LA GRAN BATALLA ENTRE EL DON Y LA ENFERMEDAD

El 25 de junio se estrenó en Amazon Prime el documental I am Celine Dion, retrato íntimo de la lucha de la cantante canadiense contra una rara enfermedad neurológica llamada Síndrome de la Persona Rígida (SPR). La potencia dramática de la cinta, dirigida por Irene Taylor Brodsky, está basada en dos principios constructivos.

El primero: la cámara persigue a la cantante a través de una vida cotidiana teñida por la angustia de la enfermedad, en la casa familiar, en el estudio de grabación, en las visitas médicas. Es Dion la que, mirando a los ojos al espectador, cuenta que la enfermedad le impidió subirse a un escenario durante los últimos dos años. Ahora busca dar un paso hacia la reconquista de su carrera (El que sin duda dio en la inauguración de los Juegos Olímpicos de París).

Ese doble papel de personaje y narradora anticipa un grado de condensación explosivo en la protagonista: no habrá otros testimonios ni tampoco recreaciones ficticias. Nadie gritará ¡corte! cuando la cantante se entregue a la congoja de haber perdido su voz, ni cuando sufra un ataque convulsivo en medio de una sesión de grabación.

La otra decisión sensible es la omisión de su trayectoria. La película no repasa las eras de la estrella del pop ni reconstruye su vida. Las únicas ráfagas que cortan el registro puro y duro del presente son algunos fragmentos de performances: conciertos, videoclips, filmaciones caseras donde una niña con cara de pájaro despliega un talento histriónico y, al mismo tiempo, elegante. La clave está en que estos flashbacks, en vez de historizar, revelan una especie de núcleo impermeable, una continuidad espiritual: Celine Dion ha sido siempre la misma.

O sería más justo decir: lo mismo. Al menos -y sobre este angosto valle planea la película-, hasta la irrupción del síndrome. (Acá resplandece una señal respecto al título, o mejor dicho respecto a lo que no significa el título: I am Celine Dion no pretende sintetizar, y, por lo tanto, no es una despedida. La cantante misma se encarga de socavar la prepotencia del yo cuando se pregunta en voz alta: “Celine Dion lo da todo en el escenario, Celine Dion es la mejor. ¿Soy yo Celine Dion?”).

DOS CARAS DE UNA PASIÓN

La película retrata el amor por el canto y la batalla contra la enfermedad como las dos caras de una pasión terrible. Elmaterial primario es el footage de los efectos del Síndrome de la Persona Rígida. También, a destiempo, el cambio de postura constante -belicosa, angustiada, humorística, desconsolada- de Dion ante la adversidad. Una adversidad que la encuentra, siempre, íntegra. El inglés tiene la palabra justa: soulful. Es como si el tamaño de su drama fuera proporcional a la fiereza de su espíritu. Celine Dion cantando a los dieciocho años es el espejo invertido de Celine Dion en su lucha contra el SPR a los cincuenta. Una misma fuerza natural, desatada. Los flashbacks a sus actuaciones del pasado no pretenden fetichizar lo perdido. Al contrario, evidencian un poder. El del éxtasis del cuerpo sobre el escenario.

Ella lo dice de muchas formas. “Cantar es una droga”, repite. También: “Hasta la irrupción de mi enfermedad, mi voz fue el líder, mi voz fue quien conducía mi vida. Y yo me dejé conducir, simplemente porque la pasaba increíble”. Es el imperio del placer físico sobre la voluntad, incluso sobre el destino. “Jamás podría haber dejado que mi ego se creyera dueño de mi voz. La tenía que seguir”. Está claro que la sujeción de Dion a las fuerzas incontrolables del cuerpo no nace con la enfermedad. Ahora es el síndrome, sí; pero antes fue el Don. Y entonces el título vuelve a hacer espuma, otra vez por la negativa. Si al ver  I am Celine Dion en el carrete de Prime algún espectador se ilusiona con una exaltación de la personalidad o del genio artístico, saldrá decepcionado. Ella lo formula con una lucidez conmovedora cuando habla de su crianza en el seno de una numerosa familia trabajadora: «Yo no me hice a mí misma”. Después agrega: “Yo soy”. Es una explicación posible para la colección de memorabilia sobre su vida personal y profesional que la cantante acopió durante años en una especie de depósito-museo propio. (Si Celine Dion es y fue siempre un cuerpo en disputa, el archivo aparece como la única construcción posible. La caja negra en el desierto.)

UN SEÑUELO

Una pregunta se va amplificando a medida que el filme se adentra en el desconsuelo. Si la voz conducía su vida, ahora que no la tiene, ¿a quién tiene que seguir? ¿A la enfermedad? No. A la enfermedad solo puede combatírsela. En ese sentido, la cinta evita las respuestas fáciles o tranquilizadoras hasta el final. No se sabe cómo progresará la paciente. El pop romántico -ese género tan bastardeado que Dion elevó a la categoría de arte- es, como toda literatura, un rezo que decimos en voz alta para darnos coraje. De ahí que la sinopsis destaque la crudeza del documental. El choque entre ese cuerpo de ballet icónico de Dion -ligero, casi lívido, celebratorio del aire- y el cuerpo del síndrome -atrapado en su propio espacio- no podría ser más violento.

Si el señuelo no es la enfermedad, entonces persiste el enigma: ¿a quién o qué seguir? El truco queda al desnudo en una frase que parece anecdótica: “La performance es crucial. La performance es más importante que la canción. No importa si la canción es mala. No hay canción mala cuando la performance es buena”. Dion convierte su batalla contra la enfermedad en performance. Deja la cámara prendida para que, cuando el ataque convulsivo se la lleve, haya una mirada capturándolo. Si la máquina de la enfermedad la somete, bueno, entonces la máquina del espectáculo someterá a la enfermedad. En sus palabras, que son de otro: “show must go on”. Solo que el show al que se refiere no es el show business. El show es esto, lo que se puede: su batalla contra la enfermedad en defensa de su necesidad de performar. Como si solo por medio de la exhibición de su martirio pudiera transmitir, como un eco remoto, o encapsulado, su voz. El canto por otros medios.

Y acá volvemos, por última vez, al título. I am Celine Dion podría leerse como un grito de guerra, una solemne arenga de superación personal. Bajo ese prisma, la cantante permanece fiel a sí misma a pesar de la enfermedad. Pero la película sugiere una lectura más audaz. Y es que la protagonista es ella misma sobre todo en su batalla contra el SPR. I am Celine Dion. ¿Qué significa ser un nombre propio, más que una performance, la primera, la que funda un engaño que solo desbarata -a veces- la cercanía con la muerte? El gran acierto de la película es arriesgarse a dar algunas respuestas. PP.

I am Celine Dion. Dirección: Irene Taylor. Elenco: Celine Dion, René-Charles Angélil, Nelson Angélil, Eddy Angélil. Fotografía: Nick Midwig. Producción: Stacy Lorts,Tom Mackay, Julie Begey Seureau, Irene Taylor. Montaje: Richard Comeau, Christian Jensen. Música: Redi Hasa. Casas productoras: Metro Goldwyn Mayer, Sony Music Entertainment, Les Productions Feeling, Vermilion Films. Documental, 103 minutos, Estados Unidos. 2024.

Marcos Lizenberg es un escritor argentino con formación en cine. Ha publicado artículos y textos en diversos medios.

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