El documental ganador del Oscar retrata la amistad entre un activista palestino y un periodista israelí mientras registran cinco años de demoliciones y desplazamientos en Masafer Yatta, Cisjordania, revelando las complejidades humanas de una de las peores crisis humanitarias de nuestro siglo. Se trata de un gran ejemplo contemporáneo de cine directo.
Premiado por el Jurado Ecuménico y aclamado por el público en la Berlinale 2024, No Other Land ha irrumpido en el panorama cinematográfico con una propuesta tan urgente como necesaria. El documental llega en un momento crítico, cuando el conflicto en Gaza ha renovado la atención sobre la cuestión palestina, aunque lo que muestra sucede lejos de los titulares principales: en las colinas de Masafer Yatta, sur de Cisjordania.
La película sigue la relación entre Basel Adra, activista palestino, y Yuval Abraham, periodista israelí, quienes durante cinco años documentan sistemáticamente la demolición de hogares palestinos en un asentamiento declarado zona militar por Israel.
LA CÁMARA COMO TESTIGO Y ESCUDO
Es imposible no conmoverse ante las escenas de familias observando cómo sus hogares son reducidos a escombros. Un anciano contempla perplejo los restos de la casa donde ha vivido toda su vida. Niños preguntan dónde dormirán esa noche. Frente a estas imágenes, la cámara cumple una doble función: registrar y proteger.
No Other Land se inscribe en una tradición de cine militante que transforma el acto de documentar en resistencia activa. Recuerda a documentales latinoamericanos como La batalla de Chile de Patricio Guzmán, pero también a obras más recientes que incorporan material de primera mano como Pizarro (Colombia, 2016) de Simón Hernández, donde se utilizan grabaciones caseras, o Paciente (2016) de Jorge Caballero, que sigue de cerca la lucha de una madre colombiana contra el sistema de salud.
Cuando Basel y Yuval filman las acciones de demolición, el lente funciona como un escudo frágil pero significativo, recordando a las autoridades que sus acciones no pasarán inadvertidas.
La potencia del documento visual queda clara cuando, tras una demolición particularmente violenta, las imágenes capturadas generan suficiente presión mediática para conseguir una investigación. Esta dimensión performativa del acto de filmar constituye el corazón político del documental: la visibilidad como último recurso de los desamparados.
UN TERRITORIO EN DISPUTA
La elección de Masafer Yatta como escenario no es casual. Esta región representa uno de los casos más emblemáticos de la disputa territorial en Cisjordania. Declarada ‘zona de tiro militar’ en 1981, se convirtió en campo de batalla legal y físico durante décadas, culminando en mayo de 2022 cuando el Tribunal Supremo israelí autorizó la expulsión de sus habitantes.
El documental aborda frontalmente esta controversia histórica. Mientras las autoridades israelíes sostienen que los residentes palestinos son nómadas sin asentamiento permanente en la zona, los habitantes muestran cuevas habitadas durante generaciones y documentos de propiedad otomanos. Esta disputa sobre la legitimidad histórica subyace a cada demolición y confiscación mostrada en el filme.
Los realizadores se sumergen en esta complejidad sin simplificarla. Registran testimonios de habitantes que reivindican su conexión histórica con la tierra, mostrando las cuevas y estructuras tradicionales que han sido habitadas durante generaciones según sus relatos. A la vez, documentan la expansión de asentamientos cercanos, construidos bajo diferentes estándares legales, con acceso privilegiado a infraestructura y protección militar.

Masafer Yatta funciona como una pequeña muestra de la situación palestina general: un territorio fragmentado donde la vida cotidiana está configurada por restricciones de movimiento, inseguridad legal y acceso limitado a recursos básicos. Los personajes se mueven en un laberinto burocrático-militar donde conseguir un permiso puede ser tan difícil como mantener una casa en pie.
Mientras los colonos israelíes próximos viven como ciudadanos con plenos derechos, los palestinos enfrentan tribunales militares, demoliciones administrativas y restricciones territoriales. Esta asimetría se materializa visualmente en el contraste entre las modernas infraestructuras de los asentamientos y las precarias condiciones de las comunidades palestinas.
La presencia de colonos, aunque secundaria en el documental, revela tensiones adicionales. Una escena particularmente inquietante muestra colonos arrojando piedras a palestinos mientras soldados observan sin intervenir. No se trata de un incidente aislado sino de manifestaciones cotidianas de un conflicto normalizado, donde la violencia se ha incorporado a la rutina.
AMISTADES PELIGROSAS
Un aspecto complejo del filme es la relación entre Basel y Yuval. A diferencia de narrativas que idealizan amistades transfronterizas como solución simbólica del conflicto, No Other Land no oculta las contradicciones inherentes a su colaboración. Hay momentos de sincera complicidad seguidos por discusiones dolorosas sobre privilegio y responsabilidad.
Yuval representa una minoría dentro de la sociedad israelí: aquellos que se oponen activamente a la ocupación. Su participación en el documental refleja divisiones más amplias en Israel, donde organizaciones como B’Tselem y Breaking the Silence trabajan para visibilizar abusos de militares y colonos en los territorios ocupados, frecuentemente enfrentando hostilidad de sectores nacionalistas y religiosos.

ESTÉTICA DE LA URGENCIA
Visualmente, No Other Land opta por la inmediatez sobre el refinamiento. Filmado principalmente con cámaras portátiles y teléfonos móviles, su estética responde a necesidades prácticas: documentar situaciones volátiles donde la prioridad es capturar el momento, no componer el encuadre perfecto.
Esta precariedad estética contiene una sofisticación sutil. El montaje yuxtapone hábilmente escalas íntimas y estructurales: conversaciones personales entre los protagonistas se entrelazan con panorámicas de territorios fragmentados y escenas de confrontación colectiva. Esta alternancia permite que el documental funcione simultáneamente como testimonio personal y análisis político.
Los momentos más impactantes ocurren cuando la cámara continúa grabando en situaciones de peligro: durante demoliciones, enfrentamientos con soldados o acoso de colonos. La imagen inestable, el audio saturado y los movimientos bruscos no son defectos sino elementos expresivos que transmiten el peligro de documentar bajo amenaza.
Memorables son las secuencias nocturnas donde familias desplazadas improvisan refugios con lonas y restos de sus hogares demolidos. Filmadas con luz mínima, estas escenas adquieren una cualidad casi onírica que contrasta dolorosamente con la cruda realidad que representan. No necesitan comentario ni música incidental: la imagen despojada comunica más que cualquier artificio narrativo.
EL TESTIMONIO COMO HERENCIA Y MEMORIA
Más allá de su impacto inmediato, No Other Land plantea una pregunta fundamental sobre la función del testimonio documental: ¿qué significa documentar sistemáticamente una injusticia que persiste a pesar de ser denunciada?
La respuesta parece estar en la creación de un archivo resistente contra políticas de borrado territorial y cultural. Cuando Basel filma la demolición de la escuela local o una familia cavando en los escombros para recuperar documentos personales, está produciendo evidencia que trasciende el presente inmediato, convirtiéndose en memoria colectiva y herencia histórica.
Como decía, el documental se une a una tradición donde el registro audiovisual funciona como afirmación de resistencia frente a narrativas hegemónicas. Esta tradición incluye trabajos latinoamericanos que emplean estrategias similares de registro inmediato, como Estallido social en Chile (2020), documental colectivo chileno que recopiló material filmado con celulares durante las protestas sociales de 2019, Agarrando pueblo (Colombia, 1978) de Luis Ospina y Carlos Mayolo, que ya cuestionaba éticamente el registro de la miseria, o con documentales brasileños recientes como Espero tua (Re)volta (2019) de Eliza Capai, que integra material de manifestaciones estudiantiles grabado por los propios participantes.
MÁS ALLÁ DEL TESTIMONIO
No Other Land podría haberse limitado a documentar demoliciones y desplazamientos, cumpliendo una valiosa pero limitada función testimonial. Su verdadero logro reside en trascender ese objetivo para explorar las complejas dinámicas personales, legales y territoriales que subyacen al conflicto.
El documental no ofrece soluciones simplistas ni reconciliaciones artificiales. No presenta la amistad entre Basel y Yuval como modelo de coexistencia ni sugiere que la documentación sea suficiente para detener injusticias sistemáticas. Su honestidad reside precisamente en mostrar tanto el poder como las limitaciones del testimonio visual.

Tras obtener el Oscar a mejor documental a inicios de marzo, uno de sus directores, Hamban Ballal, fue agredido por colonos y luego detenido por el ejército israelí mientras era atendido en una ambulancia. Se denunció su desaparición y, al día siguiente, fue liberado por el ejército con evidentes señales de maltrato físico.
Durante la semana siguiente, la Universidad de Haifa en Israel debió suspender una exhibición del documental por presiones de grupos que acusan al filme de ser parte de una campaña antisionista, tal como dijo el Ministro de Cultura israelí. Yuval Abraham, uno de sus directores israelíes, recibió amenazas de muerte tras regresar de la Berlinale. Pero también la organización Campaña Palestina por el Boicot a Israel acusó a la película por ser demasiado blanda y no denunciar con fuerza los abusos cometidos por Israel en Cisjordania.
No son hechos aislados: la película ha tenido dificultades para encontrar distribuidor en Estados Unidos, y en muchos lugares solo puede verse a través de plataformas de streaming.
La guerra se libra en todos los frentes. PP
No Other Land. 2024. Directores: Basel Adra, Hamdan Ballal, Yuval Abraham, Rachel Szor. Casas productoras: Yabayay Media y Antipode Films. Documental. Duración: 98 min. Premios: Oscar a Mejor Documental 2025, Mejor Documental y Premio del Público en la Berlinale 2024, Mejor documental en los Premios del Cine Europeo 2024. Palestina-Israel-Noruega, 2024.