Alejandro Fernández Almendras tomó la difícil tarea de exponer la simple filosofía de vida del futbolista Alexis Sánchez mezclando un repaso mínimo de su infancia y la historia de un chico talentoso para la pelota que no quiere ser futbolista profesional. El resultado es un híbrido inocentón, un popurrí de ideas contradictorias, estética y argumentalmente, donde lo único claro es que Alexis Sánchez es más bueno que el pan.
¿Por qué un futbolista de élite como Alexis Sánchez se interesó en que se hiciera una película inspirada en su vida? Uno de los motivos con los que se intentó «justificar» el film, era que la historia de esfuerzo del talentoso niño de Tocopilla, era un ejemplo de que los sueños se pueden lograr.
Al parecer a Sánchez le parecía importante dar esa señal de esperanza. La otra razón es menos altruista y, a decir verdad, no se empeñaron mucho en ocultarla: capitalizar la figura del deportista en tanto marca comercial.
Desde luego, si la idea inicial nació de Vibra, la agencia de marketing que administra los derechos publicitarios del futbolista (desarrollando «contenidos y vínculos emocionales entre la marca y su comunidad»,
como dice el propio leitmotiv de la empresa), la película es un eslabón más dentro de la permanente y subrepticia campaña promocional de Sánchez como producto.
Que un film tenga, en general, tantos propósitos artísticos como metas comerciales en su gestación, es usual. Que se ocupe al cine como una plataforma propagandística de un deportista, es más curioso. Se puede concebir que un cantante, por ejemplo, piense en el cine como una extensión casi natural de su carrera.
Pero para un astro del deporte (en activo), la participación en una película tiende a ser más pragmática o anecdótica, haciendo una breve aparición, cameo o humorada que muchas veces destaca paródicamente algún rasgo distintivo de su personalidad con el único propósito de mantener su nombre en circulación o ganar un dinero extra.
Por eso, resulta toda una extravagancia ver a un futbolista internacional alterar su exigente horario laboral — obligando a crear un argumento donde su presencia fuera significativa pero breve— para rodar su propio, velado y tímido panegírico.
Para aumentar las curiosidades, se encarga la tarea a Alejandro Fernández Almendras, un director cuyo estilo tiene un tono, una sobriedad y una subyacente impronta política-social muy alejados de las coordenadas comerciales que se buscan en un film de este tipo.
Convocado por Fábula, actualmente la productora más poderosa del cine chileno y socios estratégicos de Vibra para estos menesteres, parecieran haber escogido a Fernández para poner una cuota de distancia y sensibilidad fina que evitara el autobombo hecho y derecho.
El resultado final da cuenta de esas voluntades en juego y de la incoherencia de hacerlas convivir.
Para empezar la película resultó ser menos un biopic sobre Sánchez que la historia de Tito (Luciano González), un chico dotado para jugar al fútbol, pero que sueña con dedicarse a otra cosa. Obligado por su padre (Daniel Muñoz), un frustrado futbolista, Tito, por esas cosas del cine, se hace «amigo» de Alexis Sánchez, quien, oficiando de accidental confidente, le aconseja seguir sus sueños.
Tanto es el foco que se pone sobre el niño que la historia del mismo Sánchez queda reducida a los inspiradores flashbacksde su infancia cuando jugaba a pie pelado en una polvorienta cancha de tierra. No hay una sola escena que se le exhiba jugando de verdad (apenas se le ve peloteando con unos niños), ninguna secuencia que dé cuenta de su trayectoria, ningún gol memorable que se muestre o reconstruya, nada de su estatura actual como super estrella jugando en un poderoso equipo en el extranjero.
Así como su calidad y talento se dan por sentados, nunca se explica claramente porqué Sánchez pasa tanto tiempo en Chile. Y sin embargo, estando en Chile, Sánchez parece un sujeto aislado y solitario, deambulando en su lujoso automóvil para luego recluirse en una gran casa sin señas de identidad, vacía y deshabitada, donde vive únicamente con sus perros y acompañado por su amigo-asistente personal.
La película exhibe a Sánchez como un buen tipo, sencillo, divertido, generoso, sin tacha, pero, con tan bajo perfil, que ni siquiera se explica a qué se debe su fama y grandeza. No se glorifica al jugador, se alaba su calidad humana. Sánchez queda más posicionado a convertirse en «mejor amigo» que a ganar el balón de oro.
Un logro para el objetivo principal de la campaña publicitaria: conectar emotivamente a la marca «Sánchez» con «su» público. Pero, precisemos, con su público infantil. Porque para el fanático futbolero, cuya verdadera emoción es el juego con sus regates y goles, la película es una frustración.
Sin embargo, la principal damnificada por el resultado, es la filmografía de Fernández. Abandona la cuidada estética de sus primeras películas con una cinta fotográficamente chillona, con varias vergonzosos efectos visuales más propios de la televisión infantil que del cine, un saturado soundtrack que ignora el silencio, varios impresentables placements — que se intenta, sin mucho éxito, mostrar discretamente—, y sobre todo, una contradictoria e ingenua lectura política.
Digamos, ¿sólo basta esforzarse para lograr los sueños? En ese sentido, el rol de Daniel Muñoz es decisivo. La actitud apática y realista de un hombre honesto que entiende que en un país como Chile no es suficiente el esfuerzo para prosperar, y ocupa sin vergüenza los contactos que acaba de conquistar con Sánchez para darle un mejor futuro a su hijo, es el «malo» de la película.
Claro, lo hace mal, trata agresivamente al chico obligándolo a jugar contra su voluntad para satisfacer sus propias metas incumplidas. Pero, finalmente, se explica que la verdadera razón de su fracaso deportivo fue su conducta personal, y no las dificultades u obstáculos del sistema. En otras palabras, le pasó por «curado». La sombra de la meritocracia como clave para el progreso marca ideológicamente el filme.
Mi amigo Alexis busca todas las complicidades posibles, incluso hace un guiño oportunista a los temas de género con el personaje de la hermana de Tito que quiere ser futbolista. La película quiere dejar satisfecho a todo el mundo. A las marcas comerciales asociadas, al público fanático infantil, a la prensa y la crítica (con una película más sofisticada –y tramposa- que un film comercial puro), a la ola feminista, a los partidarios del gobierno y a sus detractores (no hay que olvidar que Daniel Muñoz está cesante).
Quizás Sánchez sea un modelo de virtudes, pero esta versión edificante de su historia tiene menos pasión que cualquier noche de Arturo Vidal. Por eso, el resultado es un híbrido digno, pero aburrido, lleno de contradicciones, visualmente mediocre y con gusto a nada. La historia de un chico pobre que andaba en una bicicleta sin llantas y que gracias a su esfuerzo terminó conduciendo un Audi.
Nada más ni nada menos que nuestra versión del sueño (sud)americano. PP
Mi amigo Alexis. 2019. Director: Alejandro Fernández Almendras. Reparto: José Luciano González, Alexis Sánchez, Daniel Muñoz. Productora: Fábula. 100 min. Chile.