RAÚL RUIZ: SUS PRIMEROS OCHENTA

Puerto Montt, en 1941, no debió ser muy poético ni cosmopolita; tampoco de gran cultura cinematográfica. Proust y Shakespeare estaban en alguna biblioteca, pero no hay registro de que un niño local los haya leído para nutrir una imaginación que ya parecía amenazar con productos futuros, al decir de sus padres. Lo veían leer Flash Gordon e ir a la matinée, horario permitido para niños. Aparentemente todo muy normal.

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ERNESTO DÍAZ: “NO PENSÉ QUE IBA A HACER UNA CARRERA CON CUATRO PELÍCULAS DE PATADAS”

Con seguridad, el cineasta nacional es uno de los que con mayor presteza, talento e intuición ha desplegado un cine de género. Esto, que pudiese parecer solo un conjunto de reglas convencionalizadas, es su marca de fábrica, que le permite mirar con agudeza ciertas marcas identitarias, como el popular barrio de Patronato en Kiltro o un “superhéroe” chileno en Mirageman: son algunas pinceladas de su gusto por el género, y de lo que él denomina el “factor chileno” en sus películas.

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ALFREDO BARRÍA (1953- 2020)

Decisiva figura de la crítica cinematográfica de su natal Valparaíso. Su importancia se extendió también internacionalmente con la creación del Festival de Cine Recobrado, iniciativa que sólo un espíritu aventurero como el suyo pudo llevar a cabo. El espejo quebrado (Uqbar) fue, de sus libros, el que mejor retrató su inquietud intelectual y su búsqueda valórica.

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EL IRLANDÉS

Cuando la jubilación se acerca desde un rincón del ego, se asoma la tentación de los testimonios, de los discursos de despedida y de las planchas de bronce. Los grandes creadores, esos humanísimos humanos, le llaman testamento estético a esta comprensible tendencia.Encaminado por la edad, el prestigio, los colaboradores y su propia cuna modesta, Scorsese se deja arrastrar por la posibilidad de la grandeza, del canto del cisne, de la pontificación sobre sus propios temas.

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WOLFWALKERS

El cine de animación puede que tenga a un público preferencialmente infantil, pero eso no significa que por eso sus temas sean de poca cuantía y sus ambiciones estéticas sean de tono menor. Desde su debut en El secreto de Kells, el irlandés Tomm Moore mostró una veta original, muy identificada con su cultura y con un diseño apoyado en el dibujo a mano más que en la última tecnología computacional, de la que tampoco reniega.

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