LA CRISIS DEL CINE ARGENTINO: UNA PELÍCULA ESCRITA Y DIRIGIDA POR MILEI

En la histórica avenida Rivadavia una fila interminable esperaba a las afueras del cine Gaumont para asistir al cierre del Festival de Cine de Buenos Aires.Se proyectaba Adiós, Sui generis, el mítico filme del guionista y director argentino Bebe Kamin, que documenta el último concierto del grupo argentino vocalizado por Charly García y Nito Mestre.

La sala no tardó en llenarse y se convirtió en el mismo Luna Park, un gran encuentro multitudinario que reunió a jóvenes y adultos en una función irrepetible en 35 mm. Su director se acercó al escenario y fue recibido calurosamente.

Entre la multitud señaló a Mestre, quien fue parte del encuentro, y se tomó unos minutos para agradecer a su audiencia por la gran convocatoria. No sólo para revivir uno de sus primeros filmes, sino por el simple hecho de ir al cine, sobretodo en tiempos donde en Argentina esto pareciera ser “un acto político”.

El realizador, como parte del gremio audiovisual, no fue indiferente a la situación que hoy atraviesa la industria cinematográfica tras las nuevas políticas culturales que fomenta el gobierno.

NO HAY PLATA

Bajo esta consigna, el gobierno pretende ajustar el gasto público para contrarrestar el déficit fiscal que por años acarrea la nación. Ya ajustó las universidades estatales, al prorrogar el presupuesto del año pasado sin considerar la inflación. También lo hizo con la salud pública y las jubilaciones.

Ahora le tocó a la cultura, a la cual le dedicó un capítulo completo en el texto de la Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos (Ley Ómnibus, para los ‘amigos’). En simple, el mandato contempla una serie de medidas de reperfilamiento para la industria audiovisual, artística y musical. 

En lo que respecta al cine, el ajuste obliga al INCAA a modificar su estructura organizativa, suprimir sus unidades operativas, reducir su personal y erogar el presupuesto.

Si bien la ley aún no es aprobada en su totalidad, ya se sienten algunos de sus efectos. Tan pronto comenzó a regir la nueva directiva, cientos de trabajadores fueron despedidos tras no renovar sus contratos y quince unidades del instituto fueron disueltas. Entre ellas, la de transparencia, comunicaciones y su observatorio audiovisual.

Frontis del INCAA. Foto: TV MAS.

Carlos Pirovano, el economista designado para presidir el organismo, considera que dichas unidades no sirven “para nada” y es un lujo tenerlas en funcionamiento. El especialista en finanzas y planeamiento estratégico no fue bien recibido por ser una figura ajena a la industria.

Su llegada remeció los cimientos de la institución al reestructurar su cuerpo operativo y despedir a cerca de un tercio de sus empleados. Además, firmó un decreto que hoy mantiene suspendida por 90 días la presentación de proyectos cinematográficos.

La decisión no cayó bien a los cientos de funcionarios que verán detenida su fuente laboral por un tiempo considerable. Eso, junto con acrecentar su incertidumbre respecto al funcionamiento del instituto.

Cabe señalar que los recortes al cine no son nuevos. Ya fueron vistos en el gobierno de Mauricio Macri en 2015, cuyos problemas de inflación también obligaron a recortar el gasto en cultura y el fondo del INCAA. Tras el congelamiento de créditos y la reducción presupuestaria para películas de costo medio, hubo una serie de manifestaciones en contra de las medidas macristas de austeridad.

La misma situación ocurrió años después bajo el mandato de Alberto Fernández (2019-2023), por el reclamo ante la pronta caducidad de los impuestos designados al rubro y una propuesta que limitaba los subsidios.

Entonces, el descontento fue tal que se pidió la renuncia del entonces presidente del INCAA, Luis Puenzo. Con el ritmo con que va ahora la cosa, no son muy distintas las intenciones que busca el gremio para el actual director.

Desde marzo los trabajadores del rubro llaman a manifestarse contra la motosierra de Milei.El Gaumont fue el epicentro de la primera marcha masiva que reunió a directores, funcionarios y estudiantes de cine, manifestación que fue reprimida por parte de la policía porteña.

Un mes después, sólo hubo más recortes al suspender los espacios INCAA y sus programas de inclusión (cine en cárceles y escuelas). Eso, junto con nuevos despidos, en su mayoría a trabajadores mono tributarios (pequeños contribuyentes), y cerca de doscientas personas dispensadas de la presencialidad laboral.

De momento, los únicos trabajos en desarrollo dentro del instituto son el actual rodaje de una película y dos en proceso de preproducción. Sin embargo, los mismos trabajadores dudan que estos proyectos vean la luz.

Carlos Pirovano es el economista, especialista en finanzas y planeamiento estratégico y ajeno a la industria del cine, que Milei designó para restructuar el INCAA.
Foto: Francisca Ponce

CÓMO SE FINANCIA EL CINE

Para entender qué ocurre con el INCAA, es necesario explicar cómo se financia y se producen películas, tema controversial en la Argentina de hoy y centro de disputas en cuanto al capital dispuesto y la cantidad de filmes que se pueden hacer.

Tras modificaciones a la Ley de Cine en 1994, se creó el Fondo de Fomento Cinematográfico, el cual está compuesto por un 10% sobre el precio de cada entrada vendida (sea de cualquier película), otro 10% del precio de venta de videogramas y el 25% de la recaudación de multas y tasas del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom).Este último es considerado el mayor aporte, ya que corresponde a tres de cada cuatro pesos que ingresan al fondo.

La ley establece que, del fondo, un 50% debe usarse para financiar el fomento, (entiéndase por fomento producir, distribuir y exhibir mediante créditos y subsidios), mientras que el otro 50% para gastos operativos del organismo.

Lo que propone la Ómnibus es mantener el impuesto del precio de las entradas, pero elimina la carga de videogramas y la recaudación del Enacom. En su lugar, los fondos para el fomento cinematográfico surgirán de “los recursos que determine el Presupuesto Nacional”.

En corto, el INCAA deberá prescindir del dinero recaudado por la Enacom y existe un nuevo tope para los gastos internos. Así, el instituto deberá costear hasta un 25% internamente y como mínimo un 50% en el fomento al cine.

Ahí es donde la industria ve el mayor problema, ya que advierten la pérdida de buena parte de los ingresos que entran en el instituto y la dependencia que tendrá este de los recursos que todos los años se incluyan en el presupuesto nacional.

Claro está que las medidas traerán consecuencias para todos los organismos que dependen del INCAA, ¿Cómo se las verán si el instituto debe acotar sus gastos? Partiendo por sus complejos de exhibición, como el Gaumont y otras 60 salas distribuidas en todo el país.

Lo mismo ocurre con los mercados y festivales de cine que, en palabras de Pirovano, no serán financiados bajo su dirección.

Ventana Sur es quizá el mercado audiovisual más importante de la región, a cargo del INCAA y el Marché du Film de Cannes. Su función es clave, ya que reúne y promueve coproducciones, además de financiamiento y distribución del producto latinoamericano al mundo.

Tras el ajuste presupuestario, la directiva del mercado evalúa la posibilidad de trasladarlo a Uruguay para diciembre próximo. Incluso ya se discute su realización cada dos años en Buenos Aires o de manera tripartita con Brasil.

El Festival del Mar del Plata, por su parte, es considerado el evento de cine más importante de la región al ser su único certamen de categoría “A”, además de ser reconocido por la Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos (FIAPF).

La edición de este año se salvó de un final trágico, ya que pese a la situación el festival sí tendrá lugar a fines de noviembre. Pero, ¿hay certezas de que el próximo año siga en pie? Eso está por verse.

Por suerte, hubo marcha atrás con un par de decretos. El más reciente fue con la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (Enerc), la cual tendrá asegurado su financiamiento. Luego fue la derogación del Fondo Nacional de las Artes y el Instituto Nacional del Teatro, ambas incluidas en la Ley Ómnibus.

Del primero se rescatan diversas líneas de fomento, ya sean becas, concursos, préstamos y subsidios. Después de varios vaivenes, la oposición cedió en el debate y mantendrá el fomento “preservando el objetivo de que los gastos administrativos no sean una carga excesiva y con rediseños institucionales en la propuesta de modernización del FNA (cuyo cierre ya no se propicia) e INCAA”.

PELÍCULAS V/S AUDIENCIAS

A este punto, sería legítimo preguntarse: ¿qué dicen los números del cine argentino al respecto? Bastante, al ilustrar la realidad detrás de la producción nacional versus su consumo.

Según los datos que rescata el sitio oficial del INCAA, el 2023 se estrenaron en Argentina 472 películas, de las cuales 241 fueron producciones nacionales. De ellas, el estreno más visto fue Muchachos: la película de la gente, con 892.321 espectadores. Luego le siguen La extorsión (547.843), Cuando acecha la maldad (268.246), Casi Muerta (154.028) y Puan (125.173). Las demás, no llegaron a los cien mil espectadores, y sólo 98 de los 241 filmes alcanzaron los mil. Hay películas, pero falta audiencia.

Puan, de María Alché y Benjamín Naishtat, ganó dos premios en el Festival de San Sebastián y fue la quinta película argentina más vista en 2023.

Esto puede ser un problema si se le suman los déficits que el instituto experimentó los últimos años. El 2021, la cifra fue cercana a los 550 millones de pesos. Al año siguiente, aumentó a los mil millones. Si bien hubo un superávit en 2023, entre ingresos y egresos no hubo mucha diferencia: 10.838.658.800 pesos contra 9.940.375.999 pesos.

Eso, considerando lo que se destina a sueldos  (3.419.620.806 pesos), gastos internos (1.626.317.134 pesos) y gastos no directos del INCAA, que comprenden transferencias a privados como créditos y subsidios  (4.604.406.071 pesos).

Está claro que hay algo que no funciona, al menos no como debería, y aquel problema involucra una uno de los temas más sensibles para el argentino de a pie: la plata.

Opiniones frente al tema son diversas: ante la situación de crisis, algunos se cuestionan por qué financiar películas “que no ve nadie”; otros, se preguntan qué ocurre con los déficits del instituto y si estos son cubiertos con parte del Tesoro Nacional.

Aclaremos de inmediato esa duda. El INCAA es un ente autárquico que maneja sus propios gastos. Además, es público, pero no estatal, por lo cual no puede (ni debe) recibir dinero del Gobierno. De que lo haga o no, eso ya es harina de otro costal.

Pero volvamos al primer punto, el origen de la controversia. ¿Por qué financiar al cine? Hay miles de razones para hacerlo, partiendo porque es cultura y es Argentina misma. Lo que sí es evidente es que detrás de esas películas “que no ve nadie” hay problemas más profundos que van más allá de lo meramente financiero, y nos referimos al fomento cinematográfico y a la formación de audiencias.

Solucionar la cuestión deficitaria implica enfocarse en ambos objetivos. Puede cuestionarse cómo se logra esa difusión ahora que el Gobierno ha decidido desintegrar el área de comunicaciones del organismo. ¿Cómo hacer visibles aquellos filmes locales, que la verán aún más difícil si el INCAA comienza a regirse bajo las lógicas de mercado que promueve su presidente? Estas son trabas que no ayudan al conflicto.

En esta discusión hay más opiniones reduccionistas que soluciones concretas. Quedarse con el discurso de que el cine argentino es improductivo y deficitario es negar las numerosas producciones locales que han sido reconocidas y premiadas a nivel mundial.

Ni siquiera hace falta nombrarlas: baste decir que las dos películas argentinas que han ganado el Oscar (La historia oficial en 1986 y El secreto de sus ojos en 2010) recibieron apoyo del INCAA.

Oscar a la Mejor Película Extranjera para El secreto de tus ojos, segundo filme trasandino en obtenerlo.

Algo sí es cierto: el instituto necesita replantearse un par de cosas, entre las más urgentes, cómo y cuánto producir considerando los recortes a su industria, lo cual conlleva a nivelar la desproporción entre producciones y espectadores que, como ya se dijo, sólo es posible de conseguir mediante un fomento que permita llegar a una mayor cantidad de personas.

También es cierto que el Gobierno y la nueva dirección del instituto no acertaron en cuanto a la forma de introducir cambios en el INCAA (algo que aplica para la mayoría de instituciones públicas bajo la era Milei), ya que con el objetivo de ajustar todo lo ajustable en tiempo récord, se obtiene a cambio la disolución de unidades operativas que, por lo demás, son esenciales para producir filmes de calidad, y a centenares de trabajadores cesantes de un día para otro.

Así, sólo se agudiza el conflicto social y se precariza la industria. Una cosa es sanear y regular el gasto, pero otra muy distinta es querer refundar un organismo que lleva años operando como tal.

Las tensiones entre el cine y el Gobierno seguirán siendo las protagonistas. Esto, si no hay cambios a favor de una industria cuya protección, más que nunca, amerita de nuestra mirada.

Resulta ilógico creer que el cine sea motivo de división y conflicto en la Argentina. Porque esa noche en el Gaumont mostró todo lo contrario: un espacio de encuentro con su gente y la obra nacional. PP

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