LA INAUDITA LIBERTAD DE MOVER LA CABEZA

Mirar, nos dice la Real Academia de la Lengua, es: “dirigir la vista a un objeto”. Luego nos señala que ver es: “percibir con los ojos algo mediante la acción de la luz”. La primera acción es física (dirigir). La segunda es más del intelecto (percibir).

Tenemos los humanos la inaudita libertad de mover la cabeza y mirar hacia donde nos dé la gana. Podemos girarla en redondo, incluso, libremente.

Pero, ¿hasta donde hemos llegado con esto de mover la cabeza y mirar libremente?  Puede que lejos, durante un largo y finito tiempo. Puede, digo, porque si asumimos que la mirada es y ha sido un botín de guerra, ya tenemos que cavar más profundo.

Para la mirada, la publicidad implementó ya hace muchos años el eye tracking, una técnica que consiste en un tipo de casco o visor con una camarita de video computarizada que registra todos los movimientos sacádicos de nuestras pupilas y las imprime en forma de líneas y entramados online sobre la imagen en video que estamos viendo. En el caso de la Publicidad pueden ser los escaparates de tiendas o el avisaje en revistas. 

La parte operativa es simple: encontrar a un cristiano que ejerza su inaudita libertad de mirar a donde quiera con el aparatito puesto. Lo que se obtiene es un mapeo de aquellos productos o imágenes en los cuales la mirada del individuo se detuvo, se entretuvo; o aquellos en que la mirada siguió de largo. Objetivo evidente: capturar la compulsión del deseo en relación a la mercancía, haciendo que mirar deje de ser simplemente una acción física para convertirla en ver; es decir, en un proceso de la mente. 

A través de la mirada, contaminada con el deseo, la mercancía toma un lugar en nuestro imaginario, que es el instrumento basal de la mirada; porque ver es un acto intelectual que hace que veamos a través del filtro de lo que ya hemos visto. 

Todo esto tiene hoy en otro plano una dimensión cotidiana cada vez que se nos pide el rut con una compra cualquiera, donde el rut no es el botín, sí lo es el deseo contenido en la mercancía comprada; una especie de wish-tracking

En 1986, a través de The Singing Detective, una original serie de la BBC, conocí la obra de Dennis Potter (1935-1994), el extraordinario guionista galés que supo retratar con sensibilidad e ingenio la épica menor de la provincia galesa. 

Dennis Potter

En 1994, me volví a encontrar a un Potter de 59 años, casi derrotado por un cáncer, entrevistado por Melvyn Bragg en el programa Without Walls de Channel Four de Inglaterra. Vital, agudo, lúcido, sarcástico, memorable. Habla sin parar mientras sostiene una jarrita de morfina con sus manos huesudas, y sonríe una y otra vez. Es el libreto de su vida el que escribe en esa entrevista donde nos habla de los bosques de Gales, del Cine, de la TV y de cómo — a punta de morfina y acechado por la muerte— escribe contra el tiempo dos mini series de cuatro episodios cada una: se trata de Karaoke Cold Lazarus, esta última una  serie futurista ambientada en el siglo 24, ambas con el magnífico Albert Finney.

Han pasado 25 años y Cold Lazarus — y con él Potter— no dejan de merodear en mi mente. En Karaoke, la serie que la antecede, Potter caracteriza a Daniel Feeld (Albert Finney) su alter ego, para instalarse él mismo en la historia con su miedo a una muerte inminente y con personajes que marcaron su vida. Feeld, enfermo como Potter, es un guionista que ha llegado al estado de no poder distinguir ficción de realidad. Al morir Feeld, su hermano, experto en criogenia, cumple su deseo póstumo; criogeniza su cabeza y la guarda en un contenedor especial. 

En Cold Lazarus, trescientos años más tarde, un equipo de científicos ha logrado extraer imágenes de la cabeza criogenizada de Feeld. En la sociedad del siglo 24 que Potter imaginó en 1994, las imágenes tienen un valor estratégico y es justamente un poderoso magnate de la entretención quien aporta una pieza esencial de la trama. Este Trump del futuro ha fraguado la idea de convertir en un reality show de alcance planetario el despertar de esa memoria congelada que guarda todas las miradas y emociones de un ser que vivió hace tres siglos. 

Entonces la cosa se pone más interesante, porque la dialéctica de una sociedad del control total a través de las imágenes ha generado un anticuerpo: fuerzas clandestinas que tratan de boicotear el jugoso negocio: se trata de RON”, un grupo de revolucionarios que ya han infiltrado al círculo de científicos. 

Con la muerte de Potter, los rones pierden a uno de los suyos. En Cold Lazarus, Feeld, mejor dicho, su cabeza entubada dentro de una especie de pecera, nos regala una escena memorable: abre los ojos al despertar del largo sueño y con infinita tristeza ve, proyectada en una pantalla gigante, pasajes de su vida, de niño y de adulto. Sabe que es el final definitivo porque le está siendo enajenada su identidad, lo más preciado que podemos heredar al mundo que dejamos. 

Como en las buenas películas, del tema se encarga el espectador, el que deberá conectar el conflicto ético de la historia con el político que está en el trasfondo de la trama, porque el nombre de la organización que lucha por destruir la cabeza y con ello dignificar la memoria de Feeld, es “RON”, acrónimo de Reality Or Nothing, algo así como “Realidad o Muerte”. 

Cold Lazarus

Por razones profesionales, me es muy cercano el drama de un guionista como Potter que descubre con pavor que no le queda tiempo para dar cuenta de una epifanía dramáticamente tardía. Me es igualmente dramática e inquietante la visión de Potter de que en el futuro de nuestros descendientes la realidad haya sido trucada por la ficción total.

Así como para los navegantes existe un Norte, para los países un Relato, para los católicos un Más Allá, para los musulmanes una Meca, para los habitantes existe una Mirada, con mayúscula. En Chile, definitivamente miramos hacia el Norte. Y dentro de Chile el consumismo nos hace mirar, inevitablemente en diagonal hacia arriba con una Mirada Aspiracional, marcada por el deseo con el que se ha construido la “felicidad chilena” que siempre invoca lo que podemos ser, no lo que hemos sido. 

La Mirada de los Rones existe en Chile, pero acosada, como hemos visto, en un país que nos tiene embobados mirando al espacio, a los planetas y eclipses, orgulloso de unos observatorios que no le pertenecen, mundiales de fútbol, vitrinas, teletones, bolsas mundiales; todo, con tal de no escrutar ocasionalmente la mirada de un niño de la pobla a quien el deseo no realizado le ha hecho adicto a lo ajeno y a otras cosas poco santas.

Porque la Mirada capturada en la sociedad de la entretención es excluyente, saca lo feo del campo visual… y la Realidad, ¿para qué? si tenemos la adictiva Netflix y las mil ficciones que día a día nos sacan del cansancio y nos mantienen en una zona de seducción con forma de pantalla, como en el mundo de Cold Lazarus. ¿Para qué la Realidad?, si, además, no podemos cambiarla. 

En la sociedad de la entretención mirarse a los ojos es comprometedor y para nada entretenido, sobre todo habiendo tanto que mirar allá afuera, lejos, allá en la región de las pantallas, donde puedo vivir la vida de otros y gozar, con gente a la que le pasan cosas que a mi no me pasarán nunca, además. Potter tendría hoy 84 años. Imaginémoslo como la cabeza de Feeld en Cold Lazarus, despertando aterrado a la profecía auto cumplida de ver que mucho antes de lo previsto por él mismo, sus congéneres ya deambulan por las calles, híper conectados en el ciberespacio de la intrascendencia. Pero peor aún, un mundo sin Rones, en el que la derrota de la realidad ha permitido la instalación del mundo de la mentira en una sus manifestaciones más perversas; la política. PP

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