UN ESLABÓN EXTRAVIADO DEL CINE AMATEUR CHILENO

El 1 de febrero de 1946 el diario La Nación publicó una inquietante fotografía grupal donde posan, por primera y única vez juntos, los miembros del Club Fotográfico de Chile y del Cine Club Amateur de Chile. Lo inquietante es que todos los rostros están borrosos, difusos, irreconocibles. La imagen no está mal digitalizada: es así, ya sea por el uso del flash, el retoque para la diagramación, o por un error de laboratorio. Como haya sido, se constituye en un retrato fantasmal clave, un registro espectral que presagia la ausencia de la materia. La ausencia fílmica a la que apela este artículo (*).

El Foto-Cine Club de Chile fue una organización privada, fundada en Santiago en 1937 como Club Fotográfico de Chile. Sus principales actividades fueron la organización, en torno a fotografía, de salones anuales, talleres, charlas y exposiciones. En 1950, los socios modificaron nombre y estatutos para ampliar sus actividades hacia la cinematografía. Movie Makers, revista estadounidense, informó dicha fusión, aunque a entender de este investigador el Club Fotográfico absorbió al Cine Club Amateur, fundado en 1942, porque de él… nunca más se supo. El giro, al incluir el cine en su nombre y prácticas, se entiende en gran medida por la bullante actividad cinematográfica desarrollada en Chile durante la década de 1940. Bullante, mas no del todo exitosa en lo comercial.

Caracterizada por su longevidad; por la organización sistemática de salones fotográficos, año a año desde 1937, incluso durante la segunda guerra mundial; y por sobrevivir a momentos de alta convulsión social en Chile, esta  criatura bicéfala pero coja, con hipertrofia fotográfica, se mantuvo activa con regularidad hasta 2017, aproximadamente, año en que su directiva dejó en comodato su archivo en el Centro Nacional del Patrimonio Fotográfico de la Universidad Diego Portales (Cenfoto-UDP).

El inventario levantado a alrededor de 5.000 documentos de archivo, permitió dimensionar que el fondo poseía un nutrido acervo de fotos en papel (obras ganadoras en salones), negativos, diapositivas y múltiples catálogos, folletos y algunos manuscritos. Pero, pese a la la identidad binaria del club (“foto-cine”) no hay en él una sola obra, una sola cinta de 8mm, 16mm, ni video. Nada. ¿Qué pasó, entonces, con esa eventual producción generada desde 1950? ¿Existió? ¿Dónde está? ¿Se perdió? ¿Por qué?

Pensar lo que no existe

¿Cómo abordar el análisis de un acervo que no existe? Es posible esbozar algunas hipótesis y proyectar características a partir de filmes como Tierra dorada (1943), Un viaje a Argentina (1947) y otras pocas, de la escasa producción conservada del Cine Club Amateur.

Fotograma de Tierra dorada (1943)

Se trata de un cine orgullosa y conscientemente amateur, aunque también virtuoso en lo técnico. Podríamos aventurar que, como en el Foto-Cine Club había profesionales de diversas áreas -no vinculadas al cine-, y también fotógrafos de oficio, este material desaparecido cabría dentro de lo que Roger Odin llamó -en su texto El film familiar como documento” (2007)- “producciones documentales amateur (documento, reportaje, testimonio y ego-producción). Un cine que, generado desde la intimidad, ha sido muchas veces realmente agudo al revelar lo que el cine profesional no puede, no sabe o, por sus lentos procesos, no alcanza a capturar, según plantea Diego Olivares en su tesis doctoral Aproximación al cine doméstico chileno (1920-1980) de 2023.

En el Foto-Cine Club de Chile confluyeron lo profesional y lo aficionado. Lo profesional, porque fotógrafos de estudio, que trabajaban para empresas o en publicidad, participaron como socios o concursantes; y lo aficionado,  ya que personas de distintos rubros también pasaron por ahí, dedicándose a la práctica fotográfica por placer, con ímpetu amateur. Fue este tipo de amantes del cine el que dio vida a los dos períodos de creación en el mundo de las imágenes en movimiento. El primero, netamente fílmico, va desde mediados de los 40 y se desarrolla de forma oscilante en los años 50 y 60. Y el otro, audiovisual (en video), se manifiesta desde los años 80, con la progresiva incursión de las cámaras digitales en los 90 y los 2000.

Esta primera etapa de producción está trenzada por acercamientos clubísticos. Cine Club Amateur, activo en los años 40 apareció siempre como una institución amiga, por así decirlo, del Club Fotográfico. Evidencia de ello son los múltiples artículos sobre sesiones y actividades en conjunto; como por ejemplo, el artículo Una película con escenas chilenas publicado el 27 de diciembre de 1948 en La Nación, de Santiago de Chile. Demuestra cómo los amateurs, que solían hacer concursos anuales de obras de ficción y documental en 8mm y 16mm, exhibían sus filmes para los mismos socios o visitantes en espacios facilitados por otras instituciones. Ambos clubes ofrecían sesiones didácticas de perfeccionamiento técnico para los socios. Por lo tanto, eran operativos, más que teóricos o contemplativos.

Nota publicada en la revista Movie Makers Magazine 23, enero 1948.

Cuando, justo a mediados del siglo pasado, el Club Fotográfico absorbe al Cine Club Amateur, y surge el nuevo nombre de Foto Cine Club, el cine se integra a los tradicionales salones. Vuelven también los concursos, pero los registros no permiten aseverar que haya habido una continuidad, dado que tampoco hubo un nombre fijo para ellos. En 1951 se anunció un Concurso nacional de cine de aficionados, que tuvo tres cintas premiadas según consigna La Nación el 8 de octubre de ese año. Las cintas ganadoras fueron exhibidas en el XV Salón internacional de fotografías. Al año siguiente, el ya por entonces famoso fotógrafo Enrique Lira exhibe en el Foto-Cine Club sus recientes dos películas documentales: Nueva York y La Serena (La Nación, 29 de octubre de 1952). Luego, en 1953, se promociona un Concurso Nacional de Fotografías, diapositivas y cine, y meses después un Salón Nacional de Arte Fotográfico y Cinematográfico, ambos registrados por el diario La Nación de Santiago de Chile.

Entre 1947 y 1953, según nuestro catastro, habría 17 filmes conocidos, pero desaparecidos: once provenientes del Cine Club Amateur y seis del Foto Cine Club. Y en 1959, cuando el Foto-Cine Club inaugura su boletín oficial, Enfoque, informa cadenciosamente las actividades de un Departamento de cine interno, a cargo del socio Víctor Lyon Navarrete. Al menos hasta 1963 se registra una seguidilla de exhibiciones mensuales de películas vinculadas a la técnica fotográfica, aunque también de documentales facilitados por embajadas y algunas clases sobre cine realizadas por el ya entonces experimentado realizador local Naum Kramarenco. [1] (Y hablando de este director. En otra ocasión se debiera explorar la influencia judeo-alemana en el club a partir de socios emblemáticos como Gertrudis de Moses, Harry Boettcher, Enrique Gundermann, Samuel Shats, etc).

Luego vinieron años de aparente inactividad cinematográfica. El trabajo posterior ya corresponde a registros en video de las actividades propias del club, más que de la creación de obras unitarias o concebidas para concursos. Socios como Waldo Oyarzún y Bernardo Caro, al parecer, habrían realizado obras audiovisuales en los años 80 o 90, pero no hemos tenido acceso a ellos o a su registro.

Consultados algunos socios (integrados desde 1980) sobre cuál era el plan de conservación del club, respondieron que no había ninguno, salvo acumular u ordenar con la mejor voluntad. Esto me remonta al capítulo de Olivares referido a la cadena de custodia rota de los materiales de una familia, al plantear que, cuando eso ocurre, está incumplido “el mandato cultural de preservar lo que le ha sido dejado”. Pero acá no hay excusa, porque el club poseía todos los conocimientos técnicos (la ortopedia) para identificar, valorizar y preservar esas obras fílmicas. Así lo hicieron con las fotografías premiadas en salones y que sí forman parte del fondo.

Si bien es cierto el tiempo ha hecho lo suyo, alguna cuota de desprolijidad o azar han confabulado para esconder el rostro cinematográfico del Foto-Cine Club. Las múltiples generaciones y administraciones fueron heredando, principalmente, documentos oficiales o administrativos; y, a nivel fotográfico, casi exclusivamente obras en positivo papel que obtuvieron galardones en salones.

Llama la atención que el gesto refundacional de cambiarle el nombre al club en 1950 haya derivado en un abandono o dispersión total de esa otra faceta creativa del club. El cine desapareció o fue hecho desaparecer. Pero no solo hablamos de títulos sumergidos en documentos; también desaparecieron nombres, vivencias, experiencias, que no están en ningún otro registro, salvo en lo que hemos podido apuntar brevemente en esta ocasión.

El fondo el Foto Cine Club de Chile fue configurándose desde una acumulación canónica, valorativa, intuitiva, muchas veces motivada por el vigor tanto amateur como profesional. En las entrevistas con los fotógrafos del club, nos hemos percatado que regresa una y otra vez la figura del archivo personal, desde el cual, a su vez, aparecen nuevos documentos directamente ligados al club y que no estaban en el fondo oficial. Es decir, el club y sus socios constituyen un entramado de materialidades interconectadas entre sí, un gran archivo unido de forma visible e invisible.

Esta constatación nos invita a creer que uno de esos cientos de ramales podría reconectar algún día con estos filmes esquivos.

(*) Este artículo surge de la ponencia Foto-Cine Club de Chile: Vestigios y posibilidades de un archivo fílmico esquivo, presentada en el 2º Seminario de Cineclubismos Latinoamericanos (agosto 2023, Brasilia), y desarrollada en el marco del Proyecto Fondart Nacional “Puesta en valor fondo Foto-Cine Club de Chile, 1937-2017” (Nº 676301).


[1] Ver “Cine”. Boletín Enfoque N°28, agosto 1962, p. 5.

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