SONREIR: LA GRAN PERLA DE LA MEMORIA

Aún estoy aquí se adentra en el caso real de la lucha silenciosa de la familia de Rubens Paiva, ex diputado brasileño, opositor de la dictadura brasileña y detenido desaparecido. La ausencia se convierte en la protagonista de una historia que va más allá de la política, reflejando la opresión en la intimidad de la vida cotidiana.

Pocas películas alcanzan la capacidad de reflejar la lucha interna de quienes viven bajo la dictadura como Aún estoy aquí. Este filme de Walter Salles se adentra en un relato profundamente humano, donde la desaparición forzada de Rubens Paiva (ex diputado brasileño, y opositor de la dictadura) se convierte en un hecho doloroso que traspasa los márgenes de la tragedia personal para encarnar la desesperación colectiva. En esa línea, Aún estoy aquí no se trata solo de una historia real de resistencia política, sino de cómo la dictadura se infiltra en la intimidad de una familia que no sabe si podrá seguir adelante después de vivir la violencia de Estado.

En su afán por conectar al espectador con este relato, Salles escoge un enfoque inmersivo en la vida de los protagonistas, a quienes se les presenta en un contexto tranquilo y alegre en desmedro de la violencia que azota a Brasil en los años 70. Así, evidencia desde el principio cómo irá jugando con los contrastes. De hecho, las primeras imágenes de la familia Paiva son tan cercanas que no solo invitan a observar, sino a ser parte de su mundo. La luz cálida que penetra las habitaciones, los gestos cotidianos a través de los primeros planos y las conversaciones banales entre los miembros del hogar: todo esto constituye una calma que pronto se ve rota.


La desaparición de Rubens es tan sutil como devastadora. No hay estridencia en el momento de su arresto; la violencia se introduce en la casa a través del silencio, de las miradas que no se cruzan y de los gestos que se vuelven vacíos. La oscuridad se hace presente sin invitación en la casa familiar. En ese escenario, la actuación de Fernanda Torres, en el papel de Eunice, la esposa, es el centro de gravedad de la película. Su rostro, marcado por una contención feroz, transmite más que cualquier palabra. La incertidumbre y el miedo permanecen impresos en su mirada durante los 135 minutos de duración del filme.

La protagonista no solo tiene que afrontar la desaparición de su marido; debe adaptarse a un sistema que le exige fortaleza, sin ofrecer ayuda alguna. La falta de compasión del régimen hacia las madres, las esposas, las hijas, se convierte en otro rostro de la violencia. En este sentido, Aún estoy aquí se erige tanto como un recordatorio de la memoria histórica, como también un testimonio de la resiliencia femenina. La sutileza de la interpretación de Torres otorga al personaje una profundidad que no necesita de grandes diálogos para lograr conmover al espectador. En su austeridad, Eunice se convierte en el símbolo de una resistencia que no busca la épica, sino la supervivencia cotidiana.

A medida que la historia avanza, el espectador puede ver cómo la luz que antes bañaba las habitaciones de la familia Paiva se va desvaneciendo, sustituyendo el calor por una oscuridad cada vez más penetrante. Un acierto, ya que permite percibir un cambio no solo visual, sino emocional. La casa, que antes parecía un refugio, se convierte en una cárcel de silencio, angustia y ausencias. A pesar de esta atmósfera opresiva, la película nunca deja de mostrar la resistencia de los Paiva. Los pequeños momentos de alegría, los gestos de amor y los susurros de complicidad entre los miembros de la familia se presentan como un contrapeso a la violencia estructural.

Hay una escena particularmente poderosa donde Eunice, intentando preservar la normalidad y la inocencia de los más pequeños, pide a sus hijos que sonrían para una fotografía familiar. En esa imagen congelada, se condensan la tragedia y la esperanza, la dictadura y la resistencia, todo en un único instante.

En cuanto a la fotografía del filme, Salles despliega una paleta de luces y sombras que se convierte en un personaje más de la película, por lo que termina siendo un factor clave en el lenguaje no verbal que emplea el director para conversar con la audiencia. Cada cambio de luz refuerza la emoción de cada escena, mientras que la cámara, de forma casi imperceptible, captura detalles tan pequeños como un rostro al borde del llanto, el temblor de las manos al ver antiguas fotos familiares o el hilo de voz de la protagonista cuando se entera del fallecimiento de su esposo.

El sonido, tan crucial como la imagen, se emplea de manera igualmente inteligente. Desde el inicio, la samba que acompaña los primeros minutos de la película se siente como un latido, un eco que marca el ritmo de la vida vertiginosa que lleva la familia de Rubens y Eunice Paiva a las orillas de la playa de Río de Janeiro. Pero, a medida que avanza el relato, ese ritmo vibrante se desvanece, dando paso a un silencio que se instala como una presencia en cada escena. No hay un exceso de música que subraye las emociones; en su lugar, el silencio se convierte en una manifestación de la ausencia.

Finalmente, el recorrido de Aún estoy aquí  lleva desde los años 70 hasta 1996, y más tarde, a 2014, en unos saltos temporales que pueden parecer abruptos. No obstante, es una propuesta atrevida que da paso a un emotivo y sorpresivo cierre: Eunice, ya anciana, enfrenta una dura enfermedad, y en ese sentido, el director permite, una vez más, que las imágenes hablen por sí solas, confiando en que el espectador comprenderá por medio de señales el sufrimiento que cargan Eunice y su familia.

La película, en su sencillez, habla de Brasil, pero también de cualquier país marcado por alguna dictadura. De cualquier lugar donde las heridas de la memoria histórica siguen vivas, aun cuando los protagonistas ya no estén presentes. PP.

Aún estoy aquí. Dirección: Walter Salles. Guion: Murilo Hauser, Heitor Lorega sobre la novela de Marcelo Rubens Paiva. Elenco: Fernanda Torres, Fernanda Montenegro, Selton Mello, Daniel Dantas, Valentina Herszage, Antonio Saboia. Casas productoras: Arte France Cinéma y Globoplay. Drama, cine biográfico. Duración: 135 min. Brasil, 2024.

Nota de la Redacción: La película recibió múltiples reconocimientos internacionales. En el 81.º Festival Internacional de Cine de Venecia, obtuvo el premio al Mejor Guión. Fernanda Torres fue galardonada con el Globo de Oro a la Mejor Actriz en una película dramática en la 82.ª edición de estos premios. El mayor logro llegó en la 97.ª edición de los Premios Óscar, donde se convirtió en la primera película brasileña en ganar el premio a la Mejor Película Internacional.

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