible escena de baile al ritmo de Got to Give It Up –¡qué bien filma siempre Lee este tipo de secuencias!– o en la versión a cappella del célebre What’s going on

Irregular en más de un sentido, más extensa de lo necesario, con cosas y detalles que no convencen del guion, el ritmo y los giros argumentales, es entendible que 5 sangres divida las opiniones y claramente no sea una de las obras maestras de Lee, aunque tampoco se puede negar que es un trabajo coherente con su carrera, en el que se vuelve a arriesgar y salir de su ‘zona de confort’ y en el que confirma, una vez más, su indudable oficio y capacidad de provocar y sintonizar bien con los tiempos que corren.

El director Spike Lee y los protagonistas de 5 sangres.

CAMPAMENTO EXTRAORDINARIO

De las tres producciones que se pueden ver en Netflix la menos pretenciosa y que, a la vez, cala más hondo en términos emocionales es el documental Campamento extraordinario

Algunos prejuiciosos podrían pensar a priori que sería inevitable que fuera así teniendo en cuenta que sus protagonistas son personas con discapacidad que luchan por sus derechos, lo que fácilmente podría derivar en una producción manipuladora y lacrimógena que se ganara el corazón del espectador a costa de golpes bajos.

Y, sin embargo, este film consigue conmover sin abusar de la conmiseración, en buena medida porque uno de sus dos realizadores, James Lebrecht (quien lo dirigió junto a Nicole Newnham), sabe bien de lo que habla la película y conoce a sus protagonistas, pues fue uno de los jóvenes que hace casi medio siglo fue parte del lugar que da origen al documental: el Campamento Jened, fundado en 1951 para recibir durante los veranos a adolescentes y jóvenes con discapacidades y que, entre fines de los 60 y principios de los 70 adquirió un rumbo más libre y relajado cuando pasó a ser administrado por hippies, los mismos que en esa misma época fueron el alma del festival de Woodstock, realizado en la misma zona donde se ubicaba Jened.

Luego de los dos minutos iniciales en los que el propio Jim Lebrecht cuenta cómo en su infancia tuvo que salir adelante habiendo nacido con espina bífida, y explica que a los 15 años su forma de ver la vida se amplió gracias a la experiencia en el campamento, los créditos iniciales –al ritmo del clásico For What it’s Worth, de Buffalo Springfield (la excelente selección de canciones de la época es uno de los aciertos del film)– resumen muy bien lo que veremos a continuación: una historia de superación y lucha, que logra escapar a los clichés que a menudo se pueden esperar de películas como estas.

“Quería ser parte del mundo, pero no veía a nadie como yo en él”, dice al inicio Lebrecht, y justamente fue en el campamento donde él y muchos otros jóvenes aprendieron no sólo a verse y valorarse a sí mismos de otra manera, sino además a comprender cómo otras personas atravesaban las mismas situaciones que ellos.

Aunque hoy eso pudiera parecer muy obvio, en esos tiempos aún era muy común que cualquier persona con discapacidad fuera prácticamente ocultada de la vista de la sociedad, o fuera objeto de prácticas médicas negligentes e incluso crueles.

Las imágenes en blanco y negro que un equipo registró en ese verano de comienzos de los 70 son un verdadero viaje en el tiempo, y sirven para presentar a quienes se convertirán en los protagonistas de la historia, entre ellos quien llegaría a ser una de las principales activistas por los derechos de las personas con discapacidad a nivel mundial, Judy Heumann, además de la divertida y deslenguada Denise Sherer Jacobson y Steve Hofmann, entre otros.

Tráiler de Campamento extraordinario.

Desde el registro cotidiano de sus rutinas y entretención a reveladores e improvisados debates donde conversan sobre sus derechos y las limitaciones en su libertad (“No puedes tener algo a lo que esperar si no sabes que existe” o “Debía encajar en este mundo que no estaba hecho para mí” son algunas de las frases que iban surgiendo), es posible comprender cómo en ese lugar y en esos días de verano surgió el embrión para la lucha que emprenderían en los años siguientes. “Lo que vimos en ese campamento es que nuestras vidas podían ser mejores”, se dice en un momento.

Ese proceso posterior es el verdadero centro del documental, porque luego de un tercio de película se pasa de la historia del campamento Jenned a la historia de una verdadera cruzada que con diversos avances y retrocesos se extenderá durante casi dos décadas y distintos gobiernos (desde Nixon hasta George Bush padre), para culminar en 1990 con la promulgación de la Ley sobre Estadounidenses con Discapacidades que prohibió la discriminación hacia las personas con discapacidades.

Los diversos episodios de esta crónica, que incluyen bloqueos de tránsito, marchas y ocupaciones de edificios públicos, son un ejemplo palpable y simbólico de los movimientos por los derechos civiles que se emprendían en esos años y que también se están emprendiendo en nuestros días por diversas causas, y es así cómo el mensaje de este largometraje no sólo se siente vigente porque, precisamente este 2020, se cumplieron tres décadas de la promulgación de dicha ley, sino porque la gente a lo largo del mundo se ha volcado cada vez más a las calles por diversos motivos y causas, para expresar descontento y para exigir sus derechos.

Martin Luther King también está presente en Campamento extraordinario con el uso de frases suyas en pancartas, y a pesar de los contornos dramáticos de lo que se cuenta, el documental tiene mucho humor y está lleno de la energía vital y fortaleza de carácter que transmiten sus protagonistas, aunque en el desenlace el tono se sienta nostálgico, tanto por los bellos acordes de Sugar Mountain de Neil Young que acompañan los últimos minutos antes de los créditos, como por el sabor agridulce de recordar el pasado y a quienes ya no están. Una época que parece tan lejana, y a la vez la conciencia de que aún hay mucho por hacer. PP

Campamento extraordinario. 2020. Directores: James Lebrecht, Nicole Newnham. Productores: Barack y Michelle Obama. Documental. 106 min. Estados Unidos.

5 sangres. 2020. Director: Spike Lee. Reparto: Delroy Lindo, Clarke Peters, Norm Lewis, Isiah Witlock jr., Chadwick Boseman. Productora: 40 acres, Mule Filmworks. 154 min. Estados Unidos.

El juicio de los 7 de Chicago. 2020. Director: Aaron Sorkin. Reparto: Eddie Redmayne, Sacha Baron Cohen, Mark Rylance, Frank Langella. Productora: Paramount. 129 min. Estados Unidos.

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