“MAESTRO”: HOY EN HOLLYWOOD NO TODO LO QUE BRILLA ES DORADO

Maestro parece, a priori, un título de gran categoría. Primero por su componente de alta cultura. Se autodefine como una película biográfica sobre Leonard Bernstein, el primer director orquestal nacido en EEUU en alcanzar fama mundial. Figura imprescindible y de gran influencia en la música del siglo XX, por su enorme y relevante labor en diversos planos. A la batuta, primero de la prestigiosa Filarmónica de Nueva York, a la que ingresó a los 28 años, en 1944, y cargo que conservó por largo tiempo, donde marcó el sonido de esa orquesta, además de dirigir muchas otras en el extranjero. Como compositor de innumerables obras, primero musicals y partituras incidentales para el cine, y hacia su madurez con piezas más serias de concierto y para iglesia; como entusiasta divulgador de su arte a través de ensayos públicos, una popular serie de teleprogramas didácticos, y una extensa discografía; y como formador de jóvenes directores. Hay consenso en que su aporte en la revalorización de la obra de Mahler, su favorito, es ineludible.

¿Otras señas de buen pedigree? El filme constituye el Opus 2 de Bradley Cooper como director, coguionista y, a la vez, actor central, después del súper taquillazo Nace una estrella, que se candidateó a ocho Oscar de 2018 (aunque solo ganó el de canción original). Además, es uno de los actores de cine mejor pagados del último tiempo y celebridad influyente, según la revista Time. Un plus extra de esta película: dos de los próceres más reverenciados hoy en la industria, Martin Scorsese y Steven Spielberg, se acreditan como coproductores del filme, más que nada porque ambos acariciaron el mismo proyecto y terminaron cediendo su concreción a Cooper.

No oculta ser un comprometido tributo a este creador e intérprete que fue además un personaje en sí mismo. Hombre de vitalidad inagotable, carisma arrollador y de un carácter extravertido y exuberante, vivió la música con una pasión desbordada y sin límites. Su modo de dirigir con una gestualidad híper histriónica y sudorosa (lo que por cierto le valió no pocas críticas), es parte de su leyenda. Decía amar a todo el mundo, lo que incluía toquetear a otros a diestra y siniestra. Y era bisexual, orientación que practicó abiertamente y no impidió que a los 33 se casara con la chilenocostarricense Felicia Montealegre. Ella fue madre de sus tres hijos mientras desarrollaba una intensa agenda como actriz de teatro y TV y como socialité. En 1976 Leonard la dejó para dedicar todo su tiempo a su enamorado de turno, pero no alcanzaron a estar separados ni un año pues él volvió al hogar para cuidarla del fulminante cáncer al pulmón que la llevó a la muerte.

Carey Mulligan como Felicia Montealegre y Bradley Cooper como Leonard Bernstein. Crédito: Jason McDonald/Netflix © 2023.

El guion cubre casi 40 años de la vida de su personaje eje y trata de no dejar fuera nada de lo anterior. Toca los más variados aspectos de su vida privada y pública, describiendo de paso el ambiente musical y teatral circundante. Como suele suceder con los biopics, de tanto acumular datos y figuras famosas de esa bohemia que se asoman en pantalla (Aaron Copland y Jerome Robbins entre otros, sin que se den indicios de quien es quien), la narración se vuelve el apretado compendio de su destino al que da una mirada superficial, sin profundizar en nada. Excepto en la relación de Leonard y Felicia. De modo que por largos tramos olvida que es un filme biográfico y se aboca a contar la historia de amor harto atípica de ambos y de la familia que construyeron.  

Aquí Cooper se muestra muy consciente de que éste es un empeño mucho más complejo y ambicioso que Nace una estrella. Toma a cada rato decisiones riesgosas para ponerse a la altura artística de su material y a medida que el metraje avanza, éstas brindan resultados cada vez más banales, efectistas o inconducentes. Es posible decir que el proyecto está estructurado en una ordenación de momentos de sentido más bien musical, una suerte de sinfonía o suite visual, cuyas partes carecen de valor propiamente dramático; recrean situaciones cotidianas, en las cuales se comentan hechos que ya ocurrieron, o en cuyos diálogos aluden, al pasar, circunstancias que hacen progresar la historia. Pide a su espectador/a una actitud contemplativa, sin atisbos de conflicto, humor o emoción, salvo, esto último, en el cierre a propósito de la enfermedad terminal de Felicia.

Cooper, además, se propone deliberadamente solo exponer, nunca juzgar lo que muestra. La cinta abre con una cita de Bernstein afirmando que el significado de una obra de arte radica “en la tensión entre las respuestas contradictorias” que ofrece. Suerte de declaración de principios la cual hace que el filme abunde en afirmaciones encontradas, signos opuestos, señales antagónicas. Como se niega a tomar partido, la narración jamás aclara si él era bisexual o su matrimonio fue una pantalla; si lo que le unía a su esposa era de veras amor; si prefería componer a dirigir; si compuso musicales apenas como trampolín para crear piezas mayores. Felicia, por su parte, ¿sabía realmente de las escapadas gays de su marido? ¿Las aceptaba por su devoción reverencial al inmenso talento de Leonard? O quizás asumía que sin su alero no habría tenido las oportunidades que tuvo. Todo lo cual produce un aire inasible de confusión e incerteza.

Hay más opciones artísticas. Al principio, la pantalla adopta el formato 4:3 (o 1.33:1) propio de los años 40, para acentuar el sabor a época; luego pasa a formatos usados en otras décadas aunque eso no se advierte en la versión para streaming. Del blanco y negro, las imágenes derivan a full color en la escena siguiente, a menudo de modo impredecible. No escasean las secuencias trabajadas en extensos planos fijos, con elaborados travellings o tomas aéreas, a veces combinando esos recursos.

Entonces, las unidades de relato suelen teñirse, caprichosa e inexplicablemente, con tonos surreales o simbólicos. Como al principio, cuando Leonard recibe el telefonazo que inició su carrera en el departamento en que está encamado con un novio, sale a un pasillo y desemboca en bata de levantarse en un palco del Carnegie Hall; o cuando asiste con Felicia a un ensayo de su musical Un día en Nueva York y ambos de pronto se vuelven intérpretes del mismo; o el gigantesco Snoopy inflado que se ve por la ventana durante la gran discusión de la pareja; o cuando Felicia agónica corre por un prado como huyendo de la muerte. Eso no puede dejar de parecer rebuscado y pretencioso. En el tramo final una extensa secuencia, muy bien filmada, recrea el remate de la memorable versión dirigida por Bernstein de la monumental Sinfonía N° 2 Resurrección de Mahler; seis minutos de gloriosa música que francamente sobran.

Todas las partes del filme son de buen nivel y ayudan a atrapar la atención. Se puede decir que la actuación de Cooper como Bernstein es desmesurada, pero el personaje era así. También es un desempeño externo que se apoya demasiado en un maquillaje absolutamente extraordinario. En cambio la británica Carey Mulligan llena de luz, misterio y emoción la pantalla; a poco andar ella se apropia del filme. La fotografía, de cuidada belleza en cada plano, hace maravillas de intimidad en las escenas interiores, a veces iluminadas con una simple ampolleta. Otro mérito es la meticulosa ambientación de época. Pero la suma de esas ventajas no hace un conjunto logrado.

Otrosí: Para ser una producción que por rigor documental se dio el lujo de filmar la Sinfonía de Mahler en el lugar en que ocurrió, la Catedral de Ely, Inglaterra, Maestro se relajó mucho en investigar la conexión con Chile donde Felisa se educó. En la fiesta neoyorquina en casa de Claudio Arrau, su profesor de piano, cuando ella y Leonard se conocieron, el dueño de casa no se asoma por ningún lado. Por lo demás, la reunión abunda en referentes al teatro de Broadway y ni se parece al tipo de fiesta que uno imagina podría ofrecer nuestro virtuoso concertista. Peor aún, conversando la pareja menciona un par de dichos populares tradicionales en Chile según se asegura, que jamás se han oído por estos lares. Uno de ellos: “nunca te pongas debajo de un pájaro lleno de caca”. Poco serio.

Maestro. Ficción, género biográfico. Director: Bradley Cooper. Guionistas: Bradley Cooper yJosh Singer. Reparto: Bradley Cooper, Carey Mulligan, Matt Bomer, Sarah Silverman. Fotografía: Matthew Libatique. Montaje: Michelle Tesoro. 120 minutos. Estados Unidos. 2023. Disponible en Netflix.

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