“POR FAVOR NO ME ARRUINEN LA VIDA”

Sofía Coppola se ha especializado en nuevas miradas sobre temas conocidos y adaptaciones al cine de novelas o casos reales. Este punto de partida, común a muchos cineastas, le entrega a la realizadora un material básico que ella moldea con una sensibilidad propia que hace foco en elementos narrativos que permiten trazar una línea de interés a lo largo de su obra y, a la vez, con decisiones formales que constituyen un estilo ya reconocible.

La sutileza en el uso que hace del arte, la cinematografía y el montaje, por ejemplo, es notoria en la elección de colores, tonalidades, presencia o ausencia de contrastes, prevalencia de lo nocturno o lo diurno. Todo lo anterior es acorde al tono de la narración. Por ejemplo, en Las vírgenes suicidas (1999) predominan los colores apastelados y el escaso uso de los contrastes dentro de la imagen. En Perdidos en Tokio (2003), la noche y las luces artificiales son la tónica. Y en María Antonieta (2006) si bien predominan los pasteles, hay una luz brillante sobre ellos, radicalmente distinta a la que ilumina a las vírgenes, y una cierta saturación en los colores.

En Priscilla (su octavo largometraje, de 2023), la historia se desarrolla de manera principal en interiores, donde el claroscuro impide ver el total de las estancias. Corresponde esa elección, aventuro, a dos factores: respetar la época desde la ambientación, ya que a fines de los 50 y los 60 se impuso la moda de las lámparas de pie, que permitían iluminar por sectores, dando relevancia a ciertos aspectos de las estancias, y dejando en penumbras otros. La segunda suposición es de significado: la adolescente Priscilla Beaulieu, una vez embarcada en la relación con Elvis, solo puede ver una parte de la realidad, obnubilada por el amor y por el hecho de pasar de ser una tímida escolar en un colegio para hijas/os de militares en una base en Alemania, post Segunda Guerra, a la mujer de una estrella mundial. Con el paso de los años, y del metraje del filme, la luz se va aclarando, debido a que ella –al ir madurando y adquiriendo su propia personalidad- va descubriendo, por momentos de forma dramática, el cuadro completo.

El filme abre con primeros planos que, como de costumbre en S. Coppola, presentan la época, claramente. Objetos y costumbres (como la postura de pestañas postizas y el uso del delineador de ojos) indican que es fines de los 50. Para mantener una consistente recreación de tiempo, y ya casi abandonados los primeros planos que se reservan para subrayar algún momento de la narración, vendrán el vestuario, los autos, el mobiliario en general y la música de fondo. Lo interesante, en relación a la banda sonora, en parte compuesta especialmente y con acierto por Phoenix, en parte por temas de época, es que la directora decidió no usar las canciones de Elvis sino otras, todas de los años correspondiente. Ni una sola del Rey. Y es lógico: no es su historia, es la de ella. Pese a todo, su primera y única esposa.

En cuanto a los protagonistas, la elección recayó en dos jóvenes y no descollantes figuras: Cailee Spaeny -quien por este rol obtuvo la Copa Volpi en la edición 80 del Festival de Venecia y la nominación al Globo de Oro 2024 como Mejor Actriz- y Jacov Elordi. En ambos casos se trata de actuaciones sólidas. En el de ella, es notable el trabajo de construir un personaje que va de pajarito asustado a mujer en sus cabales: el paso de los años y la creciente aparición de una mujer joven-adulta se hacen notorios en las miradas y en su expresión corporal, quizá más allá que en las acciones. En el caso de él, hay un estudio y recreación de la voz del ídolo y también de la forma general en que se mueve y actúa. A la inversa que la protagonista femenina, Elvis pasa de artista con conciencia y sueños, a ser hundido en el atontamiento de las drogas.

En términos dramáticos y argumentales, nuevamente S. Coppola asume como protagonista a una mujer adolescente que vive subsumida en decisiones de otros, que se aburre porque no tiene una vida propia, porque no puede desarrollar todas sus potencialidades, aunque tenga todas las garantías materiales, como la reina francesa.

Las mujeres de S. Coppola viven en mundos encerrados, en los cuales están rodeadas de personas que no las ven (salvo en el caso del desconocido de Perdidos en Tokio, tan adolescente y desconcertado como ella). Acá, la corte del Rey (sus amigos, su padre, las mujeres de sus amigos y la de su progenitor) constituyen una especie de telón de fondo para Priscilla, telón del que apenas se despegan sin llegar a ser personajes propiamente tales. De allí el ritmo poco acelerado de la narración, acorde con el lento proceso de descubrirse a ella misma de la protagonista y de autodestrucción de su contraparte masculina.

Todo el filme compone una mirada sutil sobre una vida quizás conocida, quizás no. Poco importa, en realidad, porque no se trata de un biopic, sino de un drama cinematográfico que se sostiene por sí mismo y no por la cercanía o distancia con los personajes reales.

Priscilla es la historia de un hombre 10 años mayor que la niñita de la que se enamora, y a la que saca de su entorno, para hacerla vivir a su sombra moldeándola a su antojo. La frase que da título a este texto la dice Priscilla a sus padres, al comienzo de su relación con Elvis: por favor no me arruinen la vida. Pero bien podría repetírsela a él, cada vez que debe dejar de lado sus deseos, ansias y gustos en pro de los de su pareja. Pero así, como esa chica de 14 logra que sus padres cumplan sus anhelos, la muchacha a la que Elvis indica de qué color debe tener el pelo, cómo vestirse y cómo maquillarse, no es una muñeca y tarde o temprano rebelará, de modo suave pero irreversible, su yo real.

Independiente de los personajes reales que recrea, el filme de S. Coppola es un drama de peso contado de manera aparentemente romántica y leve. Quien lo ve puede sumergirse en aguas profundas, que hablan de soledad, crecimiento, relaciones de poder al interior de una pareja, avasallamiento y despertar. O quedarse en la cáscara de la historia. En cualquiera de las dos opciones, se habrá enfrentado a una película que vale la pena ver.

Priscilla. Dirección, guion y producción: Sofia Coppola. Basada en Elvis y yo, de Priscilla Presley. Reparto: Cailee Spaeny y Jacov Elordi. Música: Phoenix. Fotografía: Philippe Le Sourd. Montaje: Sarah Flack. Duración: 113 minutos. Productora: Stage 6 Films. Estados Unidos, 2023.

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