por Hija del proletariado británico de provincia, fue una anónima obrera hasta que mediante una beca logró ingresar a la prestigiosa Royal Academy of Dramatic Arts.
Su carácter decidido e inteligencia la llevaron a un temprano debut escénico y a llamar la atención de Peter Brook, el más importante director teatral del momento. Con él hizo una aplaudida versión de Marat-Sade, de Peter Weiss, en el rol de Carlota Corday, la asesina de Marat. En la versión cinematográfica de 1969, llamaría la atención por su poderosa fotogenia.
En muy breve tiempo protagonizó Mujeres apasionadas de Ken Russell, adaptación de la novela de D. H. Lawrence. Sería un triunfo instantáneo. Su compañero de reparto Oliver Reed declaró que actuar con ella fue como ser atropellado por un camión. Ganó el Oscar y la consagración mundial. Tres años después repitió el logro con Un toque de distinción, comedia romántica de tono menor que dio prueba de la versatilidad y amplitud del registro de la actriz. Le siguió una serie de aplaudidas actuaciones en personajes históricos (Isabel I; Sarah Bernhardt; Antonina, la mujer de Tchaikowsky) y algunos clásicos (Hedda Gabler, Bernarda Alba).
En los noventa se retiró de la actuación para dedicarse del todo a la política, al ser elegida para la Cámara de los Comunes, donde estuvo casi un cuarto de siglo. Sacó ronchas en 2013 al negarse a rendir homenaje fúnebre a Margaret Thatcher, a la que acusó de ser enemiga de la clase obrera.
De vuelta a los escenarios fue aclamada nuevamente como protagonista de Rey Lear. Regresó también a Broadway, haciendo Tres mujeres altas de Edward Albee (rol interpretado en Chile por Paz Irarrázabal) y obtuvo el Tony, el Bafta y el Emmy.
Su patria la declaró una de las diez mayores actrices de la historia.
Vivía al lado de su hijo, con quien “peleaba rigurosamente todos los días”, según propia confesión.
