El segundo largometraje de Andrés Nazarala, ambientado en su ciudad natal, Valparaíso, entrega su primer protagónico a un actor de densa carrera interpretando roles secundarios con personajes vinculados al mal. La decadencia de un cantante de la Nueva Ola Chilena es la trama que deja entrever grandes y existenciales preguntas.
Los años salvajes llega como una bocanada de aire fresco para inaugurar una nueva etapa en la vida de Daniel Antivilo Acuña (1964), actor de breve pero abultada carrera cinematográfica y televisiva, donde desde 2009 ha entregado algunos de los papeles más inquietantes del medio, algo que no debería sorprender considerando que su debut en la televisión fue interpretando a nada más ni nada menos que La Muerte™ en el recordado programa de TVN El día menos pensado. Andrés Nazarala (Valparaíso, 1976), realizador, co-guionista y cabecilla del proyecto, siempre pensó en él para el rol protagónico de Ricky Palace, en este su segundo largometraje como director.
Ricky Palace (Ricardo Palacios, como se llama en realidad) es un cantante de la Nueva Ola chilena, caído en desgracia que vive de sus triunfos pasados sin poder aceptar su presente y sus 65 años. Nuestro propio Llewyn Davis. En el filme de Nazarala, Antivilo tuvo la oportunidad de tomar al clásico personaje oscuro y entregarle una buena cuota de humor y simpatía.
Su aventura comienza con una premonición terrible: en el diario local lo han dado por muerto. Aterrorizado por el que bien podría ser su próximo destino, Palace vaga por la ciudad de Valparaíso la que, como él, se rehúsa a dejar ir sus años mozos, pese a que el reloj no ha dejado de girar en ningún momento. Así es como se enfrenta a una salud deplorable, una carrera en el olvido y al cierre del Bar Cochrane, el último lugar que le dio refugio mientras el resto del mundo le cerraba las puertas.

Tal como en una fábula dickensiana, Palace se encontrará con los fantasmas del pasado presente y futuro en su deambular por el puerto. Será un viaje en el que surgirán preguntas para él y también para quienes ven el filme. ¿Qué es lo que compone la identidad de un artista? ¿Cuánto de sí mismo puede transar sin perderla? En su caso, deberá decidir si tomar el camino que sus ex compañeros de tour y sacar, por ejemplo, nuevas versiones de sus temas antiguos con sonidos más contemporáneos; aceptar la invitación a un show televisivo tipo Rojo Vip, donde pueda sacar lustre a sus años mozos; unirse a una banda de punk que lo admira; o irse al sur como su amigo, el dueño del Bar Cochrane, quien se retiró para tener una vida más tranquila y alejarse del mundanal ruido. Pronto tendrá que tomar una decisión que lo deje más o menos tranquilo.
Las desventuras de Ricky Palace serán atravesadas por un elenco variopinto de personajes, algunos un tanto caricaturescos y otros más reales. Tenemos a José Soza como el dueño del Bar Cochrane, a Daniel Muñoz en un inspirado rol como periodista alcohólico y fanático de la hípica, a Alejandro Goic como un Peter Rock-villano y a Natalia Galgani como la punketa tradicional de Valpo.
No es posible dejar fuera impactantes cameos: desde el Elvis Chileno, pasando por la leyenda de la música porteña, Lucy Briceño, el destacado periodista radial Ricardo Salazar; hasta los más imponentes, como José Alfredo Fuentes tomándose un café con Ricky en el Cerro Alegre. Difícil imaginarse al Pollo en otro escenario de la ciudad.
PROPUESTA CREATIVA AUNQUE ALARGADA
Precisamente con Valparaíso como telón de fondo, esta historia intenta aprovechar al máximo los contrastes ya existentes en la ciudad. Estos serían, por un lado, el del lugar nostálgico lleno de fantasías bohemias que son perpetuadas por veteranos como Ricky (y que los jóvenes foráneos se compran como si fueran sopaipillas). Y por otra parte, la del lugar abandonado y precario, que solo se sostiene por la organización de sus vecinos.
Nazarala, además de director, es un escritor consolidado. Crítico de cine, autor de libros como Hotel Tandil (2020) y Última función (2022), sus inclinaciones narrativas se ven reflejadas en el guion de este filme, aunque no siempre de la mejor manera. Luego de dos actos relativamente potentes, hay un tercero que se escapa de la estructura que venía presentando, sintiéndose como un epílogo alargado. Tiene lugar fuera de Valparaíso, cuando nuestro héroe (¿o antihéroe?) intenta probar suerte en el sur, imitando los pasos de su amigo dueño del bar. La decisión se siente como el capítulo de un libro cuya adaptación a la pantalla hubiera sido dejada fuera por un buen editor, pues en su traducción audiovisual pierde fuerza intentando mostrar un aspecto más introspectivo de Ricky; pero más pareciera que la influencia de los paisajes idílicos poco afectan al desarrollo de su personaje, lo que lleva a sospechar que nada de esto hubiera sido distinto de quedarse en Valparaíso.

Durante la película se hace alusión más de alguna vez a la amante fallecida de Ricky: él la visita en su tumba, sus amigos la mencionan ocasionalmente y, a medida que avanza la historia, tomará más protagonismo. Sin embargo, no tiene el golpe emocional que busca provocar porque quien trae a la difunta a colación es Galgani, la punketa, quien hasta ese momento nunca ha mostrado tener conocimiento de su existencia. Y para colmo, cuando la menciona, en plena calle del Plan Porteño, lo hace con un breve háblame de X, dejando en claro que sabe de la importancia de esta figura en la vida de su ídolo. Es cierto que no es necesario mostrar el momento preciso en que ella se ha enterado de la existencia de esta mujer, pero mostrarlo así, sin siquiera una sutileza previa, le resta dramatismo y hace que la alusión parezca gratuita.
La propuesta de Los años salvajes es creativa en todo momento, sobre todo por detalles como la ambientación, el vestuario (ya quisiera uno las chaquetas de Ricky Palace), la fotografía y las canciones, todas compuestas por el músico Sebastián Orellana y que son una reminiscencia del sonido medio rock, medio bolero, que tanto caracterizó a los artistas de la Nueva Ola. Lamentablemente no están disponibles en ninguna plataforma, pero quizá esto cambie ahora estrenado el filme para que podamos ir por la calle entonando a todo pulmón “¡SOY UN VOLCÁN!”, tal como sucedió a la salida de la función de apertura de la decimoséptima versión del Festival del Cine Chileno, cuya misión es acercar y difundir el cine nacional a la provincia del Marga Marga y sus alrededores. En la misma, Daniel Antivilo recibió el premio a la trayectoria (*). PP
Los años salvajes.. Director: Andrés Nazarala. Guion: Andrés Nazarala y Paula Boente. Comedia, Drama. Reparto: Daniel Antivilo, José Soza, Nathalia Galgani, Alejandro Goic, Daniel Muñoz, José Alfredo Fuentes, Leopoldo Muñoz. Dirección de fotografía: Paula Ramírez. Dirección de Arte: Estibaliz Uzabeaga. Música: Sebastián Orellana. Casa productora: Oro Films. Comedia dramática. Duración: 106 min. Chile. 2024
(*) El Festival entregó tambien el premio Aporte al Desarrollo Cinematográfico Nacional al realizador Tomás Welss Barkan, como animador, artista plástico y dibujante, rol que le ha otorgado el reconocimiento internacional.
Nota de la Edición.
Nueva Ola Chilena: se denomina así a una corriente musical de los años 60 que emuló a ídolos extranjeros y realizó covers a temas estadounidenses. Sus integrantes, entre ellos el mencionado Peter Rock, alcanzaron fama en el país y algunos incluso en América Latina. y José Alfredo Fuentes, que aparece en el filme, y a quien llamaban Pollo, fue uno de los cantantes de más larga carrera, transformándose luego en animador de televisión.
Plan porteño: así es llamada la parte baja y plana de Valparaíso, ciudadpuerto constituída por cerros. En el Plan está radicado el poder político y administrativo y la vida comercial, bancaria y de entretenimiento de la ciudad.