Sin categoría

EL SUEÑO DE OTROS

El imperio de esa casa atraviesa esos sueños (o no) y se deja notar gracias a una imagen casi pictórica creada por el director de fotografía Sergio Armstrong, que tiene momentos de alta belleza. La estética desplegada, sobre todo en los interiores, marca de alguna manera la sensación de apego a ese lugar cuya decoración y amoblado ancla en, al menos, cuatro décadas atrás. Pero ese espacio es elusivo: no se muestra completa toda la casa; solo ciertas de sus habitaciones aparecen, algunas reiteradas, otras apenas insinuadas. Un trozo del jardín y una reja de entrada que parece indicar que la casa está al final de una calle sin salida (como parecen estar sus habitantes).

Es un lugar de cierta forma fuera del tiempo y de la ciudad. No hay datos sobre su ubicación y su construcción es antigua, al igual que los árboles que, probablemente vieron crecer a esas dos mujeres que en el presente (¿presente?) de la narración conversan relajadamente. O al menos eso parece.

Además de la sensación onírica constante, la película está cruzada por la tensión. Una tensión cuyo origen podría estar en ese regreso no previsto ni deseado del padre, o en su necesidad de manifestar, de un modo u otro su homosexualidad. Por que narrativamente no hay razones expresas o explicitas para ella.


A propósito de este tema, hay una secuencia breve y muy interesante en el filme, en la que el protagonista baila con su cuidador. La carga sensual e insinuante de ese breve baile posee un peso que traspasa la pantalla, constituyéndolo en una suerte de punto alto dentro del total de la película. En las antípodas, sensorialmente, está la escena de los streapers: es violenta y nada sensual, como queriendo remarcar las diferencias entre la atracción genuina y el sexo por dinero. El contraste entre ambas secuencias pone de manifiesto otra característica del filme: su tendencia hacia la teatralidad, menos notoria en la primera secuencia comentada y que, en muchos momentos del filme, le juega una mala pasada a la realización en general.

En este punto, cabe llamar la atención sobre quien encarna al protagonista: Enrique Giordano. Fuera de la ficción de Álamo, Giordano es un ícono, un poeta, dramaturgo, actor y director de teatro, quien fuese un personaje casi mítico en la vida cultural y bohemia de la Concepción de los años 60 y 70, hasta el golpe de Estado. Tras el 11 de septiembre de 1973, partió a vivir a Estados Unidos donde desarrolló una importante carrera académica y creativa. Hoy, de regreso a su Concepción, y ahora en este filme, atrae en el rol de un hombre viejo que oscila entre el clóset y la plena exposición de su sexualidad.

Enrique Giordanno en el rol protagónico

Las hijas, por su parte e interpretadas por Francisca Lewin y Claudia Vergara, agregan a la tríada presencias muy diferentes: evanescente la primera y un poco más apegada la materia, a la tierra, la otra. Sin embargo, en este juego de piezas como de un rompecabezas en que está armado el filme, no logran constituirse en caracteres absolutamente definidos y sus intereses, salvo en lo que se refiere a la cercanía o distancia con el padre, no quedan claros a lo largo de la trama.

Lo mismo sucede con la pareja de posibles compradores de la propiedad. Funcionan como elemento de ensueño, de deseo, en la primera secuencia en que aparecen; pero el encanto se rompe con la escena en que van a dar razones de su desistimiento.

El recurso de los cortes drásticos entre una secuencia y otra deja en claro el hecho de que la narración no es lineal, y de que el tiempo no es respetado en forma convencional a lo largo del filme. Esto hace que no haya una historia, en el sentido tradicional o aristotélico en que las conocemos, sino que sea imprescindible que quien se enfrenta a la película arme su propio recorrido y saque sus propias conclusiones. Aunque por ratos no resulte fácil.

Sin embargo, como en los sueños, no siempre importa armar la historia completa. Lo que resuena en cada uno es lo valioso. Seguramente, cada quien armará el puzzle a su propia manera o el visionado le dejará la sensación de un caleidoscopio.

Mauricio Salomón Álamo, quien presentó hace algunos años un logrado documental sobre la actriz Myriam Palacios, entra con esta película en la ficción de un modo que, podríamos decir, es inquietante. Alejado plenamente de las obligaciones comerciales, su Vivir al revés es un experimento que, aunque a veces no termine de cuajar, resulta atractivo e interesante de ver.

Vivir al revés. Dirección y guion: Mauricio Salomón Álamo. Elenco: Enrique Giordano, Francisca Lewin, Claudia Vergara, Rafael Contreras, María Paz Granjean. Dirección de fotografía: Sergio Armstrong; Dirección de Arte: Maca Ahumada, Mauricio Salomón Álamo y Rolando Báez. Montaje: Sophie França. Música: Rodrigo Zerené. Produccion: independiente. Chile, 2023.

Síguenos y haz click si es de tu gusto:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Instagram