Fue harto más que el primer actor negro en ganar el Oscar, fue una estrella que nos enseñó a entender la cultura afroamericana.
Nacido en Miami, pero criado en Las Bahamas (donde ha fallecido), Poitier ascendió en roles cada vez más importantes en el cine de los años cincuenta, gracias a su natural fotogenia, indudable talento dramático y a la tranquila presencia que lo caracterizaba, pero que no le impidió marcar fuertes definiciones a sus personajes.
Su calmada revolución, sin arengas ni amenazas, hecha de contenida emocionalidad y buenos modales, cambiaría los estereotipos que la sociedad norteamericana tenía sobre los negros en el cine. De hecho los sectores más ideologizados del movimiento por los derechos civiles lo miraron siempre con sospecha de ser un integrado al sistema, “el negro que los blancos prefieren”.
Cuando en 1964 ganó el Oscar por Los lirios del valle ya era una estrella de fama internacional, lo que le permitió protagonizar luego dos romances interraciales, nunca vistos antes en pantalla, y devolverle una bofetada a un terrateniente blanco en Al calor de la noche (Norman Jewison, 1967). Al maestro con cariño (James Clavell, 1968) marcó el apogeo de su popularidad mundial.Digno, contenido, afectuoso y firme a la vez, su sólida personalidad terminó apoderándose del intérprete y quiso ser su único administrador, volviéndose director de sus propias películas, pero no le fue bien. En tiempos más recientes fue condecorado por Obama y nombrado embajador de Las Bahamas en Japón y la UNESCO. Obtuvo el 2001 un segundo Oscar, por el total de su carrera. PP