CONTINUAR COMBATIENDO EL OLVIDO

Un gran golpe no es una película de historia. La forma en que cuenta y da amplio espacio a las voces de los testigos presenciales del golpe de Estado de 1973, y de quienes vivieron la dictadura militar, ayuda a construir el relato de una emancipación colectiva l y no solo de una memoria colectiva. Todas las formas son necesarias para el cine documental chileno hoy. El compromiso con la historia y la memoria continúan siendo fundamentales ejercicios contra el olvido; imprescindibles para que la cinematografía chilena continúe manteniendo el desafío de asumirlo, y permita ahondar e insistir en los bloqueos donde el dolor y la impunidad persisten.

Documental expositivo, Un gran golpe (Gissi & Olguín, 2024) presenta los testimonios de 18 chilenas y chilenos pertenecientes a tres generaciones consecutivas, que relatan lo vivido durante tres momentos de la historia de Chile de los últimos 50 años; poniendo así en juego el valor de la memoria y su transmisión, en un país donde todavía esta permanece fragmentada y olvidada.

A través de las voces de quienes lo vivieron, y fueron afectados profundamente por un gran golpe -precisamente el del día martes 11 de septiembre de 1973- comienza el filme y ello y marca el relato de toda la obra.  Jóvenes habitantes de Santiago y otras ciudades de Chile, actores secundarios que no pasaban de los 20 años cuando fueron sorprendidos por la violencia. El recuerdo de los muertos de ese día, los desaparecidos, los torturados, los fusilados, los perseguidos, el dolor del exilio… ¿Cómo lo vivieron? ¿Qué vieron? ¿Cómo afectó y cambió sus trayectorias y el destino de sus vidas, y de tantas otras marcadas a fuego?

Voces en flash back, en este año cincuenta después del dia D, cristalizan el relato y permiten una elipsis que debería enriquecer, en potencia significativa, una conciencia de Chile como un más digno país.

El filme explora y expone también el sentimiento de quienes aún no vivían cuando fue el golpe, que nacieron y crecieron en dictadura. Los hijos de la dictadura. El miedo que de niños sintieron en infancias oscuras. Atmósferas del régimen de terror y de las censuras vividas. Testimonios de vidas más escépticas cuando viene el día del NO, en 1989, en que Chile logra derrotar la dictadura militar, por cansancio y referéndum.

Este primer largometraje de los realizadores Magdalena Gissi y Christian Olguín se presenta como un documental austero y minimalista que evacúa las pretensiones de explicar lo sucedido liberando así la palabra sentida y vivida. Mientras más avanza hasta nuestros días, en que todos estos años pesan con el estigma de un trauma colectivo acumulado, el filme pena en reenviarnos más allá. Probablemente, pues aún estamos en la imposibilidad de resolver con justicia este pasado que no pasa y que nos pesa.

Estos relatos van configurando un retrato de este período del país, sin imágenes, filmado en espacios abiertos de Santiago, frente al palacio reconstruido de La Moneda, en el río Mapocho o en el Berlín del exilio, frente a los recuerdos de su inextirpable muro divisorio, instalando una reflexión vindicativa en la que no se ha dado el perdón, y casi se desvanecen la esperanza y la desesperanza, y se mantiene el vacío de un hoy que nos interroga.

Así, su epílogo resulta como un corolario con los testimonios de una generación que recibió todo esto como un balde de agua fría. Son los descendientes, los hijos y los nietos de estos jóvenes que tenían 20 años en 1973. Los hijos de los hijos de los hijos que recibieron esta memoria del miedo y que se plantearon cómo seguir y retomar la confianza, cómo superar las angustias, romper el pacto de silencio y lograr el perdón por la herida. Son los jóvenes que perdieron el miedo y que piden: dignidad salud educación. Conscientes del egoísmo y el terror instalado por la dictadura, los jóvenes del estallido social de octubre de 2019 completan la acción y el dispositivo del relato de este filme documental. El miedo había desaparecido.

Al explorar estos tres momentos que han marcado la vida social de Chile, el documental muestra cómo se puede ir reconstruyendo un país mediante el reencuentro con estas historias, con estas voces.

No es un filme táctil y ni la luz juega con la dimensión de las vivencias retratadas. Aparte de la aparición de fotografías en insert, su materia expresiva está concentrada en las voces. La imagen siempre es subalterna. Tiene un rol de suplemento. Mismo si comienza con las habituales imágenes del golpe, utilizadas miles de veces para instalar un mosaico e introducir así las atmósferas del relato, lo que hace progresar el filme y lo que interesa es lo que se dice, lo que expresan las víctimas protagonistas y sobrevivientes.

Una de las grandes cualidades de este filme es permitir escuchar atentamente y con calma eso que los entrevistados tienen que contarnos y de la profundidad política que esto desencadena, poniendo el dolor de las victimas en un segundo plano, pero sin borrarlo necesariamente.

 Este no es un filme histórico; no es sobre la historia, en el sentido en que no se interesa en el hecho del golpe de Estado, si no en la manera en cómo resuena e irradia desde la vida de cada una de las personas filmadas. Entrega un gran lugar a los testimonios oculares que van construyendo el relato, un relato  de emancipación colectiva y no solamente de memoria colectiva.

El tejido de la banda sonora y la música incidental, en ese sentido, contribuye con maestría, desde el inicio, completando el ambiente, acentuando lo dicho, lo vivido por los protagonistas, lo expresado y lo sentido. Así, es posible hasta escuchar los latidos acelerados, detenidos o lentos del corazón de cada una de las voces que hablan.

Lo político gobierna las masas y este filme recuerda que las masas no existen, que ellas están hechas de vidas individuales, de corazones golpeados y donde este golpe ha generado pensamientos políticos complejos y sutiles propios a la historia de cada uno. Un gran golpe, se da el tiempo de escucharlas y abrir un diálogo con la esperanza.

Es un filme que escucha más que habla. Eso es raro y bello. Hay que decirlo. Un gran golpe ayuda a enriquecer las miradas sobre este periodo oscuro y censurado; y su final abierto ayuda a proyectarlo. PP.

Un gran golpe. Dirección: Magdalena Gissi y Christian Olguín. Cámara: Alejandro López y Sebastián Barahona. Operador de drones: Patricio Martínez. Sonido directo: Erick del Valle y Sebastián Barahona. Edición: Denis Leyton. Postproducción imagen: Daniel Tomasello. Postproducción sonido: Lorenzo Román. Registros de voces: Cristian Jiménez Rosas. Música original: Lorenzo Román. Diseño grafico: Álvaro Cipagauta. Documental. Casa productora: M&G Producciones. 76 min. Chile, 2024.

Fotos: Facebook oficial de Un gran golpe.

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