¿QUÉ CARAS DEL ARTISTA MOSTRARÁN ESTOS RETRATOS?

Es curiosa la coincidencia de los fragmentos de existencia que los documentales sobre Mauricio Redolés asumen, dejando atrás no solo lagunas sino mares de vacío. Familiares, amigos, músicos, hitos, vivencias, recitales, talleres, poemas, rocks y blues parecen no existir antes de 1974, la fecha más lejana que ambos asumen, aunque luego venga otro gran lago: el del exilio. Queda la duda de si es el propio artista under (por usar un término que siempre se le aplica) quien pone esos límites, o si los directores asumen que su vida contable se resume en la prisión, el regreso en 1985 y sus actividades musicales y políticas posteriores.

Ambos directores han seguido al protagonista de sus documentales de larga duración, por un tiempo considerable y conocen sus obsesiones y búsquedas. Son parte de sus cercanos y entrevistan a los cercanos. Sus documentales son familiares y, por lo mismo, hablan desde el cariño y la admiración. No tiene nada de malo asumir ese punto de vista, menos aún tratándose de obras de calidad, donde el esmero y la creatividad asoman.

Lo que sigue son mis consideraciones sobre cada uno de ellos.

VISIÓN POLÍTICA E INTIMISTA

Faiz Mashini optó por asumir a Redolés desde la memoria entendida como el recuerdo, la mirada sobre hechos donde lo social y político predominan sobre lo personal privado. Así, el documental rememora su participación en recitales solidarios, presenta sus canciones/poemas más combativos y ahonda en testimonios y reflexiones de quienes fueron algunos de sus compañeros de prisión y tortura en la cárcel de Valparaíso, hoy centro cultural.

La mirada sobre esos recuerdos y sobre la de los sucesos vividos en carne propia por Redolés y varios de los entrevistados, no es como pudiera presumirse, épica. Por el contrario, es asumida de un modo intimista, acentuado por las reflexiones en off del propio director que, sobre imágenes en blanco y negro, va tejiendo una trama que no solo une, sino da coherencia a todo el relato. 

La memoria, obviamente el tema central del filme, está asumida desde cuatro ángulos: desde los propios recuerdos de los entrevistados sobre los sucesos dramáticos que vivieron como víctimas de la represión dictatorial y las estrategias que usaron para sobrevivir a ello (el humor y la creatividad, por ejemplo); los hechos igualmente trágicos conmemorados en actos donde Redolés participa y que van más allá de su experiencia personal; la reflexión sobre la memoria y, finalmente, pero no menos importante, el rescate del patrimonio cultural y su permanencia, representados en el encuentro que el artista provoca entre un viejo folclorista Alejandro Reyes, del mítico grupo Cuncumén, y Emilio Chino Santana y Greta Cerda, jóvenes cultores.

Por ello, el documental, más allá de mostrar aspectos de la vida creativa de Redolés, es un relato coral, colectivo, tejido por él y otras personas que han coincidido con él, pero que no necesariamente dibujan su retrato, sino que hablan de sí mismos. Y, por ende, de Chile.

Una cámara eficaz busca el registro correcto más que la depuración de una estética que, de igual forma, se asoma en determinadas decisiones, como el uso de letreros fileteados al estilo popular. El ritmo de las entrevistas y del montaje apoya la decisión de ir hacia la reflexión sobre los acontecimientos; por lo tanto, su ritmo es lento y permite a quien ve el documental masticar las palabras de quienes hablan. La reflexión une vidas personales con los acontecimientos sociales, ubicando estas experiencias como parte de un gran diseño donde ellos son solo una parte.

También son lentas y calmadas las reflexiones de sus familiares como Kharito González, su pareja; Sofía Rojo y Florencia Redolés, sus hijas. Destacan, por cierto, los dichos de su hijo Sebastián quien lo ha acompañado en la aventura poético musical desde niño. Ellas y él se internan en explicaciones sobre la obra del poeta/rockero. Notables e impactantes resultan también las palabras de Tito Tricot y su hijo Taku: el primero, compañero de prisión de Redolés; el segundo, uno de sus músicos, quienes relatan y analizan sus personales experiencias como víctimas de la dictadura.

El filme muestra, en términos musicales, a Redolés como un creador comprometido desde siempre con las causas políticas de la izquierda, pero a la vez atípico, con una impronta personal inigualable y no por ello alejado del universo musical nacional. Esto queda de manifiesto al mostrar su afinidad con artistas de larga data y talento, como Pancho Sazo del grupo Congreso o el igualmente mítico guitarrista Carlos Corales, o al destacar el trabajo en equipo con los músicos que han formado sus diversas bandas.

En resumen, un documental que busca profundizar en experiencias artísticas, sociales y políticas, intentando desentrañar las claves de un creador que, a estas alturas de su carrera, es un personaje que escapa de toda etiqueta.

EL RITMO Y LOS RITOS DEL POETA/ROCKERO

En Redolés + 50 años de cabaret, Guillermo Alvarez Mesas, aunque presenta muchas de sus icónicas actuaciones, entra en el mundo más personal del artista. Su madre, por ejemplo, aparece desde el comienzo e, incluso el documental parte con el lugar donde él nació. Las apariciones de Dini, Flor María Bustos, la mamá, aportan la hebra desde donde le viene al poeta/rockero su espíritu juguetón y pícaro. Las casas de Cueto y los cambios que ha experimentado a lo largo de los años son también elementos, en este caso visuales, que muestran el transcurso del tiempo. En ese ámbito de lo cotidiano, el filme rescata filmaciones del omnipresente hijo Sebastián: desde que era muy pequeñito, participando en una grabación, hasta casi la actualidad en que es el baterista oficial del grupo que acompaña a su padre.

Como tantas veces en el cine, más allá del objetivo central y sin buscarlo, las imágenes dejan para la memoria lugares y personas ya idos: una antigua casona embrujada a la entrada de Ñuñoa, telón de fondo en unas tomas; la figura e impronta del periodista Augusto Góngora (fallecido en mayo del 2023) entrevistándolo en radio Concierto; y programas de televisión hoy impensables en Chile, como EneTV (Katherine Salosny) y El Desjueves (Cristián García Huidobro).

Actuaciones en grandes recitales, talleres de poesía, video clips, una visita a la cárcel de Valparaíso donde estuvo preso. El teaser (recurso audiovisual de corta duración preparado para llamar la atención del espectador) de una iniciativa quizá inconclusa de recordar lugares de ciudad importantes para la literatura nacional (Los inspectores de la memoria, que recoge la instalación de una placa en la casa donde viviera el escritor Nicomedes Guzmán). Todos ellos son testimonios audiovisuales de la vida del artista en un filme que usa sus creaciones como signos gramaticales que puntean una narrativa formada por sus reflexiones, su humor a toda prueba y que recoge el paso del tiempo para contar, aunque sin palabras, los hitos que lo conforman mediante imágenes. La secuencia de la visita a la cárcel es quizá la única donde queda explícita una parte de su existencia, la que cortó en dos la vida del muchacho flaco que por entonces era.

Los registros que acumuló el director en muchos años de seguimiento muestran también la colaboración con músicos de generaciones bastante posteriores a la suya, como Claudio Narea, Cuti Aste o el guitarrista Kiuge Hayashida. Esto da la perspectiva de cómo su creación, más allá del público seguidor, es valorada por creadores de diversa especie.

La cámara y el montaje son rápidos, como asumiendo el ritmo tanto de la música como de los poemas del protagonista, siguiendo sus pasos por calles o escenarios, mostrando su obsesión por acumular objetos, afiches de sus presentaciones o dejándolo hablar con sus amigos. Es posible que el hecho de haber realizado con anterioridad clips para los temas Eh Rica y Nutrias en abril de Redolés, lo hayan acercado a una estética en completo tono con la creación del multifacético artista. La mirada es cariñosa, lo visita desde la voluntad de mostrar muchas de sus facetas más que desde la reflexión racional.  

Justamente, si de muchas aristas se trata, el documental se construye como un gran caleidoscopio muy bien armado, que permite mirar trozos y trazos de su vida, para dar uno de los tantos posibles retratos del homenajeado.

Porque, finalmente, esta y las demás obras cinematográficas dedicadas a él, son grandes homenajes al creador que presentan. Por ahora, en el tintero han quedado Redolés, volver a los 21. Las hebras de un poeta (Len López, 2015) y Redo (Cristián Parker, Gabriela Flores, 2010), ambos en www.ondamedia.cl que serán analizados posteriormente. PP.

Redolés: la urgente necesidad de la memoria: Dirección, guion y montaje: Faiz Mashini. Sonido: Rodrigo Zerené. Música: Mauricio Redolés. Digital/Color. Productora: Perros Locos. 90 min. Estreno en streaming. Chile, 2021.

Redolés + 50 años de cabaret. Dirección y guion: Guillermo Álvarez Mesas. Dirección de fotografía: Pedro Micelli. Montaje: Raúl Cruz Gabe. Sonido: Alian Gedda y Carlos Arias. Música: Mauricio Redolés. Digital/Color. Productoras: Atisbo Films y Lunadelsur Producciones. 97min. Estreno en sala. Chile, 2023.


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