CÓNCLAVE CON CLAVES

Meterse en los meandros del Vaticano durante la elección de un Papa despierta curiosidad espontánea y por eso  un relato sobre ese motivo requiere una cuota de fantasía pero, además, grandes temas, escenografía grandiosa y guionistas con capacidad para el bordado fino y la alegoría moral. También buenas actuaciones y una dosis significativa de fe. No en Dios, necesariamente; menos en la Iglesia, pero sí en la valiosa capacidad de redimirse de la especie… bueno, llamémosla humana.

Cónclave, ya segura destinataria de los premios anuales importantes de la industria cinematográfica, parece ubicarse en el camino correcto del cine convencional, en el que los ingredientes y sus dosis son las esperables para pasar un buen rato. O tal vez sea una estrategia para camuflar una reflexión seria sobre un futuro removedor de toda certeza, lo que en tiempos actuales puede no ser la opción que arrastre más espectadores. Para eso el disfraz del género puede ayudar mucho.

La película posee un equilibrio sibilino en el manejo y dosis de sus ingredientes, lo que puede estar entre sus mayores méritos. Los mismos que la podrían condenar como operación de puro camuflaje comercial. Vieja estrategia de los relatos hábiles.

Ya anciano muere el pontífice. Hay que elegir otro y la responsabilidad de organizar todo le cae al cardenal decano, el británico Lawrence (Ralph Fiennes) resignado a enfrentar algo que no desea. Eso le significa ser destinatario de una información que no busca y de unos votos en la elección que lo alejan cada vez más de su ansiado retiro en un monasterio.

Brian F. O’Byrne como el cardenal O’Malley y Ralph Fiennes (cardenal Lawrence). Foto cortesía de Focus Features.

La solapada disputa sobre el posible sucesor se irá complicando apenas aparezca el exuberante cardenal italiano Tedesco (Sergio Castellitto), representante del ala más reaccionaria de la curia y decidido a obtener el cargo. Por otro lado, el cardenal Tremblay (John Lithgow) formal, gentil y eficiente, esconde un conservadurismo corrupto que parece la perfecta y conveniente continuidad que requieren los intereses de la institución eclesiástica. El ala progresista no se ve muy prometedora bajo la apariencia de un cardenal nigeriano con un pasado turbio. El cardenal Bellini (Stanley Tucci) es la mejor alternativa por descarte, pero no logra convencer a la mayoría. En sordina observan, casi en silencio, personajes destinados a ser espectadores de lo que los demás decidan. Muy significativo es el personaje de sor Agnes (Isabella Rossellini), la encargada del servicio de atención a los cardenales y que defiende sus responsabilidades con particular y sosegada intensidad.

Al fondo, al fondo, por allá, chiquitito, un latinoamericano, mientras en el primer plano se habla inglés y ocasionalmente un poco de italiano.

Como en un buen relato de intriga los misterios se van desgranando de a poco. Hay un monseñor alcohólico que no se atreve a decir lo que sabe y no es el único. Nadie es completamente inocente y, lo mejor de todo, es que nadie parece verdaderamente culpable. “Todos tienen sus razones” decía Renoir.

¿Habrá alguien digno del cargo?

¿Es todavía un cargo digno?

OH, ISABELLA

Edward Berger, el realizador alemán que hizo de Sin novedad en el frente un triunfo industrial hace dos años, vuelve a anotarse otro éxito, aunque de apariencia cinematográficamente anodina, producción perfecta y superficie brillantemente fotografiada.

Su reparto es excelente, partiendo por Fiennes que alcanza una altura que quizás el personaje ni se soñaba y que le da a la película un peso mayor al de su ambición sencilla, aparentemente, de mera intriga de suspenso. Involuntario investigador, el cardenal Lawrence carga con sus dudas, aprehensiones y un sentido de responsabilidad social que lo obligan a asomarse a las sombras de un poder que sigue siendo significativo, a pesar que el mundo esté estallando a metros de la Capilla Sixtina.

La dialéctica entre el afuera y el adentro es para Lawrence un signo al que la iglesia debe saber responder y por eso debe seguir los rastros de una concupiscencia que ha embadurnado todo. Le sigue el personaje interpretado por Isabella Rossellini, quien logra hacer olvidar que alguna vez fue una modelo exitosa y una personalidad de farándula, principalmente por ser hija de dos figuras legendarias del cine. Aquí controla el gesto, el volumen, el tiempo preciso y de paso, casi sin quererlo, da vuelta todo lo que parece una función rutinaria en un acto de rebeldía guardado por una vida de sometimiento al patriarcado. Obviamente esto acarrea mucha simpatía pública, pero la actriz no la busca y eso nos permite intuir que en esa vida, en esas vidas silenciadas, hay mucho tesoro guardado. Y mucha basura también.

Isabella Rosselini en el interesante rol de sor Agnes.

La evidente eficacia del resto del reparto hace convincente un mundo ajeno, al que el espectador contemporáneo podría fácilmente descalificar como enajenado o fanático si no fuera por la elaborada sensación de humanidad que presentan todos los personajes.

Sin querer presentarse como una operación de lavado de imagen, Cónclave apuesta por presentar una intriga que recorre los temores y aspiraciones de quienes, correctamente o no, creen que la elección de un jefe institucional poseerá la trascendencia de significar algo más que el triunfo de tendencias puramente políticas o estratégicas. Cuando ya está claro quién debe ser el elegido, con la conformidad de todos, incluso de los derrotados, entonces una nueva verdad se incubará entre los necesariamente secretos pasillos del poder. Sabiendo que antes o después la verdad saldrá a gala, la iglesia seguirá cobijada bajo los frescos de Miguel Ángel y tal vez, solo tal vez, por el soplo del Espíritu Santo. Pero eso quizás sea secundario.

La humana imperfección, la aspiración a lo trascendente, el error como tránsito hacia la verdad y una intriga bien urdida bajo una dirección calibrada, hacen de Cónclave una reflexión amena sobre la importancia del secreto y su incidencia sobre lo social, quitando de paso un poco de la superstición actual sobre el valor, supuestamente incuestionable, de la transparencia.

La verdad sube por fatigosas escaleras, pero la mentira baja en tobogán. PP.

Conclave. Dirección: Edward Berger. Guion: Peter Straughan, basada en una novela de Robert Harris. Reparto. Ralph Fiennes, Isabella Rosellini, Stanley Tucci, John Lithgow, Sergio Castellitto. Fotografía: Stéphane Fontaine. Casas productoras: FilmNation Entertaiment, Access Industries, House Productions. Intriga.Duración: 120 minutos. USA, Reino Unido, 2024.

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