NARCISISMO, FAMA Y OPULENCIA A TRAVÉS DEL ESPEJO

La Verónica es superflua, plástica y presenta un marcado lenguaje publicitario, propio de este siglo, con énfasis en lo pulcro y lozano. Posee multitud de lecturas, destacando la representación femenina, la cosmovisión que impera sobre estas en lo social, el empoderamiento, los vicios, la codicia, la vanidad, herencia histórica y la correlación entre la interprete con el director al construir el personaje.

En el primer quinto del siglo XXI, con el auge de las tecnologías, es posible vislumbrar y vivenciar la reconfiguración de las relaciones con los medios y el mundo. Fenómenos como la inmediatez y globalización permiten estar en conexión como nunca; las redes sociales son eje fundamental de estos cambios y han evolucionado gracias a nuestra conducta en espacios digitales. Es la importancia que se le da al consumidor aquella que marca parte importante del transitar contemporáneo, donde la opinión pública se yergue como lo haría un arma (de doble filo, por supuesto).

El uso dado a estos espacios ya era exacerbado (lo indican las estadísticas) y se agudizó con las cuarentenas provocadas por la pandemia. Quienes también se han valido de estas herramientas y lo volátil de la opinión pública son las empresas, adaptando sus modelos de negocio e imágenes corporativas a las demandas del consumidor, financiando con frecuencia grandes campañas para medios digitales. Estratégicamente pactan alianzas con rostros afamados, valiéndose de su peso social para entrar en todas las esferas y cautivar al público. Muchas dudas asaltan sobre lo que se esta dispuesto a entregar para figurar en todo el mundo o que tu rostro sea del tamaño de un edificio. En este narciso juego aparece Vero Lara, interpretada por Mariana di Girolamo (Santiago de Chile, 1990).

Este contexto suscita interés entre quienes dirigen cine, volcando sus miradas al gran mito de nuestra era (heredando libremente las ideas centrales de Ozymandias), creando piezas con una mirada fresca, pero, sobre todo, cercana. Mientras Europa estrena Sweat (2020), en Chile nace, de las manos de Leo Medel, La Verónica, que ha tenido un paso por connotados festivales dada su novedosa apuesta estética.

Esta película muestra la vida de Vero, influencer casada con Javier (Ariel Mateluna), futbolista de exitosa carrera en el extranjero. Gracias a él, ambos son itinerantes por el mundo y esto les trae de vuelta a Chile para criar a su hija recientemente nacida. En apariencia, una vida de ensueño: Verose encuentra realizando un libro autobiográfico en compañía de una periodista (Patricia Rivadeneira), tiene baños de piscina y sesiones fotográficas con amigas y, además, está en búsqueda de ser el nuevo rostro de un labial. Hasta aquí, todo perfecto. Sin embargo, cada familia es triste a su manera.

Lo interesante aparece cuando la película resquebraja esta capa de glamour para mostrar seres con las mismas carencias que cualquier otro, aunque la manifestación de estas es excéntrica. Verooculta muchos secretos bajo esa fachada, algunos perversos. Es una mujer de origen humilde y dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias con tal de cumplir sus objetivos. La película presenta riqueza en cuanto a la multitud de lecturas extraíbles, todos los prismas son igual de válidos para analizar en profundidad, destacando (en mi opinión) la representación femenina, la cosmovisión que impera sobre estas en lo social, el empoderamiento, los vicios, la codicia, la vanidad, herencia histórica y la correlación (o diálogo) que tiene la interprete con dirección al construir su personaje.

La elocuencia cinematográfica de La Verónica radica en que es una películaabiertamente superflua, plástica y que presenta un marcado lenguaje publicitario, con énfasis en lo pulcro y lozano, sin ir en desmedro del equipo productor (todo lo contrario). Es un estudio de personaje filmado; aquí se lee a todo el mundo a través de los ojos de Vero (siempre ubicada al centro del encuadre, en primer plano), solo imaginamos lo que ella percibe a través de su gesticulación. De ahí que existan momentos o personajes que parezcan intrascendentes. Di Girólamo, que viene de actuar en Ema (Larraín, 2019), cambia el temple e intensidad de su actuación, demostrando una versatilidad que es agradecida. Aunque en ninguno de sus dos papeles ha dejado de ser una mujer tenaz.

Tiene un aspecto técnico cuidado, partiendo por la propuesta fotográfica y lumínica que da para infinitud de interpretaciones semióticas, por ejemplo, el disímil comportamiento de Verónica en la intimidad o en público. La dirección destaca al dosificar aquello que muestra con una propuesta estética clara, enfatizando la relación que guardan fuera de campo y profundidad de campo. Quienes se lucen son arte y vestuario, dando vida (plasticidad) al mundo que se entrama, mimando a sus personajes. El trabajo del equipo de sonido es interesante, ya que establece relaciones de distancia y construye el fuera de campo, percibiéndose todo alrededor como un eco en torno a Vero.

Aquí nacen preguntas respecto a lo inverosímil de la vida a través de la pantalla, prácticamente impoluta. Las redes son manipulables, la mejor ficción la escribimos día a día: los demás podrán disfrutarla, pero nosotros la padeceremos. Todo en La Verónica se percibe como una constante puesta en escena de su personaje principal, quien ha montado un espectáculo de grandes proporciones por vida.

La cara ante la justicia

Verónica plantea la vida como un tablero de ajedrez, sacrificando su tranquilidad a costa de saber cuándo y cómo mover sus piezas: pero la película en ocasiones tiene problemas con el fuera de campo, pasando a ser excesivamente descriptiva, con diálogos inconsistentes (algunos espléndidos y otros sobre explicativos, que denotan desconfianza en la interpretación de di Girolamo). Esta es una película de lenta cocción, a las cosas les toma tiempo alzar vuelo. Los últimos 20 minutos presentan un cambio de ritmo abrupto, el tono se baña de erotismo, hasta desembocar en un clímax previsible. Se deja ver aquello que su personaje, en ocasiones, quiere ocultar; somos cómplices de su manipulación. Destaco que es una película cargada de violencia pasiva.

Es interesante la propuesta de Medel. Tiene referencias claras al cine que le inspira (pasadas por el filtro contemporáneo) y, sobre todo, en cuanto muestra los conflictos de un sector de la sociedad sobre el cual se ciernen discursos severos respecto a sus prioridades o privilegios en relación con el resto de la población. Hay pasajes relevantes, atisbos de dar con una filosofía del personaje, encontrando su raíz y perversión: una verdadera “oda a lo hueco”. Medel juega a romper y exagerar voluntariamente el prejuicio; si se sale o no con la suya es algo que cada espectador(a) decidirá. Destaco la voluntad de apropiarse de las comunicaciones modernas y las estéticas digitales para relatar una historia fundada en el ego.

Según percibo, la película actúa como un espejo; Verónica se sabe observada y no esquiva la mirada, sino que la intensifica (la pregunta es ¿quién la mira?). Es un filme inteligente que toma una serie de cánones de la inmediatez y los utiliza para germinar desde ellos la narrativa; esta es masiva pues, aunque no los usemos, nos atañen a todos. Se valen de esto al publicitar la película, con un póster hegemónico (logradísimo) y expansiones coquetas al mundo que crea para el consumidor, en forma de un disco (doce canciones, entre ellas un tema de Carlos Cabezas, que aparecen en el filme) y videoclips que condensan la atmósfera, dialogando con la realidad.  

Toda la película se percibe como una alegoría a la deslavada modernidad que habitamos, llena de “certezas” y aspiraciones (modelos a seguir), pero que no garantizan felicidad alguna. La Verónica muestra aquello que todos sabemos y que, sin embargo, nadie se atreve a decir. Los trovadores modernos encontraron la historia a contar, el hito generacional que nos alucina o genera temor, ¿Somos consumidores o consumidos? Todo serán sonrisas, falsas o sensatas, hasta que toque enfrentar la desazón de los nuevos tiempos y nos veamos sumidos en una careta desolada; nuestro presente es un espejo oscuro. Toca pulir estas narrativas, pero este es un interesante camino con una impronta que no dejará indiferentes. PP

La Verónica. Guion y dirección: Leo Medel. 2020. Ficción (Drama). Reparto: Mariana Di Girolamo, Patricia Rivadeneira, Ariel Mateluna, Antonia Giesen, Willy Semler, Josefina Montané. Productora: Merced. Distribuidora: Market Chile. Premios y festivales: Mejor Actriz en el Festival Internacional de Cine para Mujeres de Aswan, Toronto). 100 min. Chile.

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