LA RELEVANCIA DE LO PEQUEÑO


El texto. Por razones muy diversas el texto, la palabra por decirlo de otra manera, es tanto más importante que la imagen en ambos filmes. Es lo que se dice, lo que revelan las personas retratadas, lo que afirma, amarra, dos narraciones donde lo pequeño es relevante.

Cuidadoras presenta a tres mujeres trans (Maia Antesana, Yenifer Franco Pereira y Luciana Méndez) que han salido de la calle para trabajar en un hogar público de ancianos, a la vez que muestra también a las personas a quienes ellas atienden. Pasa en Argentina. Me gustaría que vivieras mi juventud de nuevo sigue a una secretaria (Victoria) y a un estudiante (José), ambos de la escuela de cine de la Universidad de Chile. Las dos obras cinematográficas tienen en común que contraponen vidas que suceden en el margen con existencias convencionales, aunque no por ello menos complejas y dolorosas.

Pese a ser muy diferentes en su factura, los dos filmes comparten una alta dosis de empatía por sus retratados, construyendo figuras vulnerables y extremadamente verdaderas en el relato de sus vivencias. Esa empatía es reforzada en el caso del documental nacional, dirigido por Nicolás Guzmán, por el cruce que hacen los personajes tanto en el recorrido de los espacios donde han vividos como en el texto escrito por cada uno que, como dos actores, el otro, la otra, debe asumir. Esa trasposición de las vivencias, duras en muchos momentos, acerca a quien visiona a realidades que, incluso, puede no imaginar de buenas a primeras. Incluso para ellos decir el parlamento escrito por la otra persona es un ejercicio difícil, pero que pone sus vidas en perspectiva y les permite decir lo que quizá no podrían.

En el caso de la obra binacional, de las realizadoras Martina Matzkin y Gabriela Uassouf, la contraposición se produce en las conversaciones, en que cada quien cuenta algo de su vida, da consejos o demuestra preocupación. Hay dolor y alegría, pero sobre todo contención.

Por ello son las palabras las que constituyen, más que las imágenes, el verdadero relato en ambos registros. Hay en la selección hecha en el montaje la voluntad de develar sin juzgar, pero poniendo de manifiesto claramente todas las historias.

En ambos casos, también, se trata de vivencias de clase media o baja, con las dificultades económicas que representan estas circunstancias y que los y las han hecho ejercer oficios incluso mal vistos por la sociedad, cuestionados por quienes protagonizan en determinados momentos de estas confesiones a cámara. Se habla de prostitución como parte del abanico de modos de ganarse la vida, en los dos documentales.

LAS FALENCIAS

La factura de ambas obras coincide en una mirada no edulcorada de lo que presenta, con direcciones de fotografía que dejan en evidencia espacios fríos o medio en decadencia, barrios poco cuidados, con detalles que aluden justamente a lo precario, a la soledad, a la posesión de poco y nada. Sin ser fotografías crudas, tampoco maquillan, ni con los planos ni con la luz, las realidades en las que enmarcan a los personajes.

El montaje, en el caso de la coproducción, es convencional, pero funciona bien al ir dosificando las historias de las cuidadoras con las de los y las habitantes del hogar público Santa Ana. Y, aunque no lo busca, deja entrever cierto patetismo compartido en todas esas vidas que, en su soledad, se acompañan no sin ciertas reticencias iniciales.

El filme nacional, en cambio, es más osado formalmente, sin que esos toques experimentales lleguen a constituir un estilo. No molestan, pero quizá sobran. No así los otros formatos que usa –reunión por Zoom, filmaciones con celular– que contribuyen al ritmo del relato y, en cierto sentido, lo matizan. Del mismo modo, son muy decidores los registros de manifestaciones colectivas en las que los protagonistas participan: el estallido, donde se ve a José en el reflejo de un espejo (en una interesante toma desde un celular) y la performance contra el patriarcado de Las Tesis realizada por las mujeres senior de Santiago, en el Frontis del Estadio Nacional, donde se ve Victoria.

Quizá el mayor desafío que Cuidadoras no logra salvar del todo, es que el filme no deja en claro por qué estas mujeres trans han dejado la calle para ir a atender ancianos. Las declaraciones de sus directoras hablan de una experiencia de capacitación en cuidados realizada en una universidad argentina en la que las protagonistas habrían participado como parte de un programa de sacarlas del margen y otorgarles una expectativa de vida mejor, en todo sentido. Esto en medio de la realidad del gobierno de Milei que pretende invisibilizarlas y, ojalá, llevarlas aún más a los bordes de la sociedad. Esta búsqueda por instalar el tema del derecho de estas trabajadoras sexuales a vivir en una sociedad que les dé otras salidas no es algo que quede claro mediante la narración escogida.

Sin embargo, a la hora de lo humano, nada de eso importa. Sendos documentales presentan las vidas escogidas con sensibilidad y cariño, acercándolas desde el afecto y la valoración. Son existencias sin estridencias ni brillos, pero valientes y autoconscientes. No siempre se puede decir lo mismo de quienes, quizá, estén en posiciones sociales de mayor notoriedad y reconocimiento.  PP

Me gustaría que vivieras mi juventud de nuevo. Drección y guion: Nicolás Guzmán. Elenco: Victoria Watson y Nerea Silva. Producción: Roberto Doveris. Dirección de fotografía: Patricio Alfaro y Ricardo Sánchez. Montaje: Martín Santapau. Casa productora: Niña Niño Producciones. No ficción. Documental. Duración: 66 min. Chile, 2025.

Cuidadoras. Dirección y guion: Martina Matzkin, Gabriela Uassouf. Elenco: Maia Antesana, Yenifer Franco Pereira, Luciana Méndez. Dirección de fotografía: Florencia Mamberti. Dirección de arte: Valentina Encina y Edna Mostyszczer. Montaje: Coti Donoso y Valeria Racioppi. Música: Camila Moreno y Paz Kumelen Berti. Casas productoras: Groncho Estudio (Argentina) y El Otro Film (Chile). Documental. Duración: 80 min. Argentina – Chile, 2025.

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