LA QUIMERA: UN NUEVO ORFEO

En medio del campo, en las dunas de una playa o en una construcción abandonada el cuerpo alto y desgarbado de Arthur puede ser presa de un doloroso e inesperado trance que lo hace caer al suelo. Es la señal que aguardan sus amigos para comenzar a cavar exactamente en el lugar donde él ha sufrido ese percance. Como si fuera atraído por las fuerzas ocultas del inframundo, por la cercanía de la muerte o por las memorias más arcaicas de esa tierra, Arthur entra en trance allí donde están enterradas antiguas cámaras mortuorias de los etruscos. Con tal poder sobrenatural, el protagonista de La quimera (Alice Rohrwacher, 2023) es un avezado ladrón de tumbas.

La inusitada capacidad de Arthur es el pilar sobre el que Alice Rohrwacher edifica su primer largometraje de ficción en cinco años, desde que la película Lazzaro felice (2018) la hizo ganarse el aplauso de la crítica internacional y la transformó en una de las directoras italianas más interesantes del cine contemporáneo. Debido al éxito de su filme anterior, las expectativas creadas por La quimera, que acaba de estrenarse en Chile, han sido bastante altas y han llevado a que la película se pasee por algunos de los principales festivales del mundo. Rohrwacher ha optado por consolidar su estilo cinematográfico, manteniendo en su nuevo filme varias de las características temáticas y estéticas del anterior.

Foto tomada de www.ficciondelarazon.org

En La quimera vuelven a estar presentes el mundo rural italiano, las tradiciones atávicas, los grupos humanos marginados, las casas ocupadas y los campamentos. También hay un interés por los protagonistas indeterminados y hasta cierto punto, impenetrables, que parecen haber sido víctimas de algún tipo de hechizo o poseer una conexión particular con la muerte. Finalmente, en los dos filmes la cineasta juega con la estructura dramática para hacer implosionar la teoría del conflicto central del cine dominante. Quizás esas constantes le resten un poco de originalidad a La quimera si la comparamos con Lazzaro felice. En contrapartida, hay que destacar que el nuevo filme es bastante menos exigente con el público.

La crítica suele afirmar que Rohrwacher es una renovadora del cine italiano, gracias a la creatividad de sus historias y a su atrevimiento formal. Sin duda es cierto, pero habría que añadir que es también una heredera del legado de los nuevos cines europeos de los años sesenta. En varias escenas de La quimera son bastante evidentes las relecturas y homenajes a los filmes de Federico Fellini (1920-1993). La cuadrilla de amigos de Arthur recuerda vagamente a los I viteloni (1953), el personaje de Melodie, con su voluptuosidad y su sobrepeso, tiene trazos marcadamente fellinianos y lo mismo sucede con la forma carnavalesca y algo onírica de poner en escenas las fiestas populares. Sin embargo, más allá de esos pequeños guiños y homenajes, la modernidad fílmica de los nuevos cines puede percibirse también en la mirada a cámara de algunos personajes, la ruptura de la lógica causal, la exploración de los tiempos muertos, las escenas en que la interpretación de los actores es antinaturalista y la indeterminación, aspecto al que ya he aludido. 

Foto tomada de www.SensaCine.com

A pesar de ello, la atmósfera fílmica no recuerda a los años sesenta o setenta, sino que a la década de los ochenta, en la que sucede la historia. La fotografía con colores poco saturados de Hélène Louvart y las diapositivas situadas en el comienzo contribuyen a crear una visualidad que recuerda a la época en la que está ambientado el filme. En general, tanto la fotografía como la dirección de arte dejan traslucir una nostalgia por los años ochenta, que coinciden con la infancia de la propia directora. Contribuyen a consolidar ese cariz nostálgico las escenas filmadas en ocho milímetros, que hacen referencia a un antiguo amor de Arthur. Toda la película parece traspasada por la sensación de una época perdida, de un tiempo que se ha escapado entre los dedos. Así como Arthur, que entra en trance al pisar las ruinas de los etruscos, el propio filme parece atraído por el pasado, aunque el pasado que le interesa a Rohrwacher es mucho más cercano que la Edad Antigua.

Más allá de los aspectos visuales, la presencia de Isabella Rossellini en el elenco es una nueva forma de evocar los años ochenta. Sin embargo, su personaje podría haber sido un poco más explorado. Desgraciadamente, acaba casi olvidado hacia la mitad del metraje. En cambio, la interpretación de Arthur, a cargo del británico Josh O’Connor, merece ser destacada, sobre todo por la dificultad de dar vida a alguien tan hermético y distante. Con todo, el papel más interesante es el de Italia. Con un evidente gusto por la contradicción, la directora llamó así al rol interpretado por la brasileña Carol Duarte. Muchas de las escenas más cautivantes la tienen a ella como piedra angular.

La realizadora Alice Rohrwacher y el actor Josh O’Connor en una locación del filme. Foto © Simona Pampallona, tomada de www.cineuropa.org

Como es habitual en el cine de autor contemporáneo, la banda sonora es uno de los aspectos más trabajados de La quimera. Por un lado, los ruidos incorporados contribuyen a profundizar el antirrealismo general del filme y el extrañamiento que produce el personaje de Arthur; por otro lado, en varias escenas la directora opta por incorporar fragmentos de composiciones musicales de diversa índole. Algunos de ellos, como la música electrónica del grupo alemán Kraftwerk o el éxito Vado al massimo (1982) de Vasco Rossi ayudan a reforzar la ambientación de época y convocan la educación sentimental del público italiano. En otros casos, la música sirve como una cita o como una pista que ayuda a interpretar toda la historia. La utilización de la ópera L’Orfeo de Monteverdi en los créditos iniciales es el ejemplo más patente de ello. ¿Qué otra cosa le ofrece al público Alice Rohrwacher sino un nuevo Orfeo que busca en el inframundo a Euridice, su amor perdido?

Siguiendo esa pista de lectura parece comprenderse la fascinación de Arthur por las tumbas etruscas, famosas por los sarcófagos coronados con la escultura de una pareja que disfruta de un banquete durante toda la eternidad. La expresión de sus rostros, la famosa sonrisa etrusca, es una invitación a encarar la muerte con una dulce serenidad.

La Quimera. Directora: Alice Rohrwacher. Reparto: Josh O’Connor, Carol Duarte, Vincenzo Nemolato, Isabella Rossellini, Alba Rohrwacher. Productora: Rai Cinema, Tempesta, Carlo Cresto-Dina. Ficción. 131 min. Italia, Francia, Suiza.2023.PP.

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