Es raro el fenómeno y rara la película. The King of Staten Island es una comedia singular. Ha circulado en el cable con el título de El arte de ser adulto y también como El rey del barrio en algunos países de habla española. Está disponible en Google Play. Quienes se atrevan con ella lo agradecerán. Es una gran realización. Incómoda a veces, majadera en algunos tramos, desesperante en otros, disparatada casi siempre, obsesiva hasta la exasperación, políticamente muy incorrecta para los tiempos que corren. Pertenece a ese escaso género de películas que no solo una vez, sino en varios tramos, transmite la sensación de estar frente a una obra maestra. Es una sensación que, al menos, yo no sentía hace años. Quizás le estoy poniendo de más y no es para tanto. Pero por parte baja es una película gloriosa e inolvidable.
Los pocos críticos que tomaron más en serio la cinta la subestimaron básicamente –primero– porque el mejor momento del cine de Judd Apatow podría haber pasado. Efectivamente, el realizador nunca volvió a tener el mismo éxito de Virgen a los 40, de Ligeramente embarazada o de Bienvenido a los 40. Tampoco el de esa película adorable que fue Superbad, que él no dirigió, porque la realizó Gregg Motola, aunque con el sello inconfundible de su productora.
El mestizaje de la realización es otro de los factores que operó en contra. Hubo críticos que no le perdonaron que mezclara dos hebras que, en realidad, son muy distintas. Por un lado, como siempre, está la irreverencia de Apatow, una suerte de insolencia sobregirada y desafiante al pensamiento políticamente correcto. Es el rasgo más genuino y distintivo de sus realizaciones, siempre al servicio de una emocionalidad algo cándida, un poco conformista y muy a flor de piel.
Por otra parte, está la acidez del humor de Saturday Night Live, una de cuyas figuras, el humorista Pete Davidson, intenso, egomaníaco, neurótico, insoportable por momentos, aquí es -además de personaje central y coguionista- por si fuera poco, el principal motor de la historia. Incluso la trama pareciera tener contornos autobiográficos (tanto es así que la cinta está dedicada al padre-bombero muerto). Claramente, son dos afluentes distintos. Rupestre, californiano, cándido, medio conservador y bien básico uno. Elaborado, neoyorkino, hiriente y bastante más puntudo el otro. Lo grandioso es que Apatow hace de ese mix una síntesis memorable en esta realización.
El tema es muy de Apatow: la terrible y dolorosa dificultad de crecer. Este es el eje de su cine, la falta de madurez, lo duro que es hacernos responsables de nosotros mismos. Es una dificultad que no por casualidad siempre es mucho más patética en el caso de los hombres que en el de las mujeres, entre otras cosas porque los modelos de masculinidad que circulan por su cine dejan muy poco espacio a la elaboración emocional. Aquí, Scott Carlin, el protagonista, es un chico de 24 años a la deriva. No estudia, no trabaja, es un vago irrecuperable, pierde el tiempo con una patota de amigos impresentables, vive a costillas de su madre viuda y, lejos de ayudarla a enfrentar la vida, pareciera estar empeñado en complicársela todavía más. Las cosas hacen crisis el día que ella se involucra en una aventura sentimental que su hijo, protagónico y ególatra como es, difícilmente podrá tolerar.
The King of Staten Island habla con gran serenidad de la familia, los amigos, los afectos, la vocación, la inmadurez, el desasosiego, la ansiedad, la mala leche, el narcisismo y el coraje. Lo hace con una franqueza poco frecuente en las películas de estos días. Scott es hijo de un bombero que fue un héroe muerto en acto de servicio e inconscientemente sobrelleva en sus espaldas, por un lado, el vacío de una figura paterna en casa y, por el otro, la omnipresencia de una madre que él se dedica a explotar inconscientemente (excelente desempeño de la gran Marisa Tomei). También en la familia hay una hermana (una hija de Apatow es quien encarna el rol) y durante buena parte del relato está la amenaza de que el nuevo amigo de mamá termine instalado en casa como nuevo jefe del hogar. Como lo observó Ernesto Ayala en un comentario en el diario El Mercurio, no es un hecho menor que el relato dé cuenta de un verdadero retrato de un artista inmaduro, pendejo, adolescente. Porque, al margen de lo que podamos pensar de su conexión con el descomedido mundo de tatuaje, en realidad estos son los vientos que soplan sobre Scott.
Más en allá de la superficie, es una película sobre la posibilidad de cambiar, experiencia que la cinta lleva a extremos no solamente cómicos sino también descolocadores. Más de alguien podrá preguntarse por qué Apatow insiste en hacer comedia de situaciones que, lejos de ser divertidas, más bien son dramáticas o patéticas. Es su tendencia y está en su ADN. Su película Funny People (2009), historia de un cómico enfrentado a una enfermedad terminal y obligado al miserable trabajo de hacer reír al público, estiró quizás demasiado la cuerda en este sentido y fue un fracaso. Era una cinta larga y por momentos difícil de aguantar.
Gran parte del público, acostumbrado a las leseras intrascendentes de Adam Sandler, no pudo soportarla. Era puro lado B. En el caso de la galería de The King of Staten Island, la dosificación está mucho mejor equilibrada, aunque todos los personajes, cual más, cual menos, tienen fisuras esquizoides que los mueven a quemar lo que han adorado y adorar lo que han quemado. ¿Por qué lo hacen? Bueno, básicamente porque son capaces de madurar. También, porque en esto consiste el negocio de la comedia gringa, por decirlo así. Consiste en hacer primar el optimismo sobre la depresión neurótica, la fe en el amor y en el caudal portentoso de la vida, del cariño, toda vez que los personajes puedan salir de sus encierros y compulsiones neuróticas.
Bien por Apatow, que todavía tiene mucho que decir. Bien por nosotros, que necesitábamos recuperar la fe en el género de la comedia. PP
The King of Staten Island. 2020. Director: Judd Apatow; Intérpretes: Pete Davidson, Marisa Tomei, Steve Buscemi, Bill Burr. Guión: Judd Apatow, Pete Davidson, Dave Sirus. Producción: Apatow Productions, 136 minutos; EE.UU. Disponible en Google Play.