LA OSCURA ESTÉTICA DEL MAL

Penal Cordillera trata del mal y de su continuidad. Si se permite la yuxtaposición, es gótica, surreal y expresionista a la vez, configurando una estética que, desde la primera toma y apoyada en un gran trabajo de fotografía y dirección de arte,  sumerge a quien la ve en un universo cerrado, agobiante y al borde del terror, donde el claroscuro impera en interiores claustrofóbicos. En el exterior, con la Cordillera de los Andes como límite definitivo, la luz  -a veces natural, a veces muy artificial- brilla y transparenta un espacio amable que, de noche, puede ser igualmente inquietante como el interior de la casona. Esta metáfora, en la cual la oscuridad va, lentamente, adentrándose en el exterior, funciona como expresión de la maldad que han ejercido los protagonistas del filme y su onda expansiva.

La narración ficciona los últimos días en que algunos de los más crueles violadores de los derechos humanos en Chile –Manuel Contreras, Odladier Mena, Miguel Krassnoff, Marcelo Moren Brito y Pedro Espinoza- vivieron en una mansión que solo era cárcel porque estaba enrejada y porque alguno de sus habitantes no la podían dejar . Penal Cordillera -el primer largometraje no documental de Felipe Carmona- parte de hechos reales, pero se bifurca por caminos cada vez menos realistas.

Película netamente atmosférica, presenta escasas acciones, en el sentido literal del término. Pasan pocas cosas, pero son demostrativas de mucho -quizá demasiado- y arrastran a quien se expone al filme a un mundo siniestro, lleno de amenazas, veladas y no tanto. El universo que construye Carmona es gótico: muchas de las escenas están iluminadas solo con velas puestas en candelabros, en espacios de límites difusos, que bien podrían estar en la mismísima Transilvania y sus personajes centrales ser vampiros que se refocilan en la maldad y en su recuerdo, mientras escuchan música clásica o son atendidos por gendarmes, que más parecen sus esclavos.

Andrew Bargsted, Alejandro Trejo, Bastián Bodenhöfer, Mauricio Pesutic y Oscar Hernández.

Carmona, quien es también dramaturgo, viene trabajando ese tema y sus personajes desde hace largo. Ya en 2015 con su obra de teatro Cordillera ganó un Fondart Regional y montó la pieza, en codirección con  Francisca Maldonado, y con un elenco de lujo (Vadell, Noguera, Alarcón y Medina en los roles protagónicos). Muchos elementos de ella están presentes en el filme, pero la estilización de los caracteres es aquí mayor. Y los resultados, más densos.

La permanente contraposición entre oscuridad y luz funciona como telón de fondo para las otras corrientes tensionales que recorren todo el filme, basadas en el constante ejercicio de diversas formas del poder y de la coacción: entre los gendarmes y sus “amos” a quienes temen y, por ello, obedecen; entre los reos y sus compañeros de armas que se menosprecian entre sí y se odian; entre los propios gendarmes, un mundo aparte con encierros particulares y un constante tira y afloja homosexual, que emerge a veces y otras queda velado; entre los reos y un personaje que es su conexión con el mundo exterior. Cada elemento forma una atmósfera inquietante y ominosa que, por momentos e in crescendo, se resuelve con algún acto de cruel violencia.

Los presos, que acumulan “siglos” de condenas, como dice la introducción al filme, no parecen darse cuenta de que han perdido poder y actúan como si aún lo detentaran. Mandan desde sus charreteras ya inexistentes, atemorizan, ordenan hasta con la mirada. Solo el alcaide del Penal Cordillera (nombre verdadero del lugar donde estaban) parece resistir sus mandatos. Pero sus subordinados hacen más caso a los reos que a él. Como la escena final lo muestra, al parecer ellos no están tan equivocados al pensar que no son simples presos, delincuentes comunes. En efecto, son delincuentes muy especiales.

Así como el gótico encuentra su expresión mediante la luz y la atmósfera, el surrealismo expresionista  del filme surge en algunas secuencias de violencia directa o soterrada. Aunque muchas de estas funcionan dentro de la lógica narrativa del filme, otras se escapan llegando a excesos estilísticos que, si bien pudieron haberse evitado, no opacan la totalidad del filme.

Tal como en la obra de teatro, el elenco y sus actuaciones son otro puntal del filme. En la pantalla, Medina, Bodenhöfer, Pesutic, Trejo, Hernández, en los roles protagónicos, dibujan con trazos certeros las características de estos personaje que el director investigó hasta en sus detalles más desconocidos. Mención aparte merece Andrew Bargsted, quien ofrece una actuación contenida como el gendarme Navarrete: su complejo personaje va adquiriendo presencia e importancia a lo largo de la narración para constituirse en clave de los momentos más inesperados de la película.

No es posible dejar de decir algo sobre la música, creada por María Portugal (baterista, cantante, compositora, productora musical e improvisadora brasileña residente en Alemania), que aporta -en complicidad con la banda de sonido- a configurar la atmósfera de inquietud, cercana por momentos al pavor, a lo largo del filme. Quizá sea uno de los elementos más expresionistas de la obra, y le permite al director terminar de estructurar una obra dura, que puede no ser agradable, y que obliga a quien la ve a estar atento/a y a reflexionar.

Al igual que otras películas chilenas estrenadas el último año, Penal Cordillera puede provocar la tentación de quedarse en el contexto histórico que la origina. Así, El realismo socialista da para hablar del proceso de la Unidad Popular o El conde  de la historia familiar de su realizador. Pero todas exigen, para bien o para mal, ser vistas y reflexionadas en su mérito cinematográfico. El filme sobre el que escribo no es un alegato discursivo relativo a la injusticia subyacente en las condiciones privilegiadas de reos que han cometido delitos feroces y reiterados. Es una propuesta de cuidada factura creativa respecto a la posibilidad de la persistencia del mal. 

Penal Cordillera. Dirección y guion: Felipe Cárdenas. Fotografía: Mauro Veloso. Música: María Portugal. Sonido: Daniel Turini. Montaje: Olivia Brenga. Elenco: Andrew Bargsted (gendarme Navarrete), Hugo Medina (Manuel Contreras), Bastián Bodenhöfer (Miguel Krassnoff), Mauricio Pešutić (Marcelo Moren Brito), Alejandro Trejo (Odladier Mena), Óscar Hernández (Pedro Espinoza), Daniel Alcaíno (alcaide Sepúlveda), Juan Carlos Maldonado (gendarme Galdames), Nicolás Zárate (gendarme Castro).  Casas productoras: Cinestación y Multiverso (Brasil). Digital color. Duración: 104 min. Brasil/Chile, 2023.

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