Una violación grupal a una líder feminista transforma la reivindicación de sus compañeras de colegio frente a los abusos de un profesor en una historia que es un ejercicio de representación de un conflicto social. Ellas son las víctimas y protagonistas que tendrán que arremeter contra un sistema de hombres en posiciones de poder y cuya máxima metáfora es el juego de la cacería.
La historia inicia con imágenes inquietantes, pero no alejadas de la realidad: una adolescente es seducida por su profesor de teatro. A partir de este suceso, se desata la toma y manifestación de un grupo de estudiantes que se alza contra el profesor acusado en un colegio católico y elitista.
El relato se impone desde un imaginario reciente, asociado a las protestas feministas, en que las mujeres se han manifestado mundialmente para denunciar las violencias con las que conviven. Las escenas son el pretexto para enganchar a un público mayormente sensibilizado con un problema arraigado, transversal, históricamente naturalizado, cuya trama apela al imaginario en que niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres han lidiado con estas situaciones de forma permanente.
La historia es protagonizada por un selecto grupo de actrices, que incluye a la galardonada Daniela Vega, lo que sirve para realzar la denuncia –desde la ficción– de la naturaleza dominante y violenta arraigada entre los hombres. Mujeres policías hacen frente a un caso de violación y asesinato que termina por develar un juego en que hombres hacen valer su dominio, en el que vulnerar a una mujer se convierte en la prueba de poder máxima.
Blanca Ibarra, la líder del grupo de estudiantes que se manifiesta, ha sido víctima de sus propios compañeros. Las policías deben resolver el caso, aunque deben lidiar para ello con sus superiores. La serie conjuga un relato coral de abusos, acoso y violencia de hombres a mujeres, conjugados con una cultura del encubrimiento y la adversidad de un sistema completo. Es este carácter transversal el que permite a la serie denunciar, desde un contexto nacional, una realidad que cruza las fronteras.
Así, La Jauría representa en su historia un conflicto contemporáneo que pone a las mujeres como protagonistas y evidencia el rol social que pueden jugar este tipo de producciones audiovisuales. Se trata de un tema que adquiere importancia en la agenda pública, a nivel nacional y que traspasa fronteras. La serie, como relato de ficción, interpela a las audiencias desde realidades recientes y cercanas, como las movilizaciones durante 2019, la performance del colectivo Las Tesis de Un violador en tu camino; el movimiento Me Too y, por supuesto, al conocido caso de La Manada en España.
Las formas de la visibilidad de la lucha feminista por erradicar el machismo han sido arduas y arrojan frutos. El recienteInforme de Desarrollo Humano en Chile (2024), en uno de sus primeros capítulos, describe la realidad chilena en un contexto más propicio para la igualdad de género, reconociendo el rol del movimiento feminista y las nuevas institucionalidades que permiten poner en valor las acciones diseñadas para erradicar la violencia contra la mujer.
Sin embargo, la serie no calibra bien las apuestas entre las diversas tramas de esta lucha: el relato de las víctimas del profesor, la búsqueda de los autores de la violación, el antagonismo de los perpetradores de estos hechos y el juego de una cacería de mujeres. Trazos que son parte de un thriller que pierde el punto del relato en su segunda temporada, al ampliar la historia con el guiño a las tramas de poder y conspiraciones, así como los conflictos personales entre las mujeres policías. Todo esto explicaría el esfuerzo por presentar la serie desde una apuesta más o menos estandarizada, que en ocasiones se queda en una imagen estereotipada del conflicto.
Presentar situaciones como las relatadas en esta serie, supone hacerse cargo de un tratamiento que permita representar esta demanda por acabar con una división social que ha puesto a las mujeres en posiciones de desigualdad. La historia parece quedar al debe con aspectos que profundicen en las complejidades de respuestas que encuentran las protagonistas para lidiar con esta realidad.
¿Cómo sería esta serie si sigue a cada una de las protagonistas? Basta imaginar lo que significa lidiar con un padre, con un profesor, la familia, el colegio, la justicia, la religión, sus jefes y un juego que las vulnera. Cada una de ellas es una arista para ilustrar las estrategias para afrontar al machismo de forma cotidiana y que, desde lo que exacerba la serie, puede dar pistas para avanzar en resolver las brechas e inequidades de género y proporcionar un reconocimiento, una identificación desde ellas como protagonistas.
Construir personajes de mujeres vulneradas debe contribuir a humanizar una sociedad que aboga por mayor igualdad, esto debiera permitir considerar en estas historias, criterios de male gaze para abandonar la idea que la mujer debe ser lo mirado, para ser activa y componer también la visión de lo representado (Smelik, 2016). PP
La Jauría. Dirección: Lucía Puenzo, Nicolás Puenzo, Marialy Rivas y Sergio Castro. Reparto: Antonia Zegers, Paula Luchsinger, María Gracias Omegna, Daniela Vega y Mariana Di Girolamo. Serie de ficción. Dos temporadas. Casas productoras: Fábula, Fremantle y Kapow. 2020-2022. Disponible en Amazon Prime.
Esta columna recoge parte de las discusiones y análisis realizados por un grupo de investigadores asociados al Núcleo de Investigación en Televisión y Sociedad de la Universidad de Chile (NitsChile) y al Grupo Temático de INCOM: Estudios de Imagen, cine y televisión.
Bibliografía
PNUD (2024). Informe sobre Desarrollo Humano en Chile 2024. ¿Por qué nos cuesta cambiar? Conducir los cambios para un desarrollo humano sostenible. Santiago de Chile.
Smelik, A. (2016). Gaze. In The Wiley Blackwell Encyclopedia of Gender and Sexuality Studies (eds A. Wong, M. Wickramasinghe, R. Hoogland and N.A. Naples). https://doi.org/10.1002/9781118663219.wbegss157