El director chileno rinde homenaje a la mujer que cambió el plano de la música y cuya historia ocasionó su inminente declive, el cual implicó bajar el telón para siempre y enfrentarse a un pasado que tiñe su obra artística de pasión y sufrimiento.
La última entrega de Pablo Larraín (Chile, 1976) viene a conformar la trilogía de filmes dedicados a mujeres clave del siglo pasado que partió con Jackie (2016) y continuó con Spencer (2021). Ahora el director incursiona en el mundo artístico con María (2024), una pieza musical y dramática que documenta los últimos días de María Callas, la intérprete de ópera más eminente del siglo pasado en la piel de Angelina Jolie (49).
Presentada en el Festival de Cine de Venecia y con nominación a los Globos de Oro en la categoría de mejor interpretación femenina, la cinta sería, en palabras de su director, de las más personales que ha dirigido hasta la fecha.
La película se centra en la última semana de vida de Callas, quien hacía cuatro años y medio dejó los escenarios para enfrentarse a sus demonios y escapar de un pasado que parecía condenarla. El peso de ser la soprano más importante de su siglo alimenta la frustración de una artista que atraviesa por la decadencia de una carrera llena de ovaciones, y aceptar que su voz no sería la de antes fue el golpe definitivo en el ego de la cantante.
En el afán de recuperar su voz, la griega-estadounidense de 53 años intentará volver a cantar, pero sus esfuerzos no corresponden a la exigencia de quién interpretó como nadie la Casta diva de Bellini. Incluso su entrenador vocal (Stephen Ashfield), al escucharla cantar un aria, le dice: “Esa era María cantando, quiero escuchar a La Callas”, lo que despierta la impotencia de la diva.
Esa inmensidad y bullicio de un teatro lleno de público se redujo al silencio que llenaba las cuatro paredes de su lujoso apartamento parisino, lugar que proyecta la soledad y melancolía de la mujer que alguna vez alcanzó la gloria. Sus fieles acompañantes serán su mayordomo Ferruccio (Pierfrancesco Favino) y su ama de llaves Bruna (Alba Rohrwacher), personajes que cumplen ese rol parental ausente en la vida de la intérprete y cuya horizontalidad resulta interesante al momento de resaltar la dimensión humana de María, ya no de Callas.
El grave estado de salud de María a causa de su adicción a sedantes hipnóticos (Mandrax) alerta a sus sirvientes, al igual que sus reiteradas alucinaciones producto del fármaco. Ese tránsito hacia la locura será el elemento que utilizará el chileno para experimentar con los límites entre la realidad y lo fantástico, un juego usual que caracteriza su cine.
“Lo que es real y lo que no, es mi problema”, dice Callas para dar espacio a esa dimensión fantasmagórica de la que se vale gran parte del filme, que permite adentrar al/la espectador/a en el subconsciente de la artista y explorar los recovecos de un alma rota.
El guion a cargo de Steven Knight sigue esa misma línea de abstracción en su narrativa, y la dirección de fotografía organiza y encuadra escenas que logran proyectar las emociones y sensaciones mediante colores apagados y luces tenues, además de construir una especie de alegoría al utilizar planos generales para contrastar el tamaño de la protagonista con los grandes espacios por los que suele transitar.
El filme cuenta tanto con escenas a color como en blanco y negro, recurso que permite diferenciar el presente del pasado. Este último se construye mediante los recuerdos de Callas, en gran parte marcados por una infancia traumática (su madre prostituía a María y a su hermana con soldados nazis a cambio de dracmas a fines de la Segunda Guerra Mundial) como también el tormentoso romance que vivió con el famoso magnate griego-argentino Aristóteles Onassis, el hombre más rico de su época y de quien eternamente estuvo enamorada.
María documenta la crisis existencial de una artista frustrada que, tras pasar una vida entera dedicada a su ópera, ahora debe hacerse cargo y enfrentar los fantasmas del ayer sin ayuda de la música, su arma, su refugio, el lugar donde ocurría la catarsis que le permitía liberarse de su pasado. Sin el canto presente, su razón de ser, vemos cómo la artista cae en el abismo de la locura y su vida pierde el sentido. Pero, a su vez, sería la música la que paradójicamente terminaría consumiéndola hasta su temprana muerte.
Con esta entrega, Larraín celebra la vida y obra de Callas, además de empatizar con el dolor de la artista en un plano más íntimo y especial. También juega un rol fundamental el recurso musical que envuelve al mundo de la intérprete, lo cual aprovecha el director debido a que aporta una sensibilidad y belleza que, con esfuerzo, se puede conseguir a través de la palabra o la imagen. No obstante, se pudo aprovechar aún más al tratarse de María Callas y su imponente calidad interpretativa en los escenarios.
Como María Callas es un personaje conocido por un grupo más acotado de personas, a diferencia de la figura de Jacqueline Kennedy o Diana de Gales, Larraín se ve obligado a redoblar la apuesta en este filme. Sin embargo, no se logra distinguir esa iconografía que vimos en Jackie y Spencer, y ello se debe a que, en vez de profundizar en aspectos meramente biográficos, Larraín y Knight optan por adentrarse más en la abstracción del plano onírico de Callas, decisión que quizá resulte arriesgada y ambigua para el espectador que desconoce de la artista.
Si algo hay que destacar es la actuación de Angelina Jolie, que sorprende con una de sus mejores interpretaciones en años. Nominada a los Globos de Oro por este rol, demuestra de lo que está hecha gracias a su capacidad de sacar un nuevo ángulo del personaje y trascenderlo a nivel emocional. Con movimientos y expresiones meticulosamente estudiados, es capaz de imponer esa capacidad histriónica tan poderosa que caracterizó a la cantante.
Su logro no solo es técnico, sino también se destaca su disciplina al interiorizarse en el mundo de la ópera e interpretar con su propia voz (con algunas intervenciones) algunas de las obras más famosas de Callas. Con ello se evidencia la intención y compromiso que destaca el trabajo de Jolie en la película, que siempre va más allá de la mera calidad interpretativa y se adentra en el terreno más complejo y a la vez esencial que da vida a la protagonista: la capacidad de interpretar sus emociones a nivel musical. PP
María. Director: Pablo Larraín. Guion:Steven Knight. Reparto: Angelina Jolie, Pierfrancesco Favino, Alba Rohrwacher, Haluk Bilginer, Kodi Smit-McPhee. Dirección de fotografía:Edward Lachman. Casas productoras: Fábula, Fremantle, Komplizen Film, The Apartment Pictures. Biopic.123 min. Italia-Alemania-Chile-Estados Unidos, 2024.