¡Qué interesante es una película cuyos aciertos son sus fallos! Lo mejor está por venir, la última cinta dirigida por Nanni Moretti, está llena de fallos que le imprimen un carácter dulce, un entrañable tono de nostalgia, una belleza crepuscular. Y, sin embargo, los fallos son fallos y pierden a la película en un exceso de discurseo y autorreferencias. De tanto mirar al pasado, nos quedamos esperando aún que lo mejor esté por venir.
Giovanni (Nanni Moretti) es un director de cine que filma una película sobre las tribulaciones de una sección del PC italiano de un barrio obrero que ha invitado a un circo húngaro, precisamente durante los días de la revolución de Hungría en 1956. Su esposa y productora, Paola (Margherita Buy), quiere dejarlo y trabaja por primera vez en la película de alguien más, una cutre cinta de acción.
Su productor, Pierre (Mathieu Amalric), está en la quiebra y la película pende de un hilo, lo que obliga a Giovanni a buscar los auxilios, primero, de unos productores de Netflix, indolentes a la visión artística del protagonista y, luego, de unos productores coreanos que tienen una visión del filme muy opuesta a la de su realizador.
Las pegas del director por sacar adelante su película y resolver sus problemas personales vertebran esta película que presenta varios temas conocidos: el circo, el cine dentro del cine, los paralelismos entre el arte y la vida, etcétera. Tanta referencia ofrece materiales simpáticos y conocidos.
La alusión más importante es, probablemente, a Fellini. En muchos sentidos el texto es una cita constante a este director italiano: el tema del cine en el cine en Ocho y medio, el tema del circo, el motivo de la creación artística… Moretti alude a otras películas en sus filmes y extrae también de la cantera de sus propias películas anteriores, pero la comparación con Fellini es central porque en ella están los dos aspectos claves para entender los fallos y aciertos del filme.
En primer lugar, el tono. En Ocho y medio Fellini presenta una indagación nerviosa y punzante del proceso creativo; moderna, dinámica, llena de tensión. El personaje de Guido (Marcello Mastroianni) busca en las fuentes de su sensibilidad los medios para mirar el mundo que tiene alrededor.
El personaje de Giovanni, en cambio, mira el mundo con nostalgia, no con curiosidad. Quiere hacer películas bajo esquemas clásicos: dramas, musicales, temas universales. Su mente no se pierde sino en fantasías ya conocidas –y por eso el filme está plagado de citas encantadoras al cine de antaño– y su conflicto interno es, por tanto, menos una lucha creativa que un modo de terapia.
En segundo lugar, el texto. En Ocho y medio Fellini lleva adelante su tema por medios exclusivamente cinematográficos. Las secuencias se suceden y su composición y montaje construyen las ideas del filme. Imágenes crudas, oníricas, pícaras, presentan a un mismo tiempo los conceptos y cómo apreciarlos. Lo mejor está por venir, en cambio, es aburridamente discursiva, plagada de explicaciones, llena de personajes que ponen en diálogo asuntos que un espectador inteligente percibe sin necesidad de que se lo cuenten.
En la mitad de la película, Giovanni interrumpe la filmación de la cinta de acción que produce Paola porque no quiere que sea una escena gratuita de violencia. Consulta, divaga, busca inspiración en artistas clásicos y citas intelectuales, impidiéndole a Paola terminar su trabajo. La secuencia es fastidiosa y el personaje de Giovanni aparece desagradable y pesado, un plomo siútico. Es una de las formas más latosas de representar un proceso creativo, sin ni una pizca de la ironía o el humor que es posible encontrar en otros pasajes similares de Moretti.
Creo que en el centro de estos desaciertos está el protagonista: Giovanni. Encarnado por el propio Moretti, el personaje se parece demasiado al director y, por tanto, carece de vida propia. Es como si constantemente al propio Moretti dijera en voz alta al espectador cómo debe entender cada escena. Mientras el Guido de Mastroianni actúa, el Giovanni de Moretti explica. Mientras Guido busca en el pasado para enfrentar el presente, Giovanni rechaza el presente y busca que las cosas sean como eran antes.
Estas diferencias son sustantivas para entender los desaciertos del filme. Giovanni es un mal personaje porque no tiene vida propia, hay mucho del propio Moretti en él. Y lo que te hace un buen director en la vida real no siempre es material para un buen personaje en la ficción.
Moretti es uno de los directores más innovadores del cine italiano de las últimas décadas. El comentario político, la mezcla de ficción y realidad, los traspasos a su obra de aspectos de su propia biografía, la reflexión sobre el cine, son sus tópicos más acusados. Pero esta vez, estos temas carecen de fuerza. En Querido diario el humor es inteligente, el ritmo es incisivo y el método es ingenioso. En La habitación del hijo el opresivo tema es abordado por medios de gran autenticidad. En Lo mejor está por venir, la comicidad apenas hace reír, los personajes no se sienten auténticos (Giovanni menos que todos), las situaciones no son interesantes salvo en tanto que citas de otras películas.
Moretti está allí, pero se lo siente repetido y cansado. Sus temas no son recursos en pos de una mirada fresca sino objetos de atesoramiento.
Con todo, el filme ofrece bastante para el espectador nostálgico y para el aficionado habitual de cine europeo. El tono nostálgico siempre sienta bien a los amantes de las formas de cine clásico. Las abundantes citas a películas y los comentarios sobre cine satisfacen la autocomplacencia de los cinéfilos. El final feliz le da al conjunto un carácter simpático. Precisamente por sus fallos, la cinta de Moretti ofrece un espectáculo seguro y confortable, como para esperar de manera tranquila, mullidamente, algo mejor que esté por venir. PP
Lo mejor está por venir (Il sol dell’avvenire). Dir.: NanniMoretti. Rep.: Nanni Moretti, Margherita Buy, Silvio Orlando, Barbora Bobulova, Mathieu Amalric. Prod.: Sacher Filme-Fandango-RAI Cinema. 2023. Italia. 91 min.