Lanthimos brinda otro filme raro y fascinante, en cuyo remate se pasa de listo                                               

La novena realización –la primera fue en 2005– de Yorgos Lanthimos ­(nacido en Atenas, hoy de 52 años), confirma su prestigio ganado en la última década como uno de los grandes cineastas contemporáneos; amén de ser uno de los más laureados con importantes honores en festivales internacionales clase A (Cannes, Venecia) y decenas de premios y candidaturas al Oscar, Bafta y Globos de Oro para varias de sus cintas. Uno de los pocos además que con su filmografía ha construido un universo personal, o sea a quien se le puede catalogar como autor cinematográfico; estatus no menor si pensamos que esa especie está en peligro de extinción. Como sus títulos más recientes -El sacrificio del ciervo sagrado, de 2017, Pobres criaturas, de 2023, o Tipos de gentileza, de 2024- Bugonia es de esas propuestas que da la inmediata impresión de estar frente a una clase de filme que nunca antes imaginamos ver.

Bella y grandiosa en lo visual, espléndidamente filmada, editada, actuada y musicalizada, esta coproducción (EE.UU. Corea del Sur, Irlanda) hablada en inglés es al mismo tiempo una cinta difícil de clasificar, una suerte de fantasía provocativa y trasgresora o de pesadilla alucinada que ofrece un relato en principio realista, desarrollado en una intrincada estructura y con un tono enrarecido o anómalo, descolocador e incómodo. Lanthimos expresa así su visión amargamente desencantada de la especie humana; él sin duda mira a la disfuncional humanidad de nuestros días con la frialdad de un entomólogo estudiando a través del microscopio a sus insectos, seres con aspecto de pequeños monstruos de conducta imprevisible e indescifrable.

Bugonia cuenta cómo un par de terroristas tan siniestros como estúpidos secuestran a la fría y calculadora directora ejecutiva de una poderosa empresa de investigación farmacológica, pues creen a pie juntillas que es una alienígena infiltrada aquí para dominar el planeta Tierra. Como el director es, por cierto, una mente lúcida que destina mayormente su obra a un/a espectador/a perspicaz e ilustrado/a, su nueva película luce espesa desde el mismo título. Su nombre suena —claro— a begonia, la delicada flor símbolo de armonía y convivencia pacífica. Pero como nada es tan simple tratándose de él, el prefijo bug significa bicho en inglés. Y bugonia es el vocablo griego que en la Antigüedad designaba la creencia de que las abejas nacían espontáneamente del cadáver podrido de un vacuno; aludiendo por cierto al ciclo de la vida que resurge desde la muerte.

GRAVES DESVENTAJAS

Emma Stone como la emperatriz de Andrómeda.

Hasta aquí lo positivo. El lado no tan bueno es que tal como La favorita, su película de 2018 y la más resonante hasta ahora (le valió 11 nominaciones al Oscar de ese año, pero solo ganó uno para la Mejor Actriz), Bugonia no es un proyecto propio de Lanthimos. Como aquél, su filme más mediático aunque el menos personal de todos, éste no tiene guion suyo. Más aún: es un remake occidentalizado de una cinta surcoreana de fantaciencia, Salven al Planeta Verde, de 2003, la cual tras una tibia acogida del público en su país con los años fue ganando categoría de culto en el streaming (no disponible en las plataformas chilenas). Principalmente por su narrativa delirante y también por anticipar el mito conspirativo de los Illuminati, sociedad secreta que sostiene que una élite de extraterrestres controla el poder mundial y busca apropiarse de nuestro planeta. ¿Es posible sospechar que el director griego, seducido por la industria del cine (hoy por hoy produce una cinta al año), está jugando mal sus cartas? Él eligió Bugonia a última hora de entre tres adaptaciones de filmes ya hechos que le fueron ofrecidos; el propio director coreano del original iba a liderar su versión gringa, pero luego lo relegaron a un cargo de producción, en tanto la modernización del guion la asumió un escritor con experiencia en series televisivas que nunca había escuchado antes de su modelo.

Por lo que se sabe, el esfuerzo sigue de cerca a la fuente, salvo algunos cambios de género. Desde luego el secuaz del secuestrador líder es acá su primo y no su novia con vocación de artista circense, y la víctima del atentado no es un hombre, sino una despiadada CEO. El asunto es que Lanthimos se apropia del relato y lo inunda con su energía creativa y particular estilo. Los hechores ­—Teddy (Jesse Plemons), un apicultor cuyo emprendimiento está en crisis debido a la desaparición de las abejas, y su primo, un grandulón inocente y manipulable que sufre autismo o alguna deficiencia mental— recuerdan fácil a los malandrines ineptos e idiotas de Los desconocidos de siempre, El quinteto de la muerte o Mi pobre angelito. Pero aquí Teddy pronto se revela como un fanático terrorista que se cree salvador del mundo; peor todavía, como un loco paranoico obsesionado por cobrar venganza (su madre yace hospitalizada como vegetal a causa del abortado ensayo de un nuevo fármaco).

Jesse Plemons, como Teddy el apicultor terrorista.

Así las cosas, la propuesta pronto se convierte en el más pavoroso thriller de secuestro cuyas características absurdamente demenciales, más las atroces y explícitas torturas físicas a que es sometida Michelle, la protagonista (Emma Stone), dejan nulo espacio para la ironía o la sorna. La rehén además está en la más completa indefensión, ya que la mayor parte del filme ocurre en una ruinosa casona aislada en medio del campo. Agreguemos que si bien el principal resorte de suspenso radica en saber si es o no una alienígena, salvo una pista bien avanzado el relato (la ineficaz aplicación de un electroshock), el filme se resiste a despejar esa duda. Los golpes de efecto de violencia son tan brutales y convincentes, que –admitimos­­— hace décadas que la pantalla no lograba hacernos saltar y retorcernos en la butaca. 

De modo que lo que impera en el visionado es la impronta oscura de Lanthimos, su absoluto desaliento y desencanto con el mundo que nos rodea. En ese entorno, el click humorístico rara vez funciona y solo provoca un par de sonrisas. Se debe hacer notar también que en esta, más que en otras cintas suyas, el cineasta se inclina a lo artificioso y rebuscado y extrema su gusto por lo excesivo. Así que cuando a última hora revela que Michelle no solo es una extraterrestre, sino la emperatriz de su galaxia (Andrómeda, la más cercana a la Vía Láctea de la que formamos parte y mayor que ella), el drástico giro de registro resulta demasiado abrupto y exigente. Suena a mal chiste. En contraste con el cruel y angustioso realismo que imperó antes, las breves escenas ambientadas en un paisaje de esa constelación lucen infantiles y burdas, como sacadas de una polvorienta película serie B. Ya no merecen respeto los sesudos temas ligados a la narración, como la ilusa fascinación por los mitos conspirativos, la teoría del caos con su determinismo a ultranza, o la crítica a las trasgresiones éticas en la experimentación científica.

El director Yorgos Lanthimos.

Dado que esta no es, obviamente, una pieza de autor, quien sea asiduo/a a Lanthimos no podrá toparse con algunas constantes estilísticas suyas (la presencia de animales o algún baile grupal entre ellos). Menos aún con el característico tono ambiguo e intrigante en el cierre final de sus relatos. Acá el desenlace es claro como el agua. Más encima agrega un forzado y ridículo epílogo: una secuencia de algo más de cuatro minutos en la que obliga a presenciar la destrucción total de la Humanidad comandada por los andromedianos, que en el último plano ilustra la reaparición de la vida en el planeta Tierra con una abejita chupando néctar de flor en flor (literalmente bugonia). Mientras, de fondo, escuchamos a Marlene Dietrich cantando uno de sus temas clásicos, Where have all the flowers gone?, de sentido antibélico. O sea, en un futuro remoto habrá quizás una nueva oportunidad para la especie humana (que no veremos).

¡Un remate de una torpeza bochornosa! PP

Bugonia. Dirección y coproducción: Yorgos Lanthimos. Guion: Will Tracy y Jang Joon-hwan. Reparto: Jesse Plemons, Emma Stone, Alicia Silverstone, Aidan Delbis. Montaje: Yorgos Mavropsaridis. Fotografía: Robbie Ryan. Música: Jerskin Fendrix. Casas productoras: Square Peg, CJ ENM, Fruit Tree y Element Pictures. Ficción. Duración: 118 min. Estados Unidos, Corea del Sur, Irlanda, 2025.

Síguenos y haz click si es de tu gusto:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Translate »
Instagram