Pedro Almodóvar, el más importante cineasta español, hoy por hoy y lejos el más laureado y reconocido en el mundo entero (pues Luis Buñuel tuvo la mala suerte de nacer en una era aún no globalizada), es un realizador septuagenario de carrera brillante que hace tiempo ya padece varias dolencias crónicas. La campaña mediática para el estreno de La habitación de al lado repitió hasta el cansancio que la clave para verla es que se trata de un viejo sueño cumplido suyo: hacer su primer largometraje hablado en inglés. Lo que se tragará quien quiera creerlo así.
Se comenta poco, pero Almodóvar hace años padece un severo tinnitus que le impide escuchar bien; de migrañas, las cuales derivaron en una fotofobia por lo que debe usar gafas en forma permanente; además de fuertes dolores osteomusculares, en especial en su espalda. Todo lo cual admitió con ocasión del estreno de su filme Dolor y gloria (2019), su creación más personal y abiertamente autorreferente, de seguro su última obra mayor. Cada uno de sus personajes -ha dicho- tiene algo suyo en clave indirecta, aunque ahí su protagonista es un viejo director del cine en decadencia, homosexual y con una profunda cirugía intervertebral. Sus males de oído y visión han obligado a Almodóvar a aislarse, reduciendo al mínimo sus compromisos sociales (él, que es un hombre fundamentalmente sociable). Celoso de su vida privada, no ha reconocido haberse operado a la columna, como su personaje alter ego, pero ha declarado que si tiene que terminar dirigiendo en silla de ruedas lo hará.
Así que él sabe que sus capacidades se han limitado y lo seguirán estando cada día más. Se puede suponer entonces que si volvió a hacer cortometrajes -una modalidad a la que no recurría desde sus años de aprendizaje hace cuatro décadas- lo hizo pues era lo que le permitía el cuerpo. Con una sorpresa: el primero de los dos que filmó, ambos en inglés y con elenco no hispano —La voz humana, (2020), a partir del monólogo teatral de Jean Cocteau— se convirtió en un fenómeno arrollador de crítica y de taquilla tras lograr su estreno europeo en salas. Hecho insólito por tratarse de una cinta de apenas 30 minutos de duración, solo explicable por la convocatoria de su firma, en alianza además con la actriz británica de culto Tilda Swinton (ahora disponible en You Tube y Prime Video).
Tuvo ofertas de Hollywood desde fines de los 80 tras su primera nominación al Oscar por Mujeres al borde de un ataque de nervios, las que siempre rechazó. Las nuevas circunstancias, el anhelo de no perder la chance y el buen anzuelo comercial (él además es un avezado productor, codueño junto a su hermano del importante sello hispano El Deseo), le llevaron —aunque de seguro no se siente nada de bien— a emprender el riesgo del largometraje en inglés y con equipo foráneo. Cosa que, por lo demás, ya había intentado antes un par de veces sin éxito.
De modo que la clave para apreciar La habitación de al lado no es esa aventura creativa, sino acercarse a ella como el que quizás sea su último filme. La despedida de un realizador icónico cerca de la genialidad que sabe que dio lo mejor de sí hace ya algunos años (salvo Dolor y gloria sus seis o siete últimos títulos recibieron críticas tibias o divergentes y no ganaron premios mayores) y que, al mismo tiempo, está consciente de que le queda poco tiempo. Quizás muy poco. Entonces organizó esta suerte de testamento fílmico en que hace las paces con sus males (que incluyen depresión), y habla de la muerte cercana y su aceptación.
Otro punto: ¿sabía usted además que Almodóvar es seguidor del budismo? El dato lo aporta su página en Wikipedia y no ha sido desmentido. Él, que siempre se apresuró a declararse ateo, tal parece que en su etapa más reciente derivó a esa religión o doctrina, filosófica y espiritual. Entonces la película también puede leerse como una catarsis, un intento de iluminación personal buscando liberarse del deseo y el sufrimiento, para así pasar limpiamente a otro estado o ciclo de existencia, según enseñó el Buda Gautama.
ESTIMULANTE, PERO LEJOS DE LO ESPERABLE
El guion, como siempre también de él, desarrolla una adaptación libre de la novela Cuál es tu tormento (What are you going through, Qué es lo que te está pasando parece una traducción más acertada), la octava de la escritora neoyorquina Sigrid Nunez, publicada en 2020 y calificada por algunos como uno de los libros más emocionantes de la década. Con un relato bastante sencillo y lineal. Gracias a un dato casual, la novelista Ingrid se reencuentra tras un largo alejamiento con Martha, reportera corresponsal de guerra; hace 20 o más años ambas trabajaron para la misma revista haciendo muy buenas migas, hasta tuvieron amoríos con el mismo hombre. Martha, aquejada de un avanzado cáncer, está hospitalizada sometiéndose a una terapia experimental hasta ahora con buen pronóstico. Pero el tratamiento falla. Entonces la desahuciada, quien solo tiene una hija con la cual rompió relaciones, decide racionalmente terminar con su vida, y convence a Ingrid que la acompañe en la puesta en escena de su suicidio. No para que la asista o provea ayuda ninguna, sino simplemente porque desea que alguien esté cerca de ella cuando llegue el momento.
Ya que trata sobre la muerte, un tema tabú que suele descolocar a las personas, se han dicho muchas inexactitudes sobre esta película. De partida que es una historia de amistad; las dos mujeres no son realmente amigas, son más bien antiguas conocidas o colegas con vivencias comunes en el pasado. Además, Ingrid es la tercera o cuarta opción luego que otras, sin duda más próximas, rechazaran la propuesta. A Almodóvar en efecto le motiva el tema de la muerte digna y su película se puede seguir como un manifiesto a favor del derecho de cada cual a decidir su propio fin, en ciertas condiciones. En el diálogo y los subtítulos se habla de eutanasia, lo que a nuestro entender no es el caso, porque ésta implica la intervención de un médico o procedimientos clínicos. Aquí Martha no tiene conflicto alguno, su decisión la tomó con mente fría y planificó bien el cómo. Agreguemos que el budismo condena el suicidio solo si se ejecuta con rabia o miedo.
Entonces la verdadera protagonista, con el mayor atractivo dramático, es Ingrid (Julianne Moore), quien no está totalmente convencida del rol que aceptó. En esto la cinta busca apegarse a la novela, que se involucra en el trayecto sicológico y moral de quien acompaña. Nunez se propone actualizar el concepto de amor al prójimo, dar un sentido humanitario y contemporáneo a la compasión: el ponerse en el lugar del otro y ayudarlo aún en las circunstancias más extremas. Con todo, el guion provee un remate drásticamente distinto al del libro.
Visto así, Almodóvar brinda una cinta que se deja ver en general con mucho interés, probablemente la primera que habla de la muerte y del derecho a terminar la propia vida con la más total naturalidad. Es un filme bien hecho y artístico, en el sentido de que todos sus componentes son refinados: la estilosa puesta en escena (interiores rodados en España, exteriores en Nueva York); la fotografía que provee imágenes de pulcra belleza; sobre todo las magistrales actuaciones de Moore y Swinton, rebosantes de humanidad, cimiento de la seducción que emana desde la pantalla; en especial la partitura —de Alberto Iglesias, el musicalizador habitual del cineasta— que aporta al filme una profundidad y vibración emocional que suelen estar más en la música misma, que en sus imágenes.
ADIOS A LOS CONTRASTES Y COLORES FUERTES
Pero, contrario a lo que se ha dicho, más allá de su impacto temático esta parece una pieza menor más de su director, una propuesta crepuscular, de vejez, de despedida. Peor aún: es el filme de Almodóvar que menos se asemeja a lo que uno espera de una película suya. Él hace lo que acostumbra —mostrar sin juzgar para que el espectador saque sus propias conclusiones— y resulta a fin de cuentas igual de trasgresor (su impronta) por la temática elegida. Pero si ésta provoca, lo hace en un registro solemne y reflexivo que no se le conocía. Todo el relato respira un aire de serenidady acritud nuevo en él. Más aún, nunca hay aquí sus habituales giros imprevistos, con cruces intertextuales o sobreposición de géneros y planos distintos. La habitación… es un drama armonioso y calmo, zen en una palabra, a veces al borde del dramón (lo frena a tiempo), sin ningún quiebre risueño o burlón; eso sí, jamás de ánimo pesaroso o depresivo. Que avanza de un modo simétrico y hasta predecible. Por lo demás, su estética suaviza mucho el estilo visual típico de Almodóvar; acá hay contados detalles caprichosos y colores fuertes y contrastantes.
La parte más estimulante del total está sin duda en su sección intermedia. Parte a modo de presentación con dos largas escenas muy conversadas de reencuentro, en que Martha e Ingrid hacen recuerdos de su pasado, ilustrados con una serie de rápidos flashbacks. Introduce allí a los únicos dos personajes secundarios —la hija de Martha y el amante compartido— de mínima intervención y sin peso en lo sustancial; y un par de temas anexos (la crueldad y horror de las guerras, y el sexo como arma para vencer al dolor) que se enuncian, pero no alcanzan desarrollo. En los últimos 15 minutos, hay un epílogo en que Ingrid enfrenta las posibles consecuencias legales de su proceder; el amante lanza la idea de la agonía planetaria y la esperanza de sobrevivir a ella, presente en la novela si bien acá suena accesoria y fuera de lugar; está citado un párrafo entero del cuento Los muertos, de James Joyce, también en Nunez; y Swinton vuelve brevemente reencarnada en la hija de Martha. Todo lo cual agrega poco y nada y da al conjunto un toque artificioso, raro, hasta extravagante (sin contar la impresión menoscabada que deja el oficio del guionista). PP.
La habitación de al lado. Dirección y guion: Pedro Almodóvar (a partir de la novela Cuál es tu tormento, de Sigrid Nunez). Elenco: Julianne Moore, Tilda Swinton, John Turturro, Alessandro Nivola. Fotografía: Eduard Grau. Montaje: Teresa Font. Música: Alberto Iglesias. Productor: Agustín Almodóvar. Casa productora: El Deseo. Ficción. Drama reflexivo. 107 minutos. España, 2024.
Foto de portada tomada del diario de Castilla y La Mancha.