Los desconocidos de siempre

COMMEDIA ALL’ ITALIANA: DE LA SARTÉN A LAS RISAS

La retrospectiva de comedias, que ofrece desde mañana jueves 22 de mayo y por cinco semanas el Instituto Italiano de Cultura, trae una selección hecha más por la vigencia que por la fama y más por la agudeza crítica que por el gran espectáculo.

Al principio estaba el comienzo, es decir el inicio, el punto de partida, donde empieza la cosa. Ahí es donde, a pesar de todo, se ríe.

Así hablaba Totó, el Cantinflas italiano.

Roma ocupada por los alemanes. Los partisanos, que luchan por la liberación, se esconden mientras esperan el momento de combatir. Allanamiento de un edificio bajo sospecha, todos sus ocupantes en la calle y el sacerdote, en el último piso con un fusil en la mano que no sabe donde esconderlo. Los soldados suben registrando todos los departamentos. El cura encuentra un anciano moribundo y le mete las armas en la cama, pero el anciano se despierta y comienza a gritar contra los fascistas. El oficial a cargo escucha algo y entra al departamento, se escucha un ruido metálico. Descubren al sacerdote con su monaguillo dándole la extremaunción al anciano dormido. Revisan todo y se van. El monaguillo con expresión divertida saca de la cama una sartén y le dice al cura: “Qué sartenazo que le dio!” El anciano se soba la cabeza, el cura respira aliviado. Por el momento están a salvo.

El cura era interpretado por Aldo Fabrizzi, popular comediante de aquel entonces y que fue el más famoso intérprete de aquella anónima y colectiva película llamada Roma, ciudad abierta que en 1945, cuando aun se combatía en las calles de Italia, dio un sartenazo en la cabeza del público mundial. Roberto Rossellini, su director, pasó de ser un cineasta de segundo orden, por no ser oficialmente fascista, a ser uno que indicó a las pantallas del mundo hacia dónde había que mirar. Sería la primera de las ocasiones en que el cine italiano indicaría la ruta planetaria del cine.

Gracias a la presencia de Fabrizzi, que le debía un favor a uno de los guionistas de la película, un tal Federico Fellini, se pudo juntar un poco de dinero para filmarla. Realizada con la colaboración gratuita de técnicos e intérpretes y de una comediante más conocida por sus canciones en el teatro ligero y por su presencia radial importante, ya que su acento romano y su voz inconfundible resultaban atractivas para el público popular. Anna Magnani se llamaba ella.

Obra de una intensidad trágica, terrible, un alarido desde el fondo de un alma desgarrada. Pero que en el medio tiene espacio para el sartenazo, en la imprudente cabeza de un anciano que ya no sabe si va o vuelve.

Será el golpe de partida de una tendencia que estuvo siempre ahí, en la raíz más profunda de la zona más recóndita de la oscuridad terrestre. Sin el chiste no hay emoción y sin emoción no hay vida posible.

Un neurólogo reciente ha afirmado que es el tránsito entre esas emociones contrapuestas lo que ha activado la inteligencia humana.

La commedia

La comedia, cuya etimología suele ser confusa y contradictoria, lo que es muy adecuado a lo que se quiere definir, es el retrato de los peores, dice Aristóteles, pero especificando que se apunta a una tacha vergonzosa y risible del total de las personas, no de las personas en general. De la comedia no se sabe el origen, a diferencia de la tragedia, cuya genealogía fue siempre muy estudiada, dice el mismo autor.

Con esto podemos suponer que hace ya dos mil cuatrocientos años se sabía que la actitud que condujo al género era más antigua que la de todo lo demás; por lo tanto, la comedia es atávica de nuestra conducta social. Cuando por siglos se conoció la prohibición del teatro, sus formas callejeras fueron las cómicas. De altos y bajos conoció siempre el humor. Las épocas serias suelen terminar en la solemnidad y el fanatismo, en tragedia. En vez, las épocas divertidas dejan tras de sí una nostalgia incurable. Puede que sea por su ingrediente infalible, central y permanente: la risa.

Luigi Pirandello, que había nacido en la tierra trágica de Sicilia, en un lugar llamado Kaos, cerca de la actual Agrigento, elevó el humorismo a estrategia de sobrevivencia y crítica política, en abierta contradicción con su contemporáneo, el filósofo Benedetto Croce, quien no era muy divertido al parecer. Estos contrastes son tan antiguos como la risa que provocan. Contrario a lo que hacen creer sus peores exégetas contemporáneos, Mahoma sabía reír, hacer bromas y divertirse, al punto de describir el Paraíso como risueño. Por el lado opuesto (y complementario, debiéramos decir) el cristianismo le otorgó apenas una pizca de humor a la figura de Cristo, pero eso no evitó que un obtuso patriarca de Constantinopla llegara a afirmar que Cristo nunca había reído y el Medioevo se lo creyó tanto que persiguió a los comediantes con bastante esmero, aunque sin resultados permanentes en el tiempo. Los contrastes sí permanecieron por los siglos de los papas: Pío XII en pleno siglo XX era muy serio y rara vez se lo vio reír, a diferencia de Juan XXIII su sucesor, el Renovador, al que la solemnidad parecía costarle más.

Italia fue a menudo severa, represiva y, oficialmente intolerante, pero esa pudo ser la máscara de un principio vital, irónico y solar, que si bien poderoso y, por lo tanto, debidamente corrupto, se daba las apariencias imperiales que siempre campearon en la península señera y señora del Mediterráneo desde tiempos antiguos. Hay rastros de espectáculos cómicos entre los etruscos y la sonrisa presente en sus monumentos funerarios algo nos dicen sobre su concepción de lo vital… y lo mortal.

De tierra etrusca provino uno de los maestros del género,  Mario Monicelli (Viareggio 1915- Roma 2010) cuyo largo aprendizaje en el ejercicio de la sonrisa complaciente con el entorno fascista en el que le tocó habitar durante sus primeros treinta años, le permitió una maestría en el tránsito de las emociones contrapuestas. Escribió guiones durante un largo período, especialmente para el célebre cómico napolitano Totò (1898-1967) al que después dirigiría en varias oportunidades ya en los años cincuenta y que tendría rol central en la película que definiría el género.

Desconocidos Famosos

Los desconocidos de siempre (jueves 22 de mayo) fue la película que evidenciará la importancia de la sátira como el mejor lente de aumento para observar la conducta social y sus derivas.

La dirigió Mario Monicelli en 1958, cuando ya había vuelto la luz eléctrica y el agua potable en casi toda Italia y cuando Los Conocidos de Siempre se refocilaban en el Bienestar del Nuevo Consumo, bastante parecido al Viejo, pero más caro.

Por aquel entonces el aspecto de Italia era todavía el que el cine neorrealista había propuesto al mundo una década antes. El país que posee el 46% del patrimonio artístico de toda la humanidad, había sido el campo de batalla de dos ejércitos extranjeros. “Y los dos bárbaros” acotó una condesa para explicar el saqueo sufrido a su colección de pinturas, razón por la cual se negó a pagar impuestos durante tres décadas. Los había robado ella, claro.

La historia es la de un grupo de ladronzuelos de poca monta que se organizan para dar un gran golpe y que alcanzaría unos significados impensados, creando un subgénero que aun goza de enorme fortuna comercial. Realismo costumbrista, ironía, observación satírica, estupendos intérpretes (Mastroianni, Gassman, Totò, la debutante Claudia Cardinale) y personajes secundarios inolvidables, se unían en un tono de farsa que no tenía nada de gratuito. Rehecha en múltiples oportunidades (véase la serie actual de La gran estafa), pero nunca igualada, la película se la ve como el inicio del período más fecundo de la Commedia all’italiana.

Hollywood recogió el guante y los robos a cargo de simpáticos sinvergüenzas hicieron nata. Aunque Monicelli se resistió a hacer una secuela, lo que a la larga le costaría un poco caro, decidió volver a los temas de la picaresca que le resultaban muy afines. Así nació La armada Brancaleone (1966 / jueves 29 de mayo). En ella Vittorio Gassman era un caballero medieval indigente que emprende una aventura de reclamo de territorios en una zona asolada por piratas berberiscos, que obviamente lo vencen. Sus acompañantes son tan desastrados como él y los episodios variados, sin  que falte la bella Catherine Spaack como virgen con verdadera urgencia por dejar de serlo. La película, a medio camino entre la historieta, la sátira política, el relato folclórico, el Quijote y la ciencia-ficción (gracias al vestuario alucinante de Piero Gherardi, ya dos veces ganador del Oscar), fue una muestra del talento de Monicelli para re-inventarse cada vez. Un éxito glamoroso, que a la distancia de sesenta años, mantiene frescura y belleza, justamente por no tomarse en serio. Fue seguida por una pobre segunda parte: Brancaleone en las Cruzadas.

Los derrotados de siempre

A este punto la comedia italiana comienza a diversificarse y a disparar sus dardos a diestra y siniestra y nadie, ni censura alguna, logrará sujetar el desborde que se produce en las compuertas de la creatividad mordaz de un pueblo, que al oír frases serias estalla en carcajadas burlonas.

Los perdedores, fracasados y soñadores derrotados de todo tipo, son los protagonistas privilegiados de la nueva corriente del más viejo de los géneros.

No es casual que la retrospectiva cinematográfica propuesta por el Instituto Italiano de Cultura contenga derrotados y soñadores, infractores de la ley y transgresores, al menos momentáneos, a todas las normas vigentes.

Después de estas obras del Maestro Monicelli la retrospectiva continúa con un western, Lo llamaban Trinidad (1970, de E. B. Clucher, jueves 5 de junio). En su momento un éxito de público histórico, hizo temer (justificadamente) que el western a la italiana llegaba a su fin con esta sátira sobre una parodia sostenida a costa de un género estadounidense, casi completamente en ruinas e improponible después de las barbaridades de Viet-Nam y cuyas hilachas ya no daban para más.  

El dúo famoso de Terence Hill y Bud Spencer en un salvaje Oeste en verdad salvaje, además de sucio y maloliente. Los protagonistas, tan diferentes como el día y la noche, son hermanos, pero uno es el sheriff y el otro un solitario pistolero. El resto de los ingredientes son tan anticipables, como deliciosas son las peleas a puño limpio y el humor caótico que sazona todo. Se volvió un clásico, que entró a ser citado una y otra vez en la cultura popular.

Borotalco  (1982, Carlo Verdone, jueves 25 de junio). Crecido en medio de cámaras, estudios y actores, el comediante Verdone debutó en pañales en el cine italiano. Su padre fue Mario Verdone, profesor y estudioso del cine, su hermana es la esposa de Christian de Sica (hijo del gran Vittorio), con el que han formado una alianza creativa que dura más de cuarenta años. Es excelente secundario en La gran belleza de Sorrentino, en la que intenta vender sus tontas ideas a celebridades que no son tales y que son aun más tontas que él. Su personaje de vendedor de enciclopedias musicales, enamorado de la bella que no lo nota, tiene mucho de estereotipo muy recorrido, pero algunas variantes menores, más la inclusión de ciertos ingredientes musicales (a cargo de Lucio Dalla) la transformaron en un éxito de taquilla y pavimentaron una carrera que aun continúa.

«Solo nos queda llorar«

Solo nos queda llorar (1984, jueves 3 de julio) dirigida y escrita por una pareja de cómicos que harán historia: Roberto Benigni (La vida es bella) y Massimo Troisi (Il postino). Ambos representan las dos mayores escuelas humorísticas de Italia, la toscana de Benigni y la napolitana de Troisi. Basada en improvisaciones y largos diálogos sobre la hermana de uno de ellos y sobre la historia y sus errores. Por eso cuando, extraviados, se dan cuenta que están en el año 1492, parten a España para impedir que Colón descubra América. En una de las ediciones de la película se explica la razón: evitar que Italia se llene de músicos andinos exiliados y jóvenes tristes con ponchos. Dos horas y media de diálogos a veces incomprensibles por los giros dialectales, con un guion imperfecto y situaciones absurdas, ha resistido bien la prueba del tiempo. Actualmente circula en cine una versión más breve.

Si la comedia surgió en Grecia como estrategia política para burlarse del poder, no es raro que su éxito fuera paralelo a la fortuna fluctuante de la democracia. En tiempos de tiranías se las arregló para decir la suya y no apagar la sonrisa trasgresora del pueblo. Hoy, cuando el poder no tiene un rostro permanente, la comedia cinematográfica tiene dificultades para encontrar un culpable, pero ninguna dificultad para apuntar a los sistemas y sus efectos sobre el individuo contemporáneo.

Fantozzi (Luciano Salce, 1975, lunes 16 de junio). El empleado público ha sido denostado por todo el que ha podido juntar un par de ideas que sirvan para burlarse y aplastar al individuo mediocre por definición. En Italia, país que posee en grado sumo la capacidad de reírse de sí mismo, ha habido larga tradición de personajes así, como Un burgués pequeño, pequeño de Mario Monicelli, o el más reciente No renuncio. A eso hay que sumar la enorme burocracia estatal que ha domesticado a una clase social entera para hacerla engranaje de un sistema orgánico y nacional de reciente fundación. En tal sistema todo lo que se puede hacer rápido se hace lento y el trabajo de uno es mejor que lo hagan tres, óptimo si esos tres son los primos del jefe, a su vez yerno del alcalde, y cuñado de la cuñada de la prima del primer matrimonio de la mamá de… quizás quién. El contador Fantozzi (Paolo Villaggio) no tiene ninguno de esos contactos y es una nulidad por definición, incluso a veces cuesta verlo, así de anónimo es. Humor satírico que recurre a todos los expedientes posibles (crueldad, mal gusto, incorrección política, sexismo, ingenuidad) para dinamitar cualquier intento de asimilarse a la conducta correcta. Ha sido el personaje italiano que mejor ha definido el fin del siglo XX. En una de las películas el auto de Fantozzi en el que va con su familia de vacaciones es seguido por una nube que le deja caer rayos, y lluvias permanentes. Fue tal su éxito, que fue seguida de nueve películas sobre el personaje protagónico y Villaggio se transformó en una gran estrella, siendo el protagonista de la última película de Fellini. Variaciones sobre el personaje del oficinista y aplastado Fantozzi podemos encontrarlas en muchas sedes y pantallas, por ejemplo Separación, la serie actual que el actor Ben Stiller ha dirigido por dos temporadas y que prepara una tercera.

«Fantozzi«

Todos parecen hijos del profético K, que hace un siglo dejara Kafka arrinconado por ahí en su El proceso.

El ingrediente secreto

Tres hombres y una pierna (jueves 10 de julio) fue el último y más grande fenómeno de taquilla del siglo XX para el cine italiano. Fue dirigida por un trío de comediantes de la televisión, Aldo, Giovanni y Giacomo en 1997. Uno de ellos debe viajar al sur de Italia para contraer matrimonio con la hija de su jefe, pero obviamente en el recorrido surgirán tentaciones laterales y más de un delirio fantástico que, semejando o quizás citando el humor de los gags del cine mudo, termina por dar un cuadro de los temas, problemas y angustias apenas disfrazadas del fin de siglo. La pierna del título es una obra de arte que el trío debe acarrear hasta Puglia, el taco de la bota italiana.

Si hoy analizamos la falta de dirección clara del relato, la absoluta carencia de una visión unitaria y la constante improvisación, podríamos acumular una montaña de defectos en la realización. Entonces… ¿por qué funciona?

Tal vez porque la improvisación a la que los realizadores -protagonistas recurren, tiene fórmulas más o menos probadas durante los últimos tres mil años de puesta en práctica.

¿Tal vez sea ese el secreto de la Commedia all’italiana?

Tal vez…

Tal vez se deba también a que la imagen es tan literalmente figurativa y a la vez tan abierta a interpretaciones, que permitiría la cohabitación de significados opuestos con bastante frecuencia. Lo ridículo es vecino de la solemnidad y el chiste brinca inesperado desde lo predecible. Mientras mayor el contraste entre la causa y su efecto, lo cómico es más efectivo. Tal vez esto no sea más que un intento innecesario de explicar algo que sólo hay que constatar y disfrutar, simplemente. El placer no requiere explicaciones y nunca debiera ser culpable, porque la culpa ya es pesadumbre. Ahí la risa huye.

Sin intenciones de profetizar, estas comedias del siglo pasado, contienen materiales que parecen germinar a la luz de los acontecimientos actuales. Y es que desde siempre el humor ha existido para satisfacer a las masas excluidas, que a través suyo pueden mofarse de los consensos que el poder supone manejar para justificarse.

No todo lo que se recupera del pasado deben ser obras maestras, pero la selección de esta Retrospectiva es muy significativa de un género, tan bien adherido a la idiosincrasia de una cultura milenaria, que podríamos decir es el espejo de mano en el cual revisamos los defectos antes de salir a la calle.

Ahora si observamos con atención, ese espejo puede servir también de sartén.

PROGRAMACION

Los desconocidos de siempre, jueves 22 de mayo

Brancaleone, jueves 29 de mayo

Lo llamaban Trinidad, jueves 5 de junio

Fantozzi, lunes 16 de junio

Borotalco, miércoles 25 de junio

Solo queda llorar, jueves 3 de junio

Tres hombres y una pierna, jueves 10 de junio

Instituto Chileno de Cultura. Triana 843 (Por Eleodoro Yáñez, a media cuadra de Providencia).

Todas las funciones son a las 19 horas, salvo la inaugural que es a las 18:45.

Entrada liberada

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