LA FLOR: ARRIESGARSE A DESAFIAR LO IMPOSIBLE

Por sus dimensiones temporales desaforadas esta película podría resultar apabullante, pero afortunadamente no se siente siempre esa longitud. Cabría preguntarse si el relato se justifica durante tantas horas, o si se trata de otro caso de megalomanía creativa, de esa que surge puntualmente en ciertos territorios de nuestra inmensa geografía americana.

Es posible observar que lo raro abunda en la literatura rioplatense. Será el paisaje hecho de rectilíneos horizontes, tal vez el menor mestizaje, tan abundante en el resto del continente, la carencia de dioses naturales.

La abundancia del sujeto europeo de reciente llegada, en territorios demasiado extensos para su memoria cultural, puede estimular su extravío de lo real. Felisberto Hernández y Julio Cortázar, a un lado y otro del Río de la Plata, han consagrado una narrativa al borde del ataque de la fantasía. Si de este lado de los Andes prevalece el teísmo lírico, allá el relato desaforado, la impecable construcción de la razón afiebrada, también lo fantástico.

El cine ha heredado honestamente los materiales creativos de todo esto, pero se ha sometido a una lógica realista que la imagen, y las inversiones económicas que conlleva, han impuesto como lógica segura. Quizás toda la creatividad del cine esté en cómo sortear este mandato y así estimular en nosotros la posible existencia de lo que no se ve en pantalla.

El argentino Llinás tiene claridad sobre esto y tentado por bordear los riesgos y desafiar los imposibles, se aventura en un proyecto narrativo de largas dimensiones, pero no de desaforadas ambiciones. Esto último se agradece en aras de una amenidad que se vuelve artículo de primera necesidad en una película de tanta longitud.

Breve descripción: aparece el propio realizador contándonos de las coordenadas de los relatos, hace un dibujo explicativo y éste tiene la forma de flor. Explica además que todas las historias tendrán a las mismas actrices, lo que es un pie forzado aparentemente arbitrario. Primera historia: la de una momia en provincia de San Juan. Hechos inexplicables comienzan a sucederse y el recuerdo de relatos parecidos completa un cuadro de cine de género de alta eficacia, especialmente por las elecciones de sobriedad en el estilo de la narración: sin grandes explicaciones y sin gran empatía con los personajes. Todo se ve desde afuera, pero al mismo tiempo con cercanía visual, es decir mucho primer plano y fondos desenfocados, pero poca sicología y aparentemente ninguna subjetividad.

Las cuatro actrices premiadas en Bacifi 2018

El siguiente relato es el de dos cantantes que han tenido un pasado común y que vuelven a reunirse para una grabación; pero ya acá empezamos a sospechar que el banal argumento no es la verdadera razón de ser de lo que estamos viendo. Los personajes están más cargados que en el relato anterior y sus conflictos están más verbalizados, la canción que cantan carece de mayor atractivo y sus voces no permiten suponer la fama que se les atribuye. ¿Entonces? La extrañeza comienza a apoderarse de las reiteradas miradas e intentos de grabación y se confirma esta sensación con la historia, de alguna manera engarzada con la de los cantantes, de otra chica que se inyecta veneno de escorpión con objetivos muy difusos. Hay un grupo italiano detrás de la investigación de los escorpiones. Los cantantes graban su canción. Fin de la segunda parte.

La tercera es una de espías que está hablada en francés, alemán, ruso e inglés y que sucede en varias ciudades europeas y en “América del Sur”. El cuarteto de las mismas actrices anda todo el tiempo con pistolas en la mano y un tipo al que llevan amordazado, pero hay otras cuatro, también pistolas en mano, que deben eliminarlas. Razones no hay, pero el negocio es así.

A pesar del aparente disparate de todo esto y la reiteración de los mismos recursos expresivos, el cruce de los relatos y sus ramificaciones no son tan casuales como pudieran parecer en una descripción. Pero el tedio comienza a hacerse espacio. También un cierto misterio. Es esta tensión entre una cosa y otra la que permite esperar un florecimiento narrativo, siempre larvado en esta historia de laberintos internacionales multilingües.

Las historias de cada una de las espías ocupan la siguiente parte de la trama y, si bien son dispares, logran remontar la planicie rítmica, inevitable, en que cae la situación del secuestrado amordazado. Quizás sea la historia de la exitosa asesina y de su cómplice silencioso la más interesante. Esto porque sabe acumular tensión entre las acciones que vemos y lo que la voz del narrador va añadiendo. No carecen de humor las secuencias de calculadísimos asesinatos, siempre exitosos, y del fingimiento público de un amor que en la realidad de los personajes no existe, porque no se lo conceden a sí mismos por años de años. La aparición de otro compañero, Mackie the Knife, acompañado de la correspondiente melodía de Kurt Weill, y que es ridículamente seductor, es el segmento más gracioso de todo el filme, necesaria variante que anima un metraje que ya es imposible de disimular a estas alturas.

Con tal longitud la película se vuelve habitual, casi una costumbre. Desde un cierto punto en adelante se abandonan ciertas exigencias y uno se resigna a lo que vendrá, como si se tratara de la segunda parte de la propia vida.

Afortunadamente es posible darse cuenta que las rarezas no son arbitrarias y que el juego de los géneros está bien servido, aunque nunca sometido a las convenciones apergaminadas que esperamos pasivamente como señal inevitable del contrato narrativo.

En La flor la estilización es todo y eso es decir mucho, porque estilizar requiere buen talento, muchos referentes y una capacidad de abstraer de lo real lo que es realmente significativo. Un ejemplo didáctico de ello es la lectura de la carta del antiguo compañero que la asesina recibe en una glorieta de un romanticismo cursi, como ella misma lo dice. O el episodio de la KGB que logra resumir el desplome de la URSS desde el interior de unas cuantas oficinas y de los rostros demudados de sus anodinas secretarias. Pero todo el largo relato de las espías, que dura años y años, posee momentos de gran economía narrativa y curiosamente resulta entretenido y con más de un momento de suspenso, a pesar de que siempre mantenemos la clara conciencia que lo que vemos es la citación austera de un filón cinematográfico, que en su forma original está repleto de escenarios suntuosos, grandes efectos especiales y glamour recargado.

Puede que ahí se manifieste la megalomanía de un autor que se sabe dotado y que no sabe, o no quiere, poner coto a su voluntad de hacer una obra única, a pesar de que sentimos como espectadores de estar viendo tres o cuatro películas unidas por sus intérpretes femeninas y su estilo formal. Es verdad que la continuidad del cuarteto de actrices comunica una parte con la otra, pero a fin de cuentas importa poco para comprender su desarrollo. A poco de terminado el relato de la momia ya es pretérito, también el de los cantantes. El lenguaje sí permite la cohesión de las partes, aunque a ratos tanto primer plano con fondos desenfocados sean una majadera reiteración inútil.

“La flor”, a pesar de sus altos y sus bajos, mantiene cierto misterio como operación narrativa, posee un evidente manejo de sus materiales, una atmósfera melancólica de paisaje exterminado, pocas emociones, algún humor, una visualidad particular y deja la impresión de querer epatar por su diseño y longitud. No le falta cierta humanidad, pero no desborda de nada que pueda remover certezas, o causar inquietudes de envergadura.

Un objeto fílmico para admirar, más por sus manifiestas ambiciones formales que por su profundidad o riesgo estético. Pero de todos modos difícilmente olvidable. Es tan larga (más de 800 minutos) como para atravesar toda la pampa viéndola, pero menos monótona que su paisaje y más creativa que lo que acostumbra masticar nuestro educado paladar comercial. PP

La flor. 2018. Mauricio Llinás. Ficción (Drama. Fantasía.Terror. Musical). Reparto: Pilar Gamboa, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Valeria Correa.  Productora: El Pampero Cine. Premio Bafici 2018 a la mejor película y mejores actuaciones femeninas. 890 min.  Argentina.

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