Pirópolis, el último trabajo de Nicolás Molina (Los castores; Flow —documental sobre el Ganges y el Biobío— y Gaucho americano) muestra de manera íntima las peripecias de la Pompe France, compañía de bomberos porteña que, simultáneamente, debe lidiar con diversos focos dentro y fuera del cuartel. Afuera, el infaltable combate de incendios de la más diversa índole, el estallido social y el proceso constituyente; adentro, la visita de sus confraternos franceses y el arribo de mujeres a la compañía que ha sido históricamente masculina.
En su título, el filme hace una clara referencia a las líneas escritas a comienzos del siglo XX por el cronista y novelista porteño Joaquín Edward Bello, tomadas de su novela Valparaíso, la ciudad del viento, en la que declara “… porque Valparaíso debiera llamarse Pirópolis, o ciudad del fuego”. Así, sus escritos daban cuenta de un lugar en el que los incendios se sucedían con más frecuencia que en cualquier otra parte. A tal punto que llegaban a constituir una especie de fiesta trágica local.
Según diversos historiadores para cuando Edward Bello acuñaba el término los incendios habían aumentado llamativamente desde mediados del siglo XIX, debido al acelerado crecimiento de la actividad económica capitalista portuaria. Una tensión no resuelta entre lo público-privado por la solución del problema llevó a no pocos hombres, provenientes de familias inmigrantes europeas preocupadas por la protección de sus bienes, a la tarea voluntaria de fundar las primeras compañías de bomberos del país.
Y es que el peligro había aumentado con la masificación de las máquinas a vapor, la concentración de almacenes, talleres y bodegas que acumulaban material combustible y pólvora en calles estrechas, y la desprolija infraestructura levantada por el sector comercial e industrial. También por la negligente construcción de chimeneas, combinadas con materiales incompatibles de construcción, en el ámbito residencial. La precariedad del alumbrado público y el mal uso de explosivos y fuegos artificiales en eventos públicos, sumado a la ineficacia de las autoridades para evitar la calamidad —todo aquello, bajo la eterna variabilidad del viento porteño— fue configurando un Valparaíso inflamable, modelado por los siniestros y que, paradójicamente, ahogaba con ellos las pretensiones de crecimiento económico del empresariado portuario.
De hecho, desde este sector muchos optaron por echar más leña al fuego, provocando aún más incendios con el fin de cobrar seguros que prometían desembolsar el valor multiplicado de sus bienes lo que llevó a Edward Bello a decir que, en ese tiempo, “los balances se hacían con parafina”.
Nicolás Molina ya lo ha declarado, con su trabajo busca homenajear la labor y valentía de bomberos. Como tal, echa mano a una operación narrativa que se presenta sutil. Hemos comentado en esta revista que fuera de las pretensiones de objetividad que algunos le atribuyen al género documental, este teje una narración.

Algunos hacen más evidente esta tarea haciendo uso de elementos propios del cine de ficción como música incidental, recreaciones o relatos con voz en off. Otros adoptan estrategias narrativas menos forzadas que aspiran más que a una operación de análisis, a una de síntesis, donde la cámara espera quieta que los sucesos aparezcan como imágenes ineludibles de la realidad, mientras las decisiones del guion van develando el punto de vista.
Por la segunda manera se decanta Molina, cuya cámara capta un retrato íntimo, distanciado, pero inmersivo de la Pompe France. Casi siempre inmóvil y aparentemente imperceptible para las personas que interactúan frente a ella, las imágenes que consigue actualizan en cierto modo la historia de bomberos descrita en el preámbulo, mostrando, a cien años de los escritos de Edward Bello, un carácter todavía voluntario, sostenido por lazos de fraternidad internacional.
Actualizado, sostengo, porque el preámbulo no se queda ahí. Entre medio, los incendios que afectaban a las poblaciones en los cerros, habían comenzado a formar parte de las preocupaciones de las compañías hasta, en nuestros días, volverse central. ¿El motivo?, la amenaza de una última clase de siniestros, cuyas magnitudes vienen representando en las últimas décadas mayores pérdidas y sacrificios para la comunidad, el incendio forestal.
En este escenario la cámara de Molina se instala, tomando posiciones privilegiadas. Desde lejos fija su atención en la magnitud que implican las tecnologías para combatir un megaincendio. Acercándose un poco más, plasma entre el cielo y la tierra, el viento y el humo el agua y el fuego, los esfuerzos de la comunidad. Y, como si se tratase de un bombero más, se interna en los incendios dando cuenta de que su control depende de una coordinación indispensablemente grupal.
Al interior de la compañía una delegación de bomberos franceses, encabezados por Baptista, ha llegado para auxiliar a sus confraternos chilenos en el combate de incendios forestales. Aquí la cámara intrusa de Molina capta detalles de una relación que se percibe residual, al mismo tiempo que la fraternidad sobrevive en el jolgorio de una cena, en la nostalgia de una canción o en lo anacrónico de un himno.
Sin embargo, la visita de los franceses y los incendios forestales no representan las únicas novedades en el tiempo del documental. Lo es también el contexto político del estallido social que por esos días ocurría en el país. Aquí, nuevamente la cámara parece esperar hasta el límite las imágenes interesantes de una comunidad que resiste. A su vez, capta a los bomberos franceses paseando por Valparaíso, escuchando cómo Baptista resume la historia de la Constitución en Chile. De este modo, franceses hablando de constitución aparecen como una metáfora histórica y, si se quiere, irónica, destacable del documental.
Como toda narración, Pirópolis cuenta con héroes: por supuesto los bomberos a los que Molina busca homenajear; a quienes muestra no solo en acción sino también en su cotidianidad al interior del cuartel.
El relato queda con Capi, Héctor Casacuberta, capitán en retirada de la compañía quien es observado de cerca en sus esfuerzos y en sus tribulaciones de líder agotado. Combate incendios, sostiene los lazos con Francia, enseña a las nuevas generaciones los secretos de la lucha contra al fuego, y en la última tarea voluntaria que se ha propuesto: habilitar un espacio para recibir a las mujeres que, por primera vez, integran la Pompe France.

En este punto, la decisión del guion se vuelve interesante. En medio de una tensión que queda apenas enunciada, no es mucho lo que presenta de las voluntarias. Sin embargo, es lo suficiente para entender que no necesitan justificar su presencia en el lugar. Sin aspirar a resolver, más que con un exabrupto, una tensión que como sociedad no resolvemos todavía, la cámara no se queda con ellas como protagonistas ni con lo que podría ser el tenor de sus reflexiones. En vez de eso, apuesta por el empeño del capitán y de un joven bombero que es su ayudante y confidente nocturno.
Para su avant premiere (*) este miércoles 2 de abril en Valparaíso, Pirópolis se presenta con un año de preestreno que lo llevó a ser exhibido en cinco festivales, siendo el último el de Málaga. En ese periplo consiguió captar la atención de un público que copó con horas de antelación los asientos en su funcion del 48 Festival de Cine de la UC, el verano recién pasado en Santiago.
Junto con adentrarse en los conflictos de la Pompe France, quienes vean el documental podrán encontrar, efectivamente, un homenaje a la labor de bomberos, realizado con tomas cuidadas y planos del combate de incendios que, a ratos, resultan sorprendentes. Esas imágenes conectan con un pasado histórico que continúa en el Valparaíso inflamable que inspiró a Edward Bello y que, a modo de inmersión, acerca la mirada a la fascinación atávica por el fuego, rescatando el esfuerzo comunitario como único camino de vida para enfrentar su descontrol. PP
Pirópolis: Dirección: Nicolás Molina. Guion: Nicolás Molina y Valentina Arango. Producción: Joséphine Schroeder, Francisca Barraza. Dirección de Fotografía: Nicolás Molina. Sonido directo: Jorge Acevedo. Edición: Mayra Morán. Producción General: Pascual Mena. Diseño de Sonido: Roberto Espinoza. Post producción de imagen: Kenzo Mijares. Post Producción de sonido: Sonamos. Casas Productoras: Pequén Producciones, Funky Films. Distribuye: Miradoc. Documental. 73 min. Chile, 2024.
(*) Esta avant premiere, agotó sus entradas para mañana 2 abril, a las 19.00 horas en Insomnia Teatro Condell de Valparaíso. Luego, entrará a cartelera en la Red de Salas de Cine Independiente de Chile.
Referencias
Vela-Ruiz Pérez, A. ¿Valparaíso o Pirópolis? Historia de una gestión ineficaz en el control de los incendios. 1843-1927. Revista Archivum, 8 (9). 2009. Disponible en: https://www.academia.edu/11745067/_Valpara%C3%ADso_o_Pir%C3%B3polis_Historia_de_una_gesti%C3%B3n_ineficaz_en_el_control_de_los_incendios_1843_1927_Revista_Archivum_A%C3%B1o_VIII_No_9_Municipalidad_de_Vi%C3%B1a_del_Mar_2009
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