Con un elenco en el que prácticamente no aparecen los actores fetiches del director estadounidense, El esquema fenicio hace jugar a una pléyade de excelentes figuras del cine anglosajón para dar vida a una historia desatinada e improbable, como suelen ser las suyas.
Desde sus comienzos, quien se interesó en el cine de Wes Anderson (Houston, Texas, 1969) al enfrentarse a su especial universo debió meter la nariz de lleno en situaciones absurdas, personajes complejos pero escandalosamente poco comunes. Como en La vida acuática con Steve Zissou (2004), Gran Hotel Budapest (2014) o Asteroid City (2023), todo es falso, pero detrás de esos escenarios salidos de su imaginación, detrás de esos caracteres extraños, en medio de toda esa excentricidad, siempre brilla una cierta verdad, una visión de un mundo que no es tan perfecto como las líneas rectas que alimentan sus escenografías. Porque no prácticamente no hay curvas ni sinuosidades en esos mundos, aunque las historias estén llenas de circularidades y de espirales.
En medio de ello, el humor. Un humor particular que a veces sacará risas, otras sonrisas. Y que, como toda singularidad, no es del agrado de todo el mundo. Habrá quienes odien a Anderson y se aburran como ostra con sus películas y quienes, valga la confesión, lo admiramos.
En el caso de El esquema fenicio, la trama es un puzzle cuyas piezas están, literalmente, en cajas de zapatos, de camisas, de guantes. Cada caja abierta será una suerte de capítulo del filme, en que el protagonista –Anatole Zsa-Zsa Korda, un empresario internacional multimillonario, corrupto y ansioso de conocimiento (Benicio del Toro)– se reunirá con sus socios para una empresa de enorme envergadura: la construcción de una obra de infraestructura, cuya ingeniería y ejecución desafía muchos límites. Físicos, económicos y, sobre todo, éticos.

En la aventura ha involucrado a su hija –Liesl, encarnada por Mia Threapleton–, una novicia que anhela volver al convento, y a un tutor que les enseña sobre los bichos del planeta –Bjorn (Michael Cera)–. De él no diré nada, para no caer en spoilers.
El desarrollo de la historia está lleno de gags, incluso repetidos, pero que funcionan siempre, y de sorpresas insólitas: de partida, Zsa Zsa parece tener más vidas que un gato y más astucia que una hiena, e irá sacando cartas de debajo de la manga para conseguir sus metas económicas y de poder. En el camino narrativo, hay citas cinematográficas a Fellini y quizá incluso a Bergman, a Casablanca, a los filmes de acción y a las actuaciones del cine mudo (notable en el caso del personaje encarado por Benedict Cumberbatch). Cada tanto, se intercalarán los diversos pasos del protagonista por el cielo, filmados en un blanco y negro curioso y notable de límites difusos. Bueno, mal que mal se trata del cielo.
CAPAS Y MAS CAPAS
El cine de Anderson es, claramente, un cine formal. Su concepción de la imagen integra desde el vestuario hasta el último de los detalles para crear espacios y ambientaciones cuidadas y únicas en las que ocurren los más insólitos acontecimientos. A su vez, la combinación de planos muy abiertos, en contrapicados absolutos, con planos medios a escala normal, van complejizando la entrada del espectador a la acción: como en todo cine, los espectadores somos estos voyeristas que entramos en la vida de otros seres, solo que acá nunca sabemos desde dónde estará presentada la acción. Ejemplo de esto, la coreográfica secuencia del baño, en que diversas enfermeras lo alimentan o asisten mientras él, instalado en la tina… lee y fuma, sus dos pasatiempos básicos.
En este nuevo filme se pasa de un supuesto castillo del siglo XVII, hasta un desierto con restos arqueológicos que imitan monumentos antiguos. Hay un tren, cómo no, un barco, un avión, un túnel, una selva, un campo de maíz, un hotel que simula un templo egipcio. Todo tiene un aire exótico (otra de las claves de su cine) ya que el nombre de la película remite a este complejo de ingeniería que él quiere desarrollar en Fenicia, país inexistente ubicado en Medio Oriente o África. Nada lo detendrá —ni los atentados de diversa índole— para intentar lograrlo, como parte de un argumento que une este negocio trucho, con la búsqueda que realiza la hija sobre la verdad de la muerte de su madre y quizá, de paso, su verdadero origen.

Es esta relación entre padre e hija la que hace avanzar en profundidad la historia, llevándola hacia un desenlace inesperado. El Más Allá toma importancia en el desarrollo de la vida de los personajes de modo trascendente.
Porque el cine de Anderson tiene muchas capas. Unos se quedarán con la anécdota, otros con la estética. Algunos con el humor. Otros verán una historia que, en realidad, va de otra cosa.
En general, todo su cine es así: el tema central, el de fondo, está escamoteado en medio de la entretención que fluye, sin duda alguna, entre sorpresas, hermosos y compensados colores, buenas actuaciones. Entonces, un cine que parece de diversión, resulta ser de contenido camuflado y está muy bien. Uno se puede quedar pensando o no. Es a cuenta de cada espectador.
En El esquema fenicio hay mucha tela que cortar: la avaricia, la codicia del capital desatado que usa las trampas y estrategias que sean necesarias; las difíciles relaciones filiales; la traición y el honor. El enamoramiento y la empatía. Las relaciones comerciales internacionales y la pobreza del tercer mundo. La guerra fría y la violencia inter-familia.
Todo está ahí, disfrazado de farsa, de comedia de aventuras, de falsedad. Pero hay grandes verdades en medio de las escenografías que no pretenden convencer a nadie de ser reales.
Y en medio de personajes al borde de lo hierático que se desarrollan mediante diálogos pimponeados, de gran ingenio, teatrales si se quiere. No muestran sentimientos y parece que no los tuvieran, pero resulta que sí. Actuaciones, por tanto, notables aunque buscadamente estereotipadas, interpretadas por grandes como Bill Murray (como Dios, por cierto), Bryan Cranston, Willem Dafoe, Tom Hanks, Scarlett Johansson, Jeffrey Weight, Benedict Cumberbatch.

En suma, este director operático nuevamente entrega un filme complejo en su aparente simpleza de contenido, entretenido desde la primera a la última toma, quizá el más gracioso de su obra hasta ahora y al que hay que mirar como quien mira una muñeca rusa: sacando capa por capa, por capa. O quedándose con observar solo la primera muñeca, la de afuera. Porque, de todas maneras, será una buena experiencia. PP
El esquema fenicio. Dirección y guion: Wes Anderson. Historia: Wes Anderson y Roman Coppola. Elenco: Benicio del Toro, Mia Threapleton, Michael Cera, Bill Murray, Bryan Cranston, Willem Dafoe, Tom Hanks, Scarlett Johansson, Jeffrey Weight, Benedict Cumberbatch, entre muchos otros. Dirección de fotografía: Bruno Delbonnel. Casas productoras: Indian Paintbrush, American Empirical Pictures, Studio Babelsberg. Comedia de aventuras. Duración: 101 min. Coproducción Estados Unidos-Alemania, 2025.