CAMINEMOS VALENTINA
El cine políticamente correcto suele ser sepulcro de las mejores intenciones expresivas, espacio para el conformismo y por consecuencia, del aburrimiento.Si más encima desde la publicidad se advierte que la historia es real e implica una denuncia, la desconfianza aumenta.
Así, es imposible entrar con la inocencia del descubrimiento. Pero que la película sobrepase sus propias zancadillas es algo más que meritorio: es intrigante.