La información de prensa la califica como thriller psicológico. Quizá la ausencia en la definición de la palabra “político” busca ampliar el público al que pueda llegar el filme. Para algunos/as, especialmente quienes vivimos la dictadura en Chile, antes que nada nos parece una película sobre la violencia de ese período, aunque narrada en clave psicológica, paralelamente. Los/as más jóvenes verán mayoritariamente este segundo factor.
Sea cual sea el punto de vista histórico que se asuma al enfrentarse a Patio de chacales, ópera prima de Diego Figueroa, el elemento común es que la tensión que transmite mantendrá a unos/as y otros/as al borde del asiento. Y para muchos/as resultará intolerable, por lo logrado del mismo.
No es posible contar mucho del argumento, para no transformar esta crítica en un spoiler. Así es que me remitiré a lo que dice la gacetilla de prensa: “Ambientada en 1975, la película cuenta la historia de Raúl, un maquetista que vive tranquilamente en un barrio aparentemente apacible. Sin embargo, la llegada de nuevos vecinos desata una espiral de eventos violentos que revelan los oscuros secretos que se ocultan tras las puertas cerradas”. Es posible agregar que este maquetista tiene una amiga: la amable Laura, dueña de una tienda de ropa interior. Y que cuida a su madre, postrada y sin habla.
Hasta ahí no más llegamos.

Diego Figueroa, audiovisualista titulado por la Universidad de Chile, ha desarrollado una carrera como montajista y se revela en su ópera prima como un cineasta eficaz, talentoso, y con una notable vocación de detalle. Desde la elección de las locaciones externas —que muestran un Santiago aún existente, y que presenta al Chile que vivió más de la mitad del siglo pasado— pasando por los objetos de la decoración del hogar de una familia de clase media (nótense cuadros, adornos, muebles de cocina, el tapiz de los sillones del living), hasta la ropa y los peinados de protagonistas y secundarios, su esfuerzo por recrear la época, concretado por el diseño y puesta en set de la dirección de arte, logra sus frutos siendo el soporte material adecuado para que se deslice una narración sobresaltante. Toque de queda, lluvia, informaciones radiales son elementos que indican la época y que marcan la sofocante y, en muchos momentos, aterradora atmósfera de un país bajo dictadura.
El guion, de autoría del realizador, fue trabajado del mismo modo: todo encaja y todo lleva a que el/la espectador/a se sumerja en una realidad angustiosa, donde lo real se mezcla con las pesadillas, lo ¿sobrenatural?, lo ¿creado por la mente? Ese es el acertijo planteado: ¿de qué naturaleza es lo que apareció en la pantalla?
ELEMENTOS INQUIETANTES
Una trabajada banda de sonido, que mezcla ruidos con la música creada especialmente para el filme por Diego de la Fuente, aporta lo suyo a la constante inquietud in crescendo de la trama, a partir de la prácticamente aterradora música de apertura, que abre la imaginación. Porque este es un filme en que quien observa agrega las piezas que faltan para comprender de qué trata lo narrado. Un helicóptero pasa, desde la casa de al lado se escuchan gritos espeluznantes y luego se escucharán voces amenazantes. También estos elementos son entregados por etapas, manteniendo el suspenso de modo constante y sin tregua. Porque, aunque el/la espectador/a agregue de su cosecha, siempre habrá elementos insospechados, a lo largo de todo el filme.
No solo la banda de sonido ayuda a la creación de la atmósfera. Igualmente lo hace la fotografía que opta por una paleta de colores pareja, de tonos apagados, donde el claro-oscuro juega un rol importante. La imagen nunca lo muestra todo. Y lo que muestra muchas veces es ambiguo, dejando difusos los límites entre lo real y lo que ¿no lo es?

Otro de los elementos empleados para narrar lo inenarrable son las maquetas y figuras de plasticina con las que el protagonista relata lo que escucha, sin recurrir a palabras. Nunca escuchamos ese testimonio. Siempre está eludido. Elección que recuerda el silencio temeroso en que parte del país vivió durante 17 años.
Sin duda el bien manejado montaje, demostrativo del oficio del director, que ralenta o acelera las acciones con acierto en virtud de las necesidades de la trama, apoya el trabajo actoral, que merece ser destacado. La actuación de los protagonistas, Néstor Cantillana y Blanca Lewin, aporta sus reconocidos méritos entregando matices a la representación del protagonista, un personaje corriente, un hombre ingenuo como tantos en Chile en esos años que, poco a poco, se ve enfrentado a una realidad que lo supera (esto, claro, en una primera lectura) y a su amiga. En ambos recae todo el peso de la trama y se esmeran igualmente en los detalles, como los pequeños gestos o las miradas que van dando paso a situaciones que transitan desde lo más cotidiano a lo ominoso.
Poco se puede considerar no logrado en el filme. Quizá una metáfora sobre la libertad, que no revelaré, pueda resultar obvia y la gran elipsis del final un poco difícil de asumir. Una recomendación al respecto: no se pierda un solo detalle del filme. La atención constante es un requisito que no quita, sino aumenta, el atractivo de la película.

Quienes estén habituados al cine de Roman Polanski, encontrarán aquí ecos de El inquilino y El bebé de Rosemary. No son citas, son ecos de una forma de relato que, a partir de lo cotidiano muestra que el mal puede estar presente al lado de uno. O más cerca, aún.
Porque, más allá del sustrato histórico y de la denuncia que subyace en el filme de Figueroa, lo más inquietante radica en esto: la omnipresencia del mal y sus diversas formas. Esta puede ser la lectura de fondo de una película que juega exitosamente con las características del género al que declara pertenecer: el thriller psicológico.
No en vano Patio de chacales, en su corto periplo de exhibición, ya lleva ganados dos premios: es el primer filme nacional en recibir, el año pasado, el galardón al Mejor Director en el Tallinn Black Nights Film Festival (encuentro anual en Estonia, considerado dentro de los festivales de primera categoría por la Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos (FIAPF) y el reconocimiento del público en el Festival de Ñuble, en enero de este año.
Por algo será. PP.
Patio de chacales. Dirección, guion y montaje: Diego Figueroa. Elenco: Néstor Cantillana, Blanca Lewin, Grimanesa Jiménez, Consuelo Holzapfel, Juan Cano, Rodrigo Pérez, María Jesús Marcone, Pablo Schwarz (solo voz). Dirección de arte: Karla Molina Donoso. Dirección de fotografía: Martín Hurtado. Dirección de sonido: Camila Pruzzo y Carlos Pérez. Música original: Diego de la Fuente.Producción: Alejandro Ugarte. Casa productora: Infractor Films. Distribuidora: Storyboard Media. Thriller psicológico. Duración: 108 minutos. Chile, 2024.