La película número cincuenta de Woody Allen muestra al octogenario realizador en plena capacidad de abordar con belleza y profundidad sus temas de siempre: las relaciones personales, el amor, y los dilemas de la moral y la ética. Filmada enteramente en la capital francesa, con actores y equipo europeos, y hablada en francés, Golpe de suerte en París es un filme para gozar.
Tras haber sido cancelado después de una acusación de acoso sexual a su hijastra, no probada finalmente, Woody Allen debió salir de la comodidad que su fama y sucesivos éxitos de taquilla le prodigaban en Estados Unidos. Buscó financiamiento en Europa para sus guiones y Francia lo acogió.
Y he aquí que, por primera vez, un filme suyo es francófono. Antes, la Ciudad Luz había sido ya escenario suyo, pero en Golpe de suerte las locaciones no son para nada obvias ni remiten a una ciudad de postal turística, como pudo haber sido en Medianoche en París (2011).
Las ciudades hablan, sin duda, para Allen. Y acá dicen de vida burguesa cotidiana, con sus mercados de frutas y verduras y sus parques ordenados que recogen el paso de las estaciones. Todo fotografiado por la mano experta de Vittorio Storaro (Novecento, El último emperador), quien muestra su talento una vez más ofreciendo una imagen cálida y luminosa para acoger una historia romántica y llena de secreto.
Los primeros diálogos —los excompañeros de colegio galo en Nueva York que se encuentran casualmente en una elegante calle parisina, y recitan el comienzo de Las hojas muertas, los versos más típicos de Jacques Prévert— y el tropo clásico de los clásicos, el escritor en su buhardilla, podrían dar la impresión de una mirada convencional a la vida en esa capital tan visitada por el cine y la literatura. Pero luego todo eso va quedando atrás para dar paso a la intensidad de los sentimientos y de la acción.
Fanny (Lou de Laâge), una promisoria intelectual que luego de un matrimonio fallido con un músico fracasado y drogadicto ha sido rescatada por Jean (Melvil Popaud), un hombre encantador, rico, insoportablemente controlador, banal, convencional, meticuloso y de misteriosos, hasta quizá oscuros, negocios. El la mima como una de sus preciadas posesiones y, con el beneplácito y felicidad de la madre de ella, la ha sumergido en una vida de burgueses ricos.

La aparición de Alain (Niels Schneider) el excompañero devenido en escritor que le confiesa un amor eterno, pone en tensión esa existencia de lujos y sofisticación con su verdadera esencia. Con el paso de la historia, ella, que se siente una mujer trofeo en su matrimonio, se va dando cuenta de que este rol está cada vez más lejos de sus deseos e impulsos. Con Alain es ella misma y eso la pone en jaque. Quizá deba tomar una decisión, pero el mismo azar que la hizo reencontrarse con él la llevará por caminos insospechados.
Porque más que de suerte, el filme se trata de cómo el azar toma de la mano a los seres humanos y hace con ellos lo que quiere. Gran tema griego, el destino, que mueve los hilos de las existencias, el último filme de Allen podría ser considerado una tragedia clásica en clave moderna.
Siguiendo con el clasicismo helénico, fuera del trío de protagonistas, la madre de Fanny(Valerie Lemercier) adquiere el carácter de la voz de ese destino y, tal como en anteriores filmes de Allen otros personajes, que no poseen ninguna importancia, aparecen para conformar una suerte de moderno coro griego que con sus dichos da atisbos y pistas sobre la vida de la protagonista y su marido. Hay también una confidente que no tiene más rol que el de testigo de los cambios interiores de esta chica enfrentada a, finalmente, la verdad de su existencia.
ELEMENTOS PRECISOS, TEMAS ETERNOS
Si bien el jazz es parte habitual de las bandas musicales de sus filmes, para subrayar atmósferas o momentos, esta vez Allen no emplea el ritmo sincopado de los años 30 y 40, sino algo más contemporáneo.
Ha declarado que se ha inspirado en el tipo de música que aparece en el clásico francés Ascensor para el cadalso (Louis Malle, 1957) y, en consecuencia, el tema empleado como leitmotiv es Canteloupe Island, la célebre composición de Herbie Hancock de los años 60, que aporta textura y profundidad emocional a la imagen.
Así como Gershwin es el complemento ideal para el Nueva York de Allen, Hancock parece recoger ese aire bohemio que trata de atrapar Alain en la novela que escribe.
Como en Crímenes y pecados (1989) la cuestión moral subyace en la trama de Allen. Aunque el tema de la infidelidad es central, en realidad el meollo del asunto no radica en la fidelidad de pareja, sino en la de la protagonista consigo misma.
El asesinato que proporciona una solución es utilizado en ambas películas como recurso, al igual que en Un misterioso asesinato en Manhattan de 1993 o en Match point, de 2005. En todos esos filmes, Allen hace gala del manejo tanto del suspenso como de la arquitectura sicológica de los personajes, mediante diálogos que van desde el encanto a la densidad y que siempre se deslizan con la naturalidad de la vida misma. Tampoco está ausente el humor, negro (negrísimo) en este caso.

El guion, de gran factura y eficacia, se apoya en actuaciones que, sin llegar a ser descollantes, aportan un grado de naturalidad a situaciones hasta cierto punto corrientes, pero siempre cargadas de sentido.
Mucho se ha dicho que con este filme Allen se ha recuperado a sí mismo. Y es cierto. Ha construido una obra con problemas eternos —la conveniencia, el amor, la fidelidad, los celos, la muerte— situados en un ambiente sofisticado y actual donde nada parece pesar… hasta que llega el desenlace. Todo cuadra entonces y el/la espectador/a saldrá con la sensación no solo de haber visto un estupenda película, sino con la tranquilidad de las cuentas saldadas.
Como pocas veces pasa en la vida real. PP
Golpe de suerte en París. Dirección y guion: Woody Allen. Reparto: Lou de Laâge, Melvil Popaud, Niels Schneider, Valerie Lemercier. Fotografía: Vittorio Storaro. Casas productoras: Petite Fleur Productions, Gravier Productions, Perdido Productions, Dippermouth. Comedia negra, romance. 96 minutos. Francia, 2023.
Nota de la Redacción: antes de la palabra vacaciones (sí, Primer Plano cierra tradicionalmente en febrero), dos curiosidades sobre Golpe de suerte en París. Aunque pueda creerse que se trata de un chauvinismo cinematográfico o de un ataque de tercermundismo, contaré que Melvil Popaud comenzó su carrera a los diez años de edad en La ciudad de los piratas de Raúl Ruiz (1983). Y que en 2010 volvió a actuar bajo su dirección en Misterios de Lisboa. Hoy es uno de los actores más populares de Francia. Y la segunda curiosidad: Lou de Laâge ha tenido el rol protagónico en dos creaciones de… Valeria Sarmiento: la película El cuaderno negro y la serie El cuaderno negro del Padre Dinis.
Vaya curiosidades.